El pasado viernes se estrenó El cuerpo en llamas, una miniserie de Netflix protagonizada por Úrsula Corberó y Quim Gutiérrez. A lo largo de sus ocho capítulos recrean lo que se denominó 'el crimen de la Guardia Urbana'. Este suceso tuvo lugar en mayo de 2007 y desde entonces ha ido generando temas de tertulia, varios documentos audiovisuales y estas horas de ficción que han refrescado o descubierto para miles de espectadores aquel trágico episodio en tierras catalanas.
Con una gran repercusión y una enorme audiencia en sus primeros días, esta producción ha provocado también reacciones tanto de los afectados como de quienes conocían la historia. En líneas generales, se puede resumir en que el cuerpo de Pedro Rodríguez, un Mosso d'Esquadra. apareció calcinado en su coche el 4 de mayo en el pantano de Foix. Lo descubrió un caminante. La investigación dio con dos personas muy cercanas y de la misma rama: Rosa Peral y Albert López, miembros de la Guardia Urbana.
Los tres agentes estaban involucrados en un triángulo amoroso con algunos pliegues. Peral, divorciada de Rubén, otro integrante de las fuerzas de seguridad, había comenzado una relación con Pedro, pero seguía teniendo algunos encuentros sexuales con Albert. Ambos, según determinó el proceso, fueron los autores del asesinato. Ahora cumplen condena en prisión. Aparte, la guardia urbana ha pedido dinero por derechos de imagen a la plataforma y ha sido cambiada de prisión por problemas de comportamiento.
Mientras se ponía a disposición la serie, Netflix también incluía en su catálogo Las cintas de Rosa Peral, un documental elaborado a través de los testimonios en el juicio y una entrevista con ella desde prisión. Cotejando esta película y el montaje que el programa Crims -de la cadena TV3 y presentado por Carles Porta- tituló El crimen de la Guardia Urbana, se pueden ver algunos detalles omitidos en la trama de ficción.
Hay uno bastante llamativo que no desviaría el guion: Rosa Peral no tiene una sino dos hijas. Ambas, menores de edad, las tuvo con Rubén, con quien después se casó. Una de las pistas que facilitó la búsqueda fue la prótesis metálica que llevaba el cadáver en la espalda. Además, junto al cuerpo de Pedro había otros restos metálicos compatibles con un llavero o una bala de 9 milímetros. Cuando se revisó el cargador del arma reglamentaria de Rosa Peral, los investigadores se percataron de que faltaba un proyectil, pero los peritos descartaron que fuera este porque la Guardia Urbana suele usar balas con núcleo de plomo.
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Otro detalle es que una compañera de celda de Rosa declaró en el juicio que le había confesado que había drogado a Pedro. Y que los restos de sangre que encontraron en casa de la asesina estaban también en una bombilla, no solo en el suelo y el rodapié, como aparece en la serie. Aparte, como curiosidad añadida a la cinta, la investigación no recayó sólo en una investigadora. Participaron 12 miembros del grupo de homicidios de la región metropolitana sur: un sargento, dos cabos y nueve agentes, de los cuales dos mujeres.
Peral no fue detenida en su domicilio, como se muestra en El cuerpo en llamas: se presentó voluntariamente a la comisaría de Sant Feliu de Llobregat para acusar a Albert del crimen. Allí se la arrestó. Sí que estaba en su hogar, con el otro autor del crimen, cuando la policía acudió a su casa para comunicarle la muerte de Pedro. Y una información que se obvia es que la protagonista también mantenía una relación sexual a escondidas con un vecino. El mismo que, la mañana del 3 de mayo, escuchó el sonido de una motosierra.