En la noche del 24 de diciembre millones de niños se acuestan en todo el mundo deseando despertarse con un regalo bajo el árbol. En su mayoría, confían en que un entrañable viejete barrigudo, de larga barba blanca y traje encarnado llegue a lomos de un trineo tirado por renos de narices rojas y sea el artífice del milagro.
Pero no en Galicia. Allí los pequeños se debaten entre el miedo y la ilusión ante la llegada de O Apalpador, un gigante, de profesión carbonero, que empleará toda la Nochebuena en recorrer los hogares gallegos para tocarles, palparles, la barriga y saber si están bien alimentados o no.
Imaginaos la escena: estás plácidamente durmiendo después de la típica cenar familiar que se alarga, ilusionado para ver si Papá Noel se enrolla y te trae el coche teledirigido y, de repente, notas que alguien te está apretando el estómago. Abres los ojos y ves en tu habitación a un pelirrojo enorme y peludo que aún encima viene a cuestionar si has comido bien. Para infartar.
Un hombre del saco a la gallega y con aguinaldo
Originario de las comarcas del este de Galicia, O Apalpador era en esencia un hombre que bajaba de las montañas en O Courel y Os Ancares para dejarles un montoncito de castañas a los niños la noche del 24 o del 31 de diciembre, deseándoles un año lleno de felicidad en el que no les falte de nada.
No es esta una tradición extendida por todo el territorio gallego, de hecho, antes de 2006 estaba prácticamente olvidada, pero cada año se está popularizando más gracias al trabajo de recuperación que llevan a cabo diversas asociaciones y entidades.
Ahora, además de castañas, O Apalpador suele dejar algún pequeño regalo a los niños, protagoniza desfiles en ciudades y pueblos gallegos, donde la figura del mítico carbonero pelirrojo da cada vez menos miedo, e incluso recibe cartas a través de su propia web.
Canciones para perderle el miedo
De primeras, que te visite un maromo enorme como un armario empotrado en mitad de la noche y te apriete la barriga es algo que -por lo menos de niño-, no apetece demasiado por muchas castañas y regalos que te deje, así que las familias contraatacaban con cancioncillas ligeras para que los críos no huyesen despavoridos.
Así, por ejemplo, una de las más conocidas dice:
Vete corriendo mi niñito,
vete ahora a la camita,
que va a venir O Apalpador
a palparte la barriguita.
Ya llegó el día grande,
día de nuestro Señor.
Ya llegó el día grande
y vendrá O Apalpador.
Mañana es día de asar.
Que habrá una gran nevada,
y vendrá O Apalpador
con un cesto de castañas-
Por aquel talud,
ya viene alumbrando,
el señor Apalpador
para darnos el aguinaldo.
Tendríamos que situarnos en las frías y nevadas montañas gallegas para entender la importancia de la labor de O Apalpador, quien realmente solo quería asegurarse de que ningún niño de la aldea estaba pasando hambre. El vecino más longevo era el que se infundaba el traje de carbonero y entraba en las casas dejando las castañas.
Ahora la tradición se ha modernizado y ha saltado de las montañas a las ciudades, donde ya nadie se extraña ante la imponente figura del gigante pelirrojo, que empieza a hacerle una buena competencia al mismísimo Papá Noel.