A unos pocos kilómetros de la ciudad de Chisináu se encuentra un lugar espectacular, casi único en todo el mundo. Se trata de un complejo extenso de túneles y laberintos subterráneos en la capital de la pequeña exrepública soviética de Moldavia, el país menos visitado del mundo, que alberga una pequeña bodega estatal llamada Cricova. Dentro de sus paredes, se guardan las colecciones personales de vinos de figuras como Vladímir Putin, Angela Merkel o Joe Biden.
Con casi 100 kilómetros de longitud y a unos 80 metros bajo el nivel del mar, esta bodega fue fundada en 1952, cuando Moldavia pertenecía a la Unión Soviética, gracias a un decreto de Stalin. Actualmente, es la bodega más grande y prestigiosa del país y produce más de 150 tipos de vino, que van desde los famosos Pinot Noir o Cabernet Sauvignon hasta algunos tipos menos conocidos como el Rkatiteli o el Aligote.
Su reputación se sostiene en gran parte gracias a los rigurosos controles de calidad a los que es sometido el vino en su proceso de elaboración. Los 30 millones de litros que alberga la bodega se mantienen a una temperatura constante de 12 a 14 grados centígrados, garantizando de esta manera la preservación óptima de la calidad de cada botella.
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Además, para mejorar el sabor del vino espumoso, se emplea una técnica singular: cada botella se gira 45 grados cada dos días. Esta tarea la realizan cinco mujeres, que cada día rotan hasta 35.000 botellas.
Un interior lleno de lujo
Cricova es una de las grandes atracciones turísticas de los visitantes del país. Los cientos de túneles que componen este complejo subterráneo único albergan una curiosa mezcla que incluye desde coches hasta un pequeño tren rojo destinado a transportar a los turistas. Incluso hay un pequeño automóvil chapado en oro reservado para las visitas de Putin.
Este movimiento constante ha convertido las calles subterráneas de la bodega en un escenario que incluye semáforos y señales de tráfico. Cada calle, además, recibe el nombre de un vino en particular, coincidiendo con las botellas que se guardan en las paredes adyacentes.
La bodega también alberga cinco majestuosas salas de degustación, todas ellas dotadas de un mobiliario lujoso y una exquisita madera tallada por los mejores artesanos moldavos. Entre ellas encontramos el Salón Europeo, diseñado para congresos y reuniones de negocios; la Sala Sea Bottom, con un techo de piedra caliza y una atmósfera de sonidos submarinos; la Sala Presidencia, reservada para reuniones de alto calibre, incluyendo la recepción de diferentes líderes de todo el mundo; la sala Chimenea, un espacio íntimo para cenas privadas; y la Casa Grande, diseñada para emular la estética de una casa tradicional moldava, con sus características vigas de madera.
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Vino y política
Además de la producción de vino, Cricova contiene todo un sector dedicado a colecciones privadas de antiguos y actuales líderes estatales o familias reales. De las casi 1,3 millones de botellas que resguarda, la colección más famosa es la que perteneció a la mano derecha de Hitler y jefe de las SS: Hermann Göring. El líder nazi llegó a guardar ahí más de 2.000 exclusivas botellas que extraía de los países ocupados por los nazis, entre las que se incluían botellas de Mosel, Burdeos, Oporto, Tokay y Chablis.
Tras el final de la guerra, los soldados soviéticos se llevaron muchas botellas a Moscú como un botín de guerra y muchas de ellas se consumieron. El resto de la colección aún se puede encontrar en Cricova.
Hoy en día, la bodega también alberga las colecciones de líderes mundiales que han visitado Moldavia como la excanciller alemana Angela Merkel o el actual presidente Joe Biden. Putin, por su parte, tiene una colección en la bodega desde 2002 y es ahí donde eligió celebrar su 50 cumpleaños.