La otra procesión: sonrisas y lágrimas
La vida es una montaña rusa que nos permite experimentar los polos opuestos, la noche y el día, el bien y el mal, el frío y el calor, la tristeza y la alegría. Todas esas sensaciones se congregaron este Jueves Santo en Salamanca, una jornada de sonrisas y lágrimas.
Sonrisas para los miembros de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Vía Crucis, la primera es salir, desde la iglesia de San Juan de Mata. El fervor de un barrio, San Bernardo, hacia su talla, que este año acortaba recorrido, sin llegar a la Plaza Mayor, para tardar menos tiempo en regresar. Este año, para escapar de la lluvia.
Esa que hizo que la siguiente procesión, la de la Seráfica Hermandad del Cristo de la Agonía, pudiese salir, al retrasarse su llegada, pero que obligó a acortar el recorrido y no pasar ni por la Catedral ni por la Plaza Mayor. Ha sido un Jueves Santo atípico, en el que ningún desfile llegó hasta el ágora charra, porque la siguiente procesión, la del Cristo del Amor y de la Paz, apenas pudo salir del templo. Atípico, o más bien especial, también por la presencia de miembros de Policí Local, Policía Nacional y Ejército acompañando a cada comitiva.
No había salido la Virgen de la iglesia de Las Úrsulas, cuyas últimas monjas dejarán el convento el próximo 9 de abril después de cinco siglos de presencia de clarisas, cuando llegaba el aviso de que el Cristo del Amor se quedaba en el templo. Los periodistas, a la carrera desde el Campo de San Francisco hasta el otro lado del río Tormes. Por el camino, esprintando, tiempo para ir avisando a quienes se agolpaban en la Puerta del Río o el Puente Romano de que la procesión, con toda seguridad, se suspendería. Así que una de dos, o se acercaban a la iglesia nueva del Arrabal o se marchaban para casa.
La Agencia Estatal de Meteorología daba lluvia a partir de las diez de la noche, por lo que la procesión del Arrabal apenas podría cruzar el Puente Romano y, si se daban mucha prisa, llegar hasta la Catedral. Pero era arriesgar demasiado. Así lo discutían tres veteranos hermanos sin dejar de mirar el teléfono móvil. "Mira, a las diez da lluvia intermitente, un litro por metro cuadrado, y después 0,3 litros, es no es nada, tenemos que salir", argumentaba uno. "Eso es agua suficiente para dañar el Cristo, que no, que no podemos salir", contrareplicaba otro.
Esa segunda tesis fue la que se impuso y llegaron los lloros por doquier, las lágrimas de impotencia de quienes aguardaban a procesionar con su Cristo o su Virgen. Todo un año esperando que se iba al traste en apenas media hora. Porque la vida es así. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, y la buscaron hasta el final los hermanos del Cristo del Amor y de la Paz. De madrugada miles de salmantinos buscaron a su Esperanza, la de la Hermandad Dominicana, y la encontraron porque el cielo concedió una tregua.