Cada cuánto tiempo deberíamos cambiar nuestras almohadas: esencial para dormir bien
Es esencial para que tengamos un buen sueño, pero un uso prolongado puede hacer que pierda muchas de sus funciones.
4 julio, 2023 01:54El sueño es un aspecto crucial de nuestras vidas. De hecho, pasamos un tercio de nuestro día durmiendo —eso si dormimos 8 horas al día—. Para los expertos, dormir bien por la noche es esencial para tener una buena salud física y mental. Por ello, optimizar el ambiente del dormitorio y la cama es clave para dormir mejor.
En este sentido, la almohada es un elemento fundamental para nuestro descanso. Elegir la que más se adecúe a nuestras características nos ayudará a conciliar mejor el sueño. Aunque también tenemos que tener otros aspectos en cuenta y que solemos obviar a lo largo del año. Y es que, al igual que otros elementos de la cama, las almohadas se desgastan con el tiempo.
Pasamos muchas horas con la cabeza apoyada en las almohadas, por lo que es esencial tener en cuenta la calidad y la limpieza de las almohadas. Así, es importante saber cómo cuidar una almohada y cuándo hay que sustituirla por una nueva.
“Una almohada vieja, o incluso la almohada equivocada, puede afectar qué tan bien y cuánto tiempo duerme por la noche, y una almohada desgastada y gastada ya no brinda el soporte adecuado para la cabeza y el cuello, lo que afecta la calidad del sueño”, explicó Mary Helen Rogers, vicepresidenta de marketing y comunicación de la Asociación Internacional de Productos para el Sueño y miembro del Better Sleep Council, a Time.
Los signos de cambio
La mayoría de los expertos coinciden en que se deben cambiar las almohadas cada 1 o 2 años, aunque en las almohadas de mayor calidad esta cifra puede aumentar a 2 o 3 años. “Hacerlo ayuda a garantizar que esté usando almohadas que brinden apoyo, estén limpias y libres de alérgenos. También es importante cuidar las almohadas que usas para asegurar su longevidad”, señalan desde la Fundación Nacional del Sueño (EEUU).
Según esta Fundación, existen diversas señales que te indicarán cuándo deberás reemplazar tu almohada. Despertarse con dolor de cuello o no poder encontrar una posición cómoda para dormir son algunas de las situaciones que muestran que la almohada ya no hace su función o al menos no como debería y habría que sustituirla.
“Una almohada que se ha hundido o aplanado con el tiempo no proporcionará el apoyo necesario y es posible que te despiertes sintiéndote dolorido o sin haber descansado. Las personas que duermen de lado también pueden experimentar dolor en los hombros debido a una almohada aplastada”, señalan desde la Fundación.
Por otro lado, al igual que los colchones, si la almohada comienza a aflojarse o a formar bultos, también podría indicar que es hora de cambiarla. Un excesivo color amarillento en la almohada, un olor fuerte o si tus alergias aumentan durante la noche —por ejemplo, si te hace estornudar— son otros signos que avisan del momento de buscar una nueva almohada.
“Una almohada vieja puede acumular alérgenos como ácaros del polvo, hongos, moho y caspa de mascotas”, advierten desde la Fundación Nacional del Sueño. Y añaden: “Para algunas personas, dormir cerca de esos alérgenos puede causar secreción o congestión nasal, picazón en la piel e irritación de los ojos que pueden afectar la calidad del sueño”.
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También puede acumular restos de caspa, aceites y cremas para la piel y el cabello, baba y otra suciedad dentro de las almohadas. Esto, señala la Fundación, podría incluso provocar brotes de acné o erupciones cutáneas en personas con piel sensible.
Cómo prolongar la vida útil
Limpiar la almohada y la funda de la almohada puede alargar su vida útil. En este sentido, muchas almohadas se pueden lavar, aunque cada tipo tiene sus propias instrucciones de cuidado. Por ello, es importante seguir al dedillo las directrices de cada fabricante.
Por otro lado, además del aspecto más importante —la comodidad—, tenemos que tener en cuenta que algunos materiales tienden a ser más longevos que otros. Por ejemplo, las almohadas de látex o viscoelástica, que son similares a los colchones, suelen durar uno o dos años más que las alternativas de poliéster.