La entrada de Vox en el gobierno del Ayuntamiento de Valencia es una mala noticia. Se incorpora a la gestión de la tercera capital de España una formación que, además de su pesada mochila ideológica, ha debutado en el municipio con una sobredosis de ruido y la banalidad.
Durante las semanas previas a este pacto, Juanma Badenas, el nuevo segundo teniente de alcalde, se excedió contra la alcaldesa, María José Catalá. Llegó a decir de ella que "no tiene ni idea de la política". También trató de ridiculizarla llamándola "Mari Grezzi", comparándola con el célebre concejal de Compromís.
Causa estupor que un dirigente con esta actitud se haya convertido en la tercera autoridad del Ejecutivo local. Se puede llegar a comprender que, en campaña, recurriera a bufonadas para captar la atención como "barrer las calles de catalanismo" o posar con un martillo hidráulico con el que iba a eliminar carriles bici.
También se enmarca en la lógica política que Vox, si su objetivo era entrar en el Gobierno local a toda costa, adoptara una posición frontal contra todas las iniciativas de Catalá, aunque estas consistieran en una importante bajada de impuestos.
Pero la actitud altiva y grosera que ha demostrado contra los que hoy son sus compañeros de gobierno es un mal sustrato en el que sembrar una coalición.
En EL ESPAÑOL aplaudimos que Catalá optara inicialmente por un gobierno en solitario. Ha sido un intento loable de dejar fuera de la gestión a un partido radical, y los cuatro meses de desgaste han servido, al menos, para rebajar las elevadas expectativas que tenía Badenas, que aspiraba a ser vicealcalde.
La estrategia elegida, sin embargo, ha aflorado la inquina de Vox, algo que no le ha ocurrido a Carlos Mazón en la Generalitat Valenciana. Catalá logrará diluir y dulcificar a su socio a medio plazo. Todos los dirigentes del PP lo acaban consiguiendo donde han dado entrada a Vox. Pero, si este iba a ser el final, era más eficiente formalizar un pacto rápido, como en la Comunitat.
Sin duda, en la decisión también ha pesado el contexto autonómico. En otro escenario, Catalá habría podido presumir de cordón sanitario a Vox. Habría podido explicar mejor que las dificultades de gobernar en minoría merecían la pena.
Yo, sin embargo, soy de los que defiende que sí era posible mantener un discurso dual. El PP tenía el argumento clave: Mazón necesitaba los votos de Vox para ser investido. Catalá, no, porque en los consistorios se encumbra a la lista más votada cuando no hay mayoría absoluta.
Era un mensaje potente, el de gobernar en solitario sin caer en chantajes en una institución tan importante como el Ayuntamiento de Valencia. Desde luego que no iba a ser fácil, porque las ordenanzas y los presupuestos habrían exigido una incómoda negociación. Pero tampoco lo habría sido para Vox.
¿Cómo pretendían explicar los de Santiago Abascal que votaban en contra de unos presupuestos de tinte liberal? ¿Habría comprendido su electorado que se opusieran a una rebaja de impuestos, tal y como amenazaban?
Fue el propio Partido Popular el que, en el año 2013, se anticipó a la fragmentación política que llegaría en 2015 y reforzó las Juntas de Gobierno para garantizar la gobernabilidad de los consistorios en minoría.
La filosofía introducida en la Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local es muy sencilla. Si a la oposición le dan los números para una moción de censura, pero no la hace, el alcalde en minoría tiene el deber y el derecho de Gobernar.
Así lo hizo durante un tiempo el socialista Juan Antonio Sagredo en Paterna. Y así quiere hacerlo ahora la alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón (Foro Asturias), que ha expulsado a Vox por sus salidas de tono en la concejalía de Cultura.
Yo confiaba en que las excentricidades de Badenas empujaran a María José Catalá a intentarlo. Como dice mi amigo Javier Cavanilles, la esperanza fue lo último que perdí.
Solo nos queda confiar en que Catalá encauce a Badenas hacia la institucionalidad. Tiene trabajo por delante. El portavoz de Vox no fue capaz de evitar polémicas ni en la presentación del pacto de Gobierno. Criticó la existencia de los Gay Games que acogerá la ciudad, y evitó disculparse por sus exabruptos. Dijo, con aparente ironía, que todo había sido eso, ironía.
También cabe apelar a su responsabilidad. La trayectoria política de Badenas acaba de comenzar. Su bagaje es una campaña electoral y cuatro meses de concejal sin funciones. Tiene toda una legislatura por delante para virar hacia la seriedad. Y debe hacerlo, si su intención es perdurar.
La política de megáfono y chascarrillo solo sirve para amplificar el vocerío estatal de Vox. Donde tiene terreno por conquistar es en el contacto directo con la sociedad civil.
Tendrá que trabajar en las áreas de Empleo, Fiestas, Familia, Mayores y Parques y Jardines, que son las que ha recibido, para que Vox sea percibido como un partido que aporta a la gestión. De lo contrario, el grueso de sus votantes escogerá la papeleta de Catalá en las elecciones municipales de 2027.