El mes de febrero, con sus 28 días y en ocasiones 29 en los años bisiestos, es un periodo peculiar en el calendario. Su nombre evoca una serie de tradiciones y rituales que se remontan a la Antigua Roma, especialmente a las festividades conocidas como las Lupercales.
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Para comprender por qué febrero se llama febrero, es esencial sumergirse en el fascinante mundo de las februa y su conexión con estas celebraciones milenarias.
El legado de las Lupercales
Las Lupercales eran celebraciones antiguas que tenían lugar cada año del 13 al 15 de febrero en honor a Lupercus, el dios romano de los pastores y los rebaños. Durante estas festividades, los sacerdotes lupercos realizaban rituales para alejar el mal y promover la fertilidad en la tierra y la sociedad.
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En estas ceremonias, se usaban tiras de piel de cabra llamadas 'februa' como instrumentos de purificación. Los sacerdotes, vestidos solo con pieles de cabra, realizaban un ritual en dos partes. Primero, se sacrificaban cabras y perros en honor a Lupercus. Luego, las tiras de piel se sumergían en la sangre de los animales sacrificados y se utilizaban para golpear suavemente a las personas en las calles de Roma.
Este acto de golpear con las 'februa' no era un castigo, sino más bien una bendición. Se creía que esta práctica purificaba y otorgaba fertilidad a aquellos que eran tocados. Las mujeres que buscaban la fertilidad a menudo se ofrecían voluntarias para ser golpeadas con tiras de piel de cabra durante la ceremonia.
El mes de purificación y fertilidad
La asociación entre febrero y las Lupercales ha dejado una marca indeleble en la denominación del segundo mes del año. El término 'febrero' se deriva del latín 'Februarius', que significa 'perteneciente a Februa'. Este nombre refleja la conexión intrínseca entre el mes y las ceremonias de purificación que tenían lugar durante las Lupercales.
Aunque las Lupercales fueron oficialmente prohibidas por el Papa Gelasio I en el año 494 d.C. debido a sus connotaciones paganas, la influencia de estas festividades sigue presente en la denominación y en la tradición asociada con febrero.
El calendario juliano
Antes de la reforma del calendario realizada por Julio César en el 45 a.C., febrero originalmente tenía 29 días. Sin embargo, el emperador Augusto ajustó el calendario en el año 8 a.C., reduciendo los días de febrero a 28, y 29 en años bisiestos, para equilibrar mejor la duración de los meses.
El ajuste del calendario no afectó el nombre del mes ni su conexión con las Lupercales. Febrero continuó siendo un mes de purificación y fertilidad, y su designación en honor a las februa persistió a lo largo del tiempo.
Febrero en la actualidad
Aunque las Lupercales y los rituales asociados con las februa han desaparecido en gran medida de la conciencia moderna, febrero conserva su nombre y sigue siendo un mes único en el calendario. Su brevedad y su estatus como el único mes con menos de 30 días le otorgan un carácter distintivo.
Hoy en día, febrero puede ser considerado el mes de la purificación y la reflexión, una oportunidad para renovar propósitos y prepararse para la llegada de la primavera. Aunque las tiras de piel de cabra ya no recorren las calles de las ciudades, la conexión entre febrero y las antiguas Lupercales sigue viva en el mismo nombre del mes.
Febrero se llama así debido a su vínculo intrínseco con las Lupercales romanas y los rituales de purificación y fertilidad que caracterizaban a estas festividades. Las februa, instrumentos de purificación utilizados durante las ceremonias, dejaron una huella indeleble en el nombre del mes, recordándonos la rica historia que yace detrás de la nomenclatura de nuestro calendario.