Existen personas en el mundo que aseguran que no le tienen miedo a nada. Que demuestran que cualquier reto en el mundo podrían superarlo con creces. De hecho, muchas de ellas piensan que jamás podrán experimentar el terror. Eso es tan solo, porque no conocen la casa de McKamey Manor.
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McKamey Manor se promociona como una experiencia de terror como ninguna otra, una pesadilla psicológica cuyos dueños especifican que no es para personas débiles de corazón… ni para nadie con problemas cardíacos.
Todo aquel que acepte el reto no solo puede ser atado, abofeteado, ahogado o enterrado vivo, sino que acepta, a su vez, enfrentarse a todos sus mayores miedos.
Ubicada en Summertown, ciudad de Tennessee, en Estados Unidos, la casa dirigida por Russ McKamey es la más aterradora del mundo. Quien puede y quiere entrar, tiene muy pocas posibilidades de salir ileso, física y mentalmente. Y mucho menos, de terminar el recorrido.
El estudio de Russ
El terror de la casa de McKamey Manor tiene un motivo: el estudio que hay detrás. No cualquiera puede entrar, no solo porque no lo acepte el propio dueño, sino porque los candidatos tienen que pasar un test.
Para registrarte primero debes unirte al grupo cerrado de Facebook de McKamey. Allí es donde Russ comparte todas las imágenes en vivo de las personas que se atreven a vivir la experiencia, pero además, es también el primer paso de la experiencia.
Para unirte al grupo, debes tomar un video de ti mismo explicando quién eres junto a una foto de tu licencia de conducir. Además de eso, debes responder a una serie de preguntas, entre las que puedes encontrar ¿cuál es tu mayor miedo?, ¿cuáles son tus 10 películas de terror favoritas?, ¿eres solo un fan o quieres hacer un recorrido?, o ¿qué te hace querer ser un miembro del grupo de gira de McKamey Manor?
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Si tienes la suerte —o desdicha— de unirte con éxito al grupo de Facebook, has completado el paso uno del proceso de investigación. Aún queda que hables con McKamey para terminar de ser aceptado: personalmente o vía FaceTime.
En esta entrevista, el equipo junto al director evalúan si el candidato es apto para la experiencia. Revisan los antecedentes penales y si tiene un seguro médico, además de obtener una revisión física por parte de un especialista.
Todo aquel que quiera realizar la experiencia debe tener más de 21 años. Y aunque parezca que nadie quiere pasar por ello, según ha afirmado McKamey, hay cientos de personas en lista de espera para poder entrar.
No hay una tarifa fija para recorrer el lugar, sino que aceptan donaciones de comida para sus mascotas. Aunque posiblemente los recorridos sean más atractivos durante la temporada de Halloween, estos se realizan durante todo el año.
La mansión del terror siempre ha estado en el ojo mediático, incluso existen diferentes peticiones para su cierre. Los medios de comunicación se han basado en ella para hacer diferentes obras, como Netflix con Hunters: the art of the scare o Hulu con Monster Inside: America's Most Extreme Haunted House.
Un recorrido de 10 horas
La experiencia, según McKamey es un recorrido de 10 horas y aquel que pueda soportar la vivencia completa, recibirá un premio en efectivo de 20.000 dólares. Sin embargo, nadie ha llegado nunca tan lejos.
Cada recorrido se adapta totalmente al individuo que participa, para exprimir al máximo sus miedos y fobias. Según cuentan los anteriores visitantes y medios, los aspirantes se pueden encontrar desde caminos repletos de cucarachas hasta pozos con caimanes, por los cuales se debe pasar nadando.
Los visitantes deben firmar una extensa exención de responsabilidad (de 40 páginas) antes de participar en la experiencia, que esencialmente permite a los voluntarios de Manor torturarlos como mejor les parezca.
Además, quienes van a participar deben pasar un test de drogas el día del show para verificar que no estás bajo estupefacientes. Todo está escrito en su página web.
La tortura dentro de la casa puede incluir el submarino, la aplicación de pistolas Taser, la droga, la obligación de comer y beber (incluidos vómitos) inmovilizaciones y mucho más. Quienes vivieron la experiencia, informaron que se fueron con huesos rotos, cabezas afeitadas, dientes extraídos y, por supuesto, trauma psicológico.