Tengo la suerte de conocer al periodista Eloy Méndez, redactor jefe de La Nueva España de Gijón. Coincidimos hace 15 años en un viaje a Italia y mantenemos el contacto desde entonces. Este viernes le llamé para felicitarle. Por partida doble.
En primer lugar, porque fue su periódico el que reveló la severa decisión de Carmen Moriyón. La alcaldesa de Foro Asturias ha expulsado a Vox del Gobierno municipal. El segundo motivo era la propia noticia.
-¿Y por qué te interesa de repente lo que pasa en Gijón?
-Porque aquí tenemos a Vox aporreando la puerta del Ayuntamiento de Valencia, y os están poniendo como ejemplo de resistencia.
Le expliqué que la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, coquetea con dejarles entrar en el Gobierno, pero que lo posterga, al menos por el momento. Le expuse los motivos por los que no lo descarta: la manida ingobernabilidad, la penitencia de tener que negociar cada cuestión para sacar adelante la acción municipal en los plenos y comisiones.
Todas esas razones, me replicó, pesaron para que Foro Asturias -formación regionalista- incorporara a Vox a su Ejecutivo. En su caso, ganó las elecciones el PSOE, y el apoyo de Vox era imprescindible para llegar a gobernar. Pero, en muy poco tiempo, han pesado más las contrapartidas.
Eloy me hizo un breve repaso de los desencuentros entre Moriyón y Vox. Se los resumiría, pero se los pueden imaginar. Colmaron el vaso los cambios que pretendía introducir la concejal de Festejos en el Festival Internacional de Cine de Xixón (FICX).
La edil, Sara Álvarez, de forma unilateral, anunció un galardón para premiar "los valores que defiende Vox". También contemplaba eliminar en próximas ediciones los premios que vinculan el festival con el colectivo LGTBI, el uso del asturiano o el feminismo.
Son las mismas fijaciones que Vox tiene en la Comunitat Valenciana y en el resto de España, porque todos sus representantes territoriales son meros hologramas del líder nacional, Santiago Abascal. Allí donde tiene acceso al poder, el partido despliega la misma agenda retrógrada. Por suerte, con más ruido que acción política.
Eso y no otra cosa le espera a María José Catalá si finalmente incorpora a Vox a su Gobierno. Ruido. Y en el caso de Valencia, con un agravante: la mala educación y los ataques personales del portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Valencia, Juan Manuel Badenas.
El dirigente está protagonizando un esperpento creciente. Parece dispuesto a disputarle a Giuseppe Grezzi (Compromís) el título de trol de la oposición.
Su peculiar estrategia para entrar en el Ejecutivo municipal consiste en desmerecer abiertamente la acción de Gobierno de Catalá. Este viernes concedió una estridente entrevista en Les Notícies del Matí, programa de la radiotelevisión pública valenciana, À Punt. Tras escucharla, procede felicitar al periodista, Óscar Martínez, y compadecer a los vecinos de la capital del Turia.
En un derroche de ingenio, llegó a afirmar que la alcaldesa tiene "ribotics", es decir: tics del exalcalde de Compromís, Joan Ribó. Y fue mucho más allá.
Badenas, que acaba de llegar a las instituciones, afirmó que "la señora Catalá no tiene ni idea de la acción política, de ponerse de acuerdo con el otro". "Vive en su mundo cerrado, con sus concejales, y se cree que ella sola puede hacer las cosas sin tener la fuerza democrática necesaria", dijo.
Causa sonrojo escuchar a un adolescente político como Badenas decir que Catalá no tiene "ni idea de la acción política". Deberá cambiar mucho este catedrático del mansplaining para ser digno del Gobierno local. De momento solo merece un portazo como el que Vox se ha llevado en Gijón.
Por si el ideario de Vox no fuera argumento suficiente para cerrar la puerta a Vox, Badenas ha escogido la inexplicable vía del desprecio para solicitar el acceso al equipo de gobierno.
Debió mantener la calma, subrayar que el Ayuntamiento de Valencia es la excepción, que son muchos los consistorios donde el PP sí gobierna con Vox. Tenía argumentos de sobra, como promulgar que la estrategia de Catalá perjudica a la de Carlos Mazón, quien ha apostado por gobernar con ellos y diluirlos lentamente.
En efecto, en el PP algunos sostienen que Catalá se equivocó al explorar un gobierno en minoría y postergar el pacto con Vox. "Ya tendría un escenario de estabilidad si les hubiera dejado entrar", especulan. Solo el tiempo dirá qué fórmula era la más adecuada para sobrellevar a Vox.
Pero, llegados a este punto, la alcaldesa, al menos a medio plazo, debería reafirmarse en su estrategia y alejar de su Gobierno a un dirigente que ni siquiera la respeta.
El ejemplo de Gijón debe servirle de inspiración. Porque la ruptura con Vox puede tener duras consecuencias, como no poder sacar adelante los presupuestos o ver tumbadas determinadas iniciativas de su Gobierno. Pero también es una oportunidad.
Catalá, como Moriyón, puede convertirse en un referente femenino nacional del freno a los postulados de Vox. Haber sido investida como lista más votada -privilegio del que carecía Mazón a nivel autonómico- le brinda esta posibilidad.