La felicidad se puede comprar. Esto es algo que ha sido avalado por diversos estudios. Sin embargo, hay un factor muy importante dentro de la fórmula de la felicidad y tiene que ver con los procesos que se producen en nuestro cerebro. En 2015, investigadores de la Universidad de Kioto localizaron la zona del cerebro donde se desarrollaba el proceso de la felicidad: en la precuña, una zona de parte del lóbulo parietal superior oculto en la fisura longitudinal medial entre los dos hemisferios cerebrales.
Si bien es cierto que los neurólogos localizaron la zona feliz en nuestro organismo, no dieron con el mecanismo neuronal que hace que la felicidad se manifieste en un primer momento. Además, admitieron que existía una condición subjetiva por la que algunas personas experimentaban la felicidad de una manera más intensa que otras.
La filosofía antigua ha contemplado la felicidad como un ideal al que aspirar. Dentro de los que se atrevieron a buscar su definición están Aristóteles o Epicuro, que concebían la felicidad como último fin del ser humano. Aristóteles aseguraba que la felicidad se podía alcanzar si se tenían: bienes externos, como la riqueza, la fama o el poder, bienes del cuerpo, como la salud o el placer y bienes del alma, como la contemplación o la sabiduría.
Por otro lado, la ciencia, siguiendo los postulados filosóficos, reconoce la subjetividad que existe en torno a la felicidad. Pero va más allá y trata de analizar los procesos cognitivos que nos hacen felices. Luis Moya Albiol, catedrático de psicobiología de ka Universidad de Valencia y coautor del libro Escucha tu cerebro: La clave de la neurofelicidad (Plataforma Editorial, 2015), ha desvelado cuáles son los entresijos del cerebro, según la ciencia, para lograr alcanzar el dorado de la felicidad.
La clave de la neurofelicidad
La neurofelicidad es un concepto relativamente nuevo. "Combina los conocimientos de la psicología positiva, que reconoce las fortalezas de las personas, y de la neurociencia", explica Moya.
Los cuatro pilares de la neurofelicidad
- La fuerza en el yo: la autoestima, querer animarse, disfrutar de la compañía en soledad, la meditación, el sentido del humor, etc.
- Disfrutar de los sentidos: vivir el momento presente, la alimentación, el sexo, el movimiento, el baile, la lectura, etc.
- Compartir con los demás: el amor a los seres queridos, el apoyo social, la confianza y la cooperación, la generosidad, el optimismo, etc.
- Evitar lo que nos aleje de la felicidad: no tener miedo, no sentir culpa ni vergüenza, no renunciar al sueño reparador, etc.
Al preguntarle si es lo mismo estar feliz que serlo, Moya Albiol aclara que "se puede entender la felicidad como un estado o como un rasgo". "Estar feliz tiene que ver con cómo estamos en el día a día", explica. Y en este sentido "es importante tener consciencia de ese bienestar. Lo que significa saber "que estamos donde queremos, con quien queremos y disfrutando de la vida", añade. Y, "ser feliz es una base que tiene que ver con la vida", distingue Moya Albiol.
Fisiológicamente, cuando uno experimenta felicidad, "se producen cambios en el cerebro", explica Moya Albiol. Y se producen, sobre todo, en la amígdala, que "cuando se hiperactiva se experimentan emociones que no nos permiten ser felices", y en la corteza prefrontal.
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La felicidad también se manifiesta gracias a cambios neuroquímicos. Moya señala que "hay diversos neurotransmisores que están vinculados con la felicidad". Y menciona el más importante: la dopamina -vinculada con el placer- y la serotonina -responsable de la estabilidad emocional-.
Otro aspecto por el cual se puede medir la felicidad son las alteraciones hormonales. "Los aumentos del cortisol están vinculados al estrés y nos alejan de la felicidad". Otra hormona importante en la receta para la felicidad es la oxitocina. "Es una hormona relacionada con la conducta social que nos hacen sentir bien".
Por qué somos felices
Cuando se habla de la receta de la felicidad, se suele hacer referencia a la notoria pirámide de necesidades de Maslow, una de las principales teorías sobre cuáles serían los requisitos concretos para ser feliz. Otra teoría popular es el gráfico circular de la felicidad, propuesto en un artículo de 2005 publicado en la revista Review of General Psychology.
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En aquel momento, se dividió la felicidad en varios componentes: el 50% de tu felicidad viene determinado por tus genes y el 10% por las circunstancias de tu vida, el 40% viene determinado por tus actividades diarias. Lo que esta teoría no explica es cómo se relaciona el entorno con la genética.
Pueblerinos y urbanitas
Otro estudio confirmaba lo que muchos nos temíamos: que las personas de pueblo vivían más felices que las de ciudad. Esto se debe principalmente al estilo de vida: los urbanitas
El riesgo de sufrir depresión —el trastorno más frecuente en el mundo—, psicosis o trastornos de ansiedad generalizada es mayor en los habitantes de las zonas urbanas, según varios estudios.
Se ha detectado que hay varios factores que incrementan la probabilidad de desarrollar trastornos psicológicos. Y algunos ellos están relacionados con el entorno, como el acceso reducido a espacios verdes, los altos niveles de contaminación acústica y atmosférica. También existen factores de riesgo sociales, como la soledad, la delincuencia percibida y real y las desigualdades sociales.
Las personas felices no viven con emociones positivas todo el tiempo. Es más, si se obligaran a hacerlo, su salud podría peligrar. Una investigación de 2019 apuntó que suprimir las emociones negativas es “una barrera para la buena salud”.
Seas de donde seas, lo que Moya Albiol recomienda para ser feliz es "no tener miedo a serlo" e "integrar en positivo lo que nos va ocurriendo en la vida".