Una ciudad la conforman sus habitantes, sus edificios, sus calles y sus mares pero, sin duda, también sus monumentos. Piezas de piedra, bronce o hierro que, minuciosamente esculpidas, representan a personajes que serán recordados por los siglos, rememoran importantes acontecimientos de la historia o simplemente adornan majestuosamente las plazas de la ciudad.
En Vigo son muchas las obras que se encuentran por sus calles y que, con el paso de tiempo, se han ido convirtiendo en símbolos para la ciudadanía. Muchas de ellas son elementos indispensables que a día de hoy, no solo homenajean hechos y personajes pasados, sino que han pasado a formar parte del imaginario vigués.
Monumento a los caballos
Este grupo escultórico de 1991 es uno de los más representativos de la ciudad olívica. Preside la rotonda de una de las principales entradas a Vigo, la Plaza de España.
Hasta la llegada del dinoseto, esta monumental escultura era el punto de la ciudad más fotografiado. Se trata de una escultura en bronce obra de Juan Oliveira Viéitez, apasionado de los caballos desde su infancia y autor de otras esculturas viguesas como El rapto de Europa o los caballos del Teatro García Barbón, Afundación.
Escultura de Manuel Castro
Esta escultura es otra de las archiconocidas de la ciudad de Vigo, no solo por estar situada en la calle peatonal más transitada, sino por representar a un personaje muy querido por la ciudadanía.
Manuel Castro era un vendedor de prensa vigués muy conocido. Su rasgo más característico era su dominio de los malabares y equilibrios con la prensa, posando el periódico sobre su dedo índice y dejando maravillado a todo el mundo a su alrededor. No es extraño ver a esta escultura sin su característico periódico, ya que ha sido víctima de los vándalos en numerosas ocasiones.
El Sireno
El Sireno es el símbolo de Vigo por excelencia, no exento de polémicas en sus inicios. Fue encomendado al escultor Francisco Leiro, que optó por diseñar un "hombre-pez" que no estuvo falto de críticas.
El día de su inauguración no se convocó a la prensa ni ningún político se acerco al "acto". Sin embargo, hoy es parte fundamental de la ciudad y ha sido plasmado en múltiples ocasiones en ilustraciones y obras de arte que buscaban representar Vigo. Aunque algunos aún se empeñan en criticar su estética, la mayoría de los vigueses le tienen un cariño especial.
La Farola de Urzaiz
Esta maravillosa farola, obra de Jenaro de la Fuente, es y ha sido el punto de encuentro de los vigueses de diferentes generaciones. No hay un habitante de la ciudad que no haya dicho o escuchado la frase "¿quedamos en la farola?".
Construida en piedra y bronce, con veinte toneladas de peso y siete metros de altura, fue colocada en el emplazamiento en el que se encuentra actualmente en 1932. En 1972 se trasladó a Bouzas para la I Feria Mundial de Pesca, pero posteriormente fue devuelta a su lugar de origen.
La puerta del Atlántico
Esta gran escultura del barrio de Traviesas se encuentra en la recientemente remodelada rotonda de Plaza América. Su significado es muy representativo para la ciudad ya que homenajea a todos aquellos emigrantes gallegos que tomaron enormes buques en el Puerto de Vigo rumbo a las Américas, dejando atrás su tierra y a su familia.
Sus 14 metros de altura y 427 toneladas de peso han sido testigos de infinidad de celebraciones del RC Celta de Vigo y han presenciado la emoción el día de las campanadas de Año Nuevo. Es obra del escultor Silverio Rivas y data de 1990.
Estatua de los rederos
La Estatua de los rederos, o Monumento al trabajo, es popularmente conocida en la ciudad como "Los forzudos". Está situada en la calle Gran Vía, y la forman siete marineros en bronce que tiran de una enorme red.
La obra homenajea a los trabajadores del mar pero al mismo tiempo representa a toda la ciudad de Vigo, a su industria y a los propios vigueses. Hace dos años sembró la polémica ante la previsión del gobierno municipal de trasladarla. Su autor, Ramón Conde, aseguró que había sido esculpida para el lugar en el que está situada y que no sería posible desplazarla, algo que ratificó la Xunta en diciembre de 2020 afirmando que su traslado es contrario al planteamiento municipal.
El Nadador
Este conjunto escultórico está formado por dos figuras, una en As Avenidas muy próxima a la piscina del Real Club Náutico, y la otra en plena Plaza de la Estrella. Las dos están realizadas por el escultor Francisco Leiro y representan al mismo nadador en dos momentos diferentes.
Ambas muestran al nadador semisumergido, como si el cemento de la calle se hubiese tornado líquido a su paso. Estas esculturas se encuentran en un punto muy concurrido de la ciudad olívica, por lo que, sin duda, son sobradamente conocidas por todos sus habitantes.
Monumento al herrero
Situada en la plaza de Eugenio Fadrique, esta escultura en hierro, realizada por el vigués Guillermo Steinbruggen Lago, es un homenaje a todos los obreros del sector metalúrgico. Este es un sector muy representativo para la ciudad de Vigo, ya que gran parte de la actividad industrial ha girado en torno a él.
El propio artista, trasladado a Alemania en 1965, realizó ingeniería naval en un astillero de Hamburgo. Esta escultura fue la primera obra modernista de la ciudad, se colocó en 1970 y fue ejecutada ensamblando cada pieza una a una.
Monumento a los héroes de la Reconquista
Esta escultura se mandó construir en el primer centenario de la Reconquista de Vigo, en 1909. Sin embargo, aunque se inició su elaboración en 1915 en la zona del Mercado de A Pedra, no fue hasta 1947 cuando se inauguró por fin en la Plaza de España. Es obra de Julio González Pola y, tras su fallecimiento, de su colaborador Juan Adsuara Ramos.
Algunos podrían considerarla una escultura itinerante, pues se vuelve a trasladar en 1967 a su actual ubicación, la Plaza de la Independencia. Cada año, antes de la celebración de la Reconquista, se lleva a cabo un pequeño homenaje en el que se coloca una corona de laurel en honor a los héroes de aquella hazaña. Aunque el resto del año pase un tanto desapercibida es, sin duda, un símbolo de la historia de la ciudad.
El Olivo
Aunque no se trata de una escultura en piedra, el Olivo de Vigo es uno de los símbolos más representativos de la ciudad. Podría decirse que es el nieto del olivo que le dio el sobrenombre a "la ciudad olívica".
Este monumento vivo, es visitado habitualmente por aquellos que recorren el paseo de Alfonso XII, majestuoso y expectante desde 1859. A sus pies se encuentra una placa de bronce instalada en 1932 con una promesa de los vigueses ante el árbol: "Dentro de esta verja, ofrenda de los vigueses a su árbol simbólico, queda hoy depositada por ellos la promesa firme de su amor, de su lealtad y de su abnegación por la ciudad amada. 14-Agosto-1932".