La comida rápida no es un invento reciente. En Nueva York, los Food Trucks -carritos callejeros- ya acercaban el sustento alimenticio a los trabajadores varios siglos atrás.
La imagen más conocida, del almuerzo apresurado, llegaba al mundo desde la gran urbe norteamericana. Sin embargo, ninguna de las recetas se creó en la ciudad neoyorkina. Los inmigrantes italianos llevaron su pizza, a finales del siglo XIX. Los “filetes de Hamburgo” llegaron con los inmigrantes alemanes en la misma época, y otros trabajadores europeos añadieron el pollo frito, al Sur de los Estados Unidos. Desde entonces, estos platos tan internacionales se fueron popularizando al ritmo de la industrialización.
La pizza italiana
Es una de las comidas más saboreadas en el mundo, aunque no se inventó en Italia. Fueron los antiguos griegos quienes la crearon con el nombre de “plakuntos”, un pan plano sobre el que se colocaban hierbas, aceites, cebollas y especias. Los soldados persas también añadían queso fundido y patatas. Pero, sin duda, la ciudad italiana reconocida como la cuna de la pizza es Nápoles.
La urbe, que convive con el desafiante Vesubio, tiene carácter. Nápoles es el núcleo urbano más importante del sur de Italia. Su casco histórico está repleto de iglesias y hermosos edificios antiguos, especialmente en Vía Tribunal, pero todo el barrio de Spaccanapoli rebosa personalidad. La vida napolitana se observa desde los balcones, entre palacetes, tiendas y restaurantes de comida casera.
Su Catedral fue construida sobre un templo anterior dedicado al dios Apolo. El magnífico edificio luce diferentes estilos arquitectónicos como el gótico o el barroco. En su magnífica “capilla del tesoro”, y custodia muchas joyas y reliquias célebres como la sangre de San Gennaro, patrón de Nápoles. La Basílica de Santa Clara es otro de los templos más visitados de entre los muchos que se reparten por las calles y las hermosas plazas. Y, tampoco faltan castillos.
El Castel dell'Ovo, una ciudadela fortificada construida en el siglo XII, fue residencia real y prisión. Su salas y galerías compiten con sus maravillosas terrazas. Este castillo es uno de los más concurridos, al atardecer, para contemplar la bahía y la ciudad con el Vesubio de fondo. Unas vistas magníficas que también se observan desde otros castillos como el de Sant'Elmo.
La hamburguesa, de Hamburgo
Tampoco la creación de la carne picada con especias es alemana. Al parecer, los soldados romanos ya consumían un alimento muy similar. Y, en la Edad Media, las tropas del emperador mongol Gengis Kan colocaban los trozos de carne, aderezados, bajo sus sillas de montar. El trote y el calor se encargaban de macerarlos o, al menos, calentarlos. Posteriores intercambios comerciales se encargaron de extender la receta hasta llegar al gran puerto europeo. Así, la ciudad alemana de Hamburgo dio nombre al medallón de carne “molida” más consumido del mundo.
Hamburgo, la ciudad portuaria del viejo continente, destaca por su casco antiguo y, también, por sus zonas verdes, museos, centros culturales, ríos, canales y lagos artificiales. El río Alster cruza Hamburgo por el centro histórico permitiendo la creación dos lagos artificiales, uno de ellos cercano a la Plaza del Ayuntamiento. El edificio del consistorio, de estilo neo-renacentista, presume de una magnífica fachada y una preciosa torre central de 112 metros de altura.
La torre de la Iglesia de San Miguel, coronada por una imagen de cobre del Arcángel, alcanza los 132 metros y es un magnífico mirador sobre el centro de la ciudad, el río Elba y el puerto.
El distrito portuario de la ciudad, Hafen City, es famoso por poseer la mayor área de almacenes del mundo. Unas construcciones muy características, de ladrillo rojo y estilo gótico. El conjunto fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y constituye uno de los grandes atractivo durante la navegación por los canales.
Pollo frito, de origen incierto
Al parecer, tanto las culturas milenarias de China y Egipto como los antiguos griegos y los romanos ya cocinaban pollo frito. Durante la Edad Media se hizo popular en casi toda Europa y fue muy consumido en los tiempos de las Cruzadas. Y dicen que fueron los escoceses los que lo llevaron al Nuevo Mundo. Sin embargo, los esclavos africanos le añadieron los condimentos y las especias que proporcionaron mayor sabor a esta estrella del “fast food”. La fórmula de freír el pollo en grasas se atribuye a los escoceses y Edimburgo existía ya en el siglo I como asentamiento romano.
Tres acantilados y una sola vía de entrada conforman la colina de Castle Rock, sobre la que se alza el imponente castillo de Edimburgo. La explanada de acceso está flanqueada por las estatuas de los grandes héroes escoceses, Robert the Bruce y William Wallace. En el interior de las murallas, la fortaleza esconde edificios como la Casa del Gobernador y los alojamientos de los militares, actualmente convertidos en museos.
Al acceder a las almenas del castillo se observan las baterías de cañones de Argyle y Mills Mount, y el One O'Clock Gun que dispara la señal horaria a la una de la tarde. El Royal Palace alberga las Joyas de la Corona escocesa. En la parte más alta de la colina se encuentra el edificio más antiguo de Edimburgo, la capilla de Santa Margarita.
La Royal Mile, que parte de la explanada del castillo, es la calle más famosa de la capital escocesa y a su alrededor se extiende la ciudad medieval. Callejones encantadores y preciosos patios trasladan al visitante a épocas de leyendas y fantasmas. Esta calle principal de la ciudad vieja comunica el Castillo de Edimburgo con el Palacio de Holyrood. Abadía, y fortaleza, sirvió de residencia a los reyes y reinas de Escocia desde el siglo XV. En sus estancias se conserva mobiliario de la época, además del dormitorio de María Estuardo y el Salón del Trono.
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