Según el Ministerio para la transición Ecológica y el Reto Demográfico, las medusas son uno de los "organismos vivos más primitivos". Existen registros fósiles de hace más de 600 millones de años y se adscriben al grupo zoológico de los cnidarios y hay cuatro clases que pueden mostrarse en formas muy dispares. A veces, incluso varían a lo largo de su existencia en un mismo ciclo vital.
Toda esta información puede ignorarla quien se acerque a alguna de las playas de la costa y se encuentre con este organismo vivo. Lo que no pasará desapercibido es su presencia, incrementada últimamente debido al aumento de temperatura. Tampoco lo harán las amenazas de su picotazo, ese temor propio de quien veranea en sitios donde es muy habitual.
Denominadas 'aguamala' o incluso 'pica-pica' en otras latitudes del planeta, las medusas son una compañía común en los periodos estivales. Y sus picaduras, un efecto secundario del chapuzón en el mar. Generalmente, hay todo un acervo popular en torno a este animal que empuja a remedios caseros, elucubraciones sobre sus tipos y mitos en torno a su figura. Aunque, probablemente, no sepamos del todo qué ocurre con este curioso ser vivo.
¿Qué es una medusa?
Para empezar, habría que definir qué es una medusa. Las medusas pertenecen al grupo de los Escifozoos (del griego clásico skyphos, copa, y zoon, animal, por su forma). Comprende más de 200 especies en todo el mundo. En España, las más comunes son la Pelagia noctiluca, la Rhyzostoma pulmo, la Cotylorrhyza tuberculata y la Chrysaora hysoscella, entre otras. Forman parte de un conjunto mayor que comprende también a corales y anémonas de mar.
El principal rasgo de estos animales son las células urticantes que contienen una microcápsula en la que se encuentra enrollado un filamento terminado en un arpón microscópico. Las medusas utilizan estas células para su defensa y también para cazar las presas que les sirven de alimento. Suele ser plancton o incluso peces muy pequeños, sin olvidar a los bañistas que pasan por su perímetro.
Las cnidocitos son especialmente abundantes en los tentáculos, largos filamentos, incluso de varios metros, que cuelgan del borde de la medusa y también alrededor de la boca, situada en el centro de la cara inferior. Este apéndice les ayuda a nadar, pero no a atacar: las medusas no van activamente a por su presa, sino que se la encuentra en el fluir tranquilo del mar.
Su modo de actuación es por sorpresa: cuando alguien, sea animal o persona, contacta con la medusa, sus cnidocitos se "disparan" y clavan su diminuto arpón en la piel. A través de los mencionados filamentos, inyectan una sustancia tóxica. Todo, en milésimas de segundo (el que lo haya sufrido todavía recordará esa especie de calambrazo instantáneo).
Un solo contacto, explican en un artículo de The Conversation, con un único tentáculo dispara miles de estas células, por lo que "la cantidad de toxina (una mezcla de diferentes proteínas con efectos paralizantes, inflamatorios y neurotóxicos) inoculada es más que suficiente para desencadenar respuestas inflamatorias". A veces es muy grave. Y en numerosas ocasiones es más que suficiente para matar a sus presas habituales, digeridas posteriormente de forma lenta.
Lo normal es que aparezcan de forma multitudinaria. Las plagas de las que se habla en estas fechas vienen desde la primavera, cuando las horas de luz incrementan el fitoplancton. Esto alimenta al zooplancton (los animales microscópicos) y esto, a su vez, a las medusas. Así se culmina la cadena alimentaria hasta que se multiplican en las zonas de playa.
¿Por qué llegan tantas a las costas?
Ahí es donde aparece el elemento humano: las medusas llegan a las costas por estas circunstancias y se topan con los bañistas que entran en el agua. Influyen también el viento o las corrientes. En el Mediterráneo, por ejemplo, dependen del Levante, que es más cálido, o del Poniente, que deja el agua más fría y las aleja.
Hay medusas en todos los puntos del mapa, pero son mayoría en climas templados y latitudes tropicales. En los últimos días, por ejemplo, se ha hablado de la proliferación en lugares como el Mar Menor o Málaga. Influyen también el calentamiento global o la desaparición de especies que sean depredadores naturales.
¿Cuáles son los síntomas de sus picaduras?
La picadura de una medusa produce una sensación de quemazón acompañada de un dolor intenso. Puede ir desde un simple escozor hasta la pérdida de consciencia. Depende de muchos factores: desde la especie de medusa, la intensidad del contacto (número de tentáculos, superficie corporal afectada) y, sobre todo, la sensibilidad de tipo alérgico al veneno, que varía de una persona a otra. La picazón puede permanecer durante días y, en casos más duraderos, se aconseja acudir al médico.
El dolor intenso puede resultar fatal en personas de constitución débil, con afecciones cardíacas o en niños y ancianos, en los que llega a producirse un fallo cardíaco, según aseguran en la publicación. Tampoco es lo mismo una picadura en una pierna o un brazo que en la cara o en el cuello, donde la inflamación puede cerrar la garganta y producir problemas respiratorios. La mayoría de los casos se soluciona con pomadas tópicas específicas que incluyen corticoides y antiinflamatorios.
Los casos graves o mortales son prácticamente inexistentes en las costas españolas. Se dan casos así en otras partes del mundo, donde las medusas constituyen un problema de salud pública. En Australia mueren más personas cada año por picaduras de medusa que por ataques de tiburones. Y hay que incidir en que el descargo de las medusas no es voluntario. Ellas no atacan premeditadamente, sino que se tropiezan con los bañistas.
¿Cómo actuar ante una picadura?
Por eso lamentamos su ubicuidad en ciertos puntos del mapa. En ocasiones, el problema es el ser humano y no al revés, que ha colonizado su hábitat. En cualquier caso, el mejor remedio para la picadura es evitarla. Habría que intentar no bañarse o molestarla: por ejemplo, aquellos ejemplares que vemos en la arena pueden parecer muertos, pero sus tentáculos siguen activos.
Sea como sea, si te pican lo aconsejable es salir del mar inmediatamente y lavarse con el propio agua salada. También se puede usar suero fisiológico. El agua dulce, siguiendo con los consejos de la publicación citada, hay que evitarlo ya que su menor concentración de sales "dispara las células urticantes por un fenómeno de ósmosis, agravando la situación".
Otros tratamientos como el vinagre o la orina no son aconsejables, a pesar de las creencias populares. Además, deben retirarse los restos de tentáculos adheridos a la piel. Lo más eficaz es utilizar el canto de una tarjeta de crédito o algo similar. "No es tampoco aconsejable tocar a las medusas, muertas o vivas, incluso a las especies que sepamos o creamos inofensivas", señalan desde The Conversation.
Y falta un aspecto más: es probable que alguna célula se quede adherida a nuestras manos y después nos toquemos inadvertidamente los ojos o la boca, cuyas mucosas pueden ser mucho más sensibles e inflamarse con facilidad. El veneno de las medusas es sensible a la temperatura, pero debería estar por encima de 40 grados centígrados para ser eficaz, y podemos provocar quemaduras.