Imagina estar embarazada —o que alguna familiar lo esté— y que la única forma de conseguir atención médica sea recorrer un camino de barro de 15 kilómetros, y a oscuras. Esta, explica Amidou Nshimirama, coordinador de proyectos y experto en desarrollo rural, es la situación que tenían que enfrentar las mujeres de Ndava, una pequeña aldea que pertenece a la comuna de Muhanga en la provincia burundesa de Kayanza. Y además, en ese centro, explica, "no tienen la garantía de una atención adecuada para todos los casos".
[Un niño menor de 5 años muere cada 6 segundos en el mundo: “Es una tragedia que se podría evitar”]
En los más graves, recuerda, "tenían que desplazarse a un hospital a 40 kilómetros de la comunidad". La solución a esta precaria situación la trajo el Centro de Salud Materno-Infantil San Lucas, inaugurado por la Asociación Solidaria Universitaria (ASU) en 2021. Esta iniciativa fue fruto de la colaboración y financiación de varias entidades, como la concedida por la Convocatoria Anual de Ayudas a Proyectos Sociales de la Fundación Mutua Madrileña.
Desde entonces, este centro ha asistido más de 1.000 partos y ha atendido alrededor de 33.500 consultas ambulatorias. "Desde ASU queríamos abordar un proyecto que permitiese a la gente nacer en un lugar digno y seguro", cuenta Gaspar González-Palenzuela, director del proyecto. Y recuerda que en Burundi la segunda causa de mortalidad está relacionada con los partos.
Según los datos más recientes de Unicef, 52 de cada 1.000 niños menores de 5 años fallecen. Y, en neonatos —bebés de hasta 4 semanas de vida—, la proporción es de 20. Nshimirama recuerda la lamentable situación que vivían las 18.525 personas de las cinco comunas de la zona: "Había madres que perdían la vida intentando dar a luz en sus hogares y otras que rompían aguas de camino hacia el hospital andando en la oscuridad total". Pero ahora, la situación es distinta.
Además de atender a las madres en su alumbramiento y a contar con un seguimiento adecuado para que el crecimiento de los bebés no atraviese complicaciones, explica Nshimirama, "está ayudando a mucha gente administrando el tratamiento para paliar la malaria, las heridas leves o las vacunas".
"Un parto y medio al día"
"De media, atendemos un parto y medio o dos al día", explica González-Palenzuela. Pero esta no es la única clase de atención que se administra. Ginecología, Obstetricia, Pediatría y Atención Primaria, los servicios son variados y cuentan con al menos un especialista para cada una de estas especialidades.
Y todos ellos son personas locales. "Hay unos 15 empleados en el centro y, desde su seguridad y mantenimiento hasta las personas en la recepción, son personas burundesas cualificadas", aclara González-Palenzuela. Es la oenegé quien sufraga los gastos en personal, con la colaboración del Ministerio de Sanidad del país.
A pesar de tratarse de un centro de titularidad privada, la mayoría de las personas que ingresan obtienen servicios médicos gratuitos. Burundi es uno de los países más pobres del mundo, con un PIB per cápita de apenas 233 dólares estadounidenses, según los últimos datos del Banco Mundial. Por eso, el dinero sigue siendo una barrera muy grande para un acceso digno a la salud.
"Alrededor del 90% de las atenciones son gratuitas", cuenta el responsable de ASU. Y, en el caso de los que acceden a pagar, lo hacen porque no queda más remedio. Hay algunos trámites administrativos y medicamentos que el gobierno obliga a abonar.
La sostenibilidad, según esta oenegé, es muy importante. "Por eso hemos tratado desde el principio de incorporar al gobierno burundés y al local para que nos acompañen en el centro", explica González-Palenzuela. ASU quería incorporar el nodo institucional a la red que sostiene el día a día del centro materno-infantil para que en un futuro se pudiera pasar el testigo a la población local.
Trabajo en red
Actualmente, ASU está asumiendo el coste total del mantenimiento de este centro. "El proyecto de arquitectura lo hicimos nosotros, conseguimos el dinero y construimos el centro, lo equipamos y lo pusimos en marcha", recuerda González-Palenzuela. Y en todo ese camino se han apoyado en algunos referentes locales, como Nshimirama o el padre Apollinaire Bangayimbaga, rector de la Universidad de Ngozi.
"Nshimirama coordina el día a día de los proyectos de ASU en la zona y además nos ayuda con la comunicación con la población de las comunas —que solo habla kirundi—, ya que gran parte de la población de las comunas solo habla kirundi, y el padre Bangayimbaga es nuestro enlace en el país", explican desde ASU.
Además, se han establecido contactos con funcionarios públicos y responsables políticos para que la carga económica no sea tan grande. "Les propusimos que ellos se hicieran cargo de los salarios del personal médico y accedieron a sufragar el coste de algunos servicios", señala González-Palenzuela. Así fue como se estableció un valioso acuerdo de colaboración bajo el cual la administración burundesa reembolsa a ASU el coste en el mantenimiento del personal sanitario.
Una labor multiservicio
Las instalaciones del centro comprenden cuenta con 5 áreas: bloque ambulatorio, maternidad, aseos, incineradora y casa para personal sanitario. Tal como explican desde ASU, estas zonas "fueron pensadas teniendo en cuenta las demandas de la comunidad local y están supervisadas por las instituciones médicas del país para el correcto funcionamiento y atención de los pacientes".
Una reciente adición a este complejo médico es una sala para ecografías. "Los enfermeros dijeron que hacía falta una ecografía para que se pueda analizar muy bien el estado del bebé en la barriga de su madre", explica Nshimirama. Se hicieron con un equipo de ecografías Mindray DP-30C y ahora se puede hacer el seguimiento de los fetos de 150 mujeres. "Algunos no sabían lo que era una ecografía", recuerda Nshimirama.
La Asociación Solidaria Universitaria (ASU) lleva ya desarrollando varios proyectos en la zona. Ha construido un pozo de agua potable y ha puesto en funcionamiento la Escuela de San Josemaría, a la que acuden 900 alumnos.
De hecho, en el planteamiento del proyecto del centro materno-infantil querían complementar el pilar educativo con el sanitario, poniendo al alcance de la mano estos servicios básicos para las comunidades remotas de Burundi.