El padre que confesó que violó a su hija en Facebook no irá a juicio por un año de diferencia
En la Jungla. Todavía abusaba de ella al cumplir la mayoría de edad, con lo que perdió la posibilidad de acogerse a la Ley de Menores.
14 febrero, 2017 13:18Noticias relacionadas
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La secuencia no llega a los diez minutos, pero se hace eterna. La voz de Romina Balaguer corta el aliento como si fueran dedos que oprimen la garganta. "¿Qué tal, pederasta, cómo va?". Aparece en pantalla el rostro avejentado de un hombre con gafas y bigote: es su padre, Antonio Cisneros. En los siguientes minutos Antonio va a admitir sin apenas interrumpir su cena que violó a su hija "desde que tenía pañales", que la agredía y amenazaba de muerte, y que su madre era cómplice necesaria de los abusos.
"¿Reconoces que abusaste de mí durante 18 años? ¿Reconoces que me sacabas de la cama para abusar de mí? ¿Reconoces que sos un pedófilo y pederasta?" El hombre asiente con tranquilidad en una secuencia que ha horrorizado a la Red y en especial a Olavarría, Argentina, la ciudad de la familia. "Graba bien eso" - llega a instar Antonio a Romina; "La mente es una basura" - responde cuando su hija le pregunta por las vejaciones, los abusos y las violaciones que se alargaron 18 años.
Sobre lo que el hombre tiene unas mínimas reticencias a confesar es sobre las amenazas de muerte. Tiene razones para sentirse impune en lo que respecta a los abusos sexuales. "Hubo torturas de parte de mi padre, mi madre y hermanastro. Si lloraba o me hacía pis en la cama, me arrodillaban sin ropa en maíz y me pegaban con lo que tuviera en la mano" - relató Romina a la prensa argentina. Cuando su madre se divorció, quedó en manos de su padre. No rompió la relación hasta cumplir la mayoría de edad. A los 21 se marchó a Buenos Aires y actualmente reside con su marido en Barcelona.
Las secuelas de los abusos han sido lo que han llevado a Romina, a los 36 años, a regresar a su hogar para enfrentarse a su padre. Su aspecto demacrado da cuenta del sufrimiento que arrastra. "He estado internada, tuve siete intentos de suicidio. No puedo ser madre porque debo tomar medicación que me lo impide. No he tenido vida sexual hasta ahora, con mi marido. Tenía pesadillas todos los días, tomo 12 pastillas diarias. O cerraba este ciclo o moría".
Pese a la indolencia demostrada en su confesión a primeros de febrero, Antonio se fugó de Olavarría poco después de hablar con su hija. Las autoridades lo encontraron en la localidad en Azul, le tomaron las huellas y le notificaron que hay un proceso abierto contra él por abuso sexual. "No puedo entender que no le pusieran las esposas y lo llevasen a la cárcel teniendo una confesión" - lamentaba Romina. "Eso me da impotencia y rabia".
Hasta 2011, según la legislación argentina, la prescripción de los delitos de abusos a menores empezaba a contabilizarse desde el momento en el que se cometía el acto. Eso cambió con la "Ley Piazza", que toma el nombre del diseñador Roberto Piazza y su cruzada por cambiar la normativa tras revelar en su biografía que había sido violado por su hermano siendo niño.
La Ley Piazza prevé que la prescripción del delito no arranque hasta que la víctima cumple los 18 años. "Ya grande, uno puede sacarse los miedos de encima y denunciar" - celebraba el diseñador la reforma que alargaba la posibilidad de llevar a los agresores ante un tribunal en los siguientes 20 años después de haber cumplido la mayoría de edad.
Aunque por los pelos, Romina hubiera entrado en el plazo para procesar a su padre. Pero la propia fiscal de Olavarría, Susana Alonso, explicaba a los medios la kafkiana razón por la que el caso no está cubierto por la Ley Piazza: en el último año que Antonio cometió los abusos, su hija ya era mayor de edad, y por lo tanto sujeta a ser juzgada como un adulto. El delito de violación en esas circunstancias prescribió pasados los 12 años. Aunque la causa está abierta, el delito "caducó", explicaba la fiscal. "La ley debería modificarse" - opinaba. "No es extraño que una víctima denuncie muchos años después".
El clamor por la modificación de la legislación fue el que se escuchó en la manifestación que recorrió Olavarría el pasado fin de semana para denunciar la violencia contra las mujeres. La convocaba Anímate, la asociación con la que colabora Romina y que reúne a otras víctimas que han visto escapar a sus agresores al prescribir sus delitos.
De haber huido de su hogar un año antes, su padre estaría ahora entre grilletes. Pero Romina no ceja en su causa y batallará para que al menos lo recluyan por motivos psiquiátricos. "Aunque el dolor nuestro no prescribe nunca, me siento liberada de alguna manera. No esperaba el increíble apoyo que he encontrado. Es duro contar una y otra vez lo mismo, pero hay que hablar y visibilizar. Ese es mi mensaje para las chicas y los chicos que han padecido abusos: que hablen".