Sevilla
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Sevilla sufrió el 25 de noviembre de 1961 la última de sus grandes inundaciones. Hasta entonces eran habituales cuando el temporal arreciaba con fuerza. Sin embargo, a raíz de una serie de obras de ingeniería que comenzaron incluso varios años atrás, el peligro es mucho menor.

El culpable de la última ríada no fue el Guadalquivir, sino el Tamarguillo, uno de sus arroyos principales. Afectó a más de 4.000 hogares y media ciudad quedó inundada, aunque, en principio, no hubo víctimas mortales directas. Fallecieron 20 personas un mes después al estrellarse una avioneta que participaba en la Operación Clavel, diseñada para asistir a quienes se habían quedado sin nada.

Desde entonces, las inundaciones han pasado a la historia. Todos sus cauces históricos han quedado soterrados para proteger a sus ciudadanos en los días de intensas lluvias.

El proceso comenzó con el arroyo Tagarete. Discurría por lo que hoy es la calle Arroyo y rodeaba el Casco Antiguo de forma paralela a la Muralla hasta entrar en la calle San Fernando y desembocar en el Guadalquivir, donde está la Torre del Oro.

Ya en el siglo XIX, la mayor parte de su cauce quedó entubado y en 1929 se desvió hacia el Tamarguillo con la idea de alejarlo del centro de la ciudad. Hoy solo está a la vista una parte en el Parque Miraflores.

A lo largo de estos años, se han realizado diversas actuaciones en el río Guadalquivir para adaptarlo a las necesidades de la ciudad. El primer paso fue la Corta de Tablada, una prolongación artificial desde las Delicias. Así, el río volvía a enlazar con su cauce original 6 kilómetros más al sur. Se inauguró en 1926.

Fue el primer paso para alejar el cauce de la ciudad y poder llevar a cabo la nueva dársena con las obras de la Corta de la Vega de Triana, el Tapón de Chapina y la Esclusa, que permitía controlar el flujo del agua. Todas ellas estarían listas en 1950.

De esta manera, tres de las próximas curvas más próximas al casco urbano se eliminaron. Las obras de soterramiento dieron lugar a nuevos terrenos. Triana quedó unida a Tablada. Ahí se urbanizó el nuevo barrio de Los Remedios. De hecho, la Feria de Abril se asienta sobre una de las antiguas curvas del río, la de Los Gordales.

El Tamarguillo, último gran problema

También había que controlar el arroyo Tamarguillo, el causante de la riada de 1961, y cuyas crecidas siguen generando algunos problemas. Sin ir más lejos, este miércoles ha inundado zonas agrícolas de Valdezorras y ha provocado el corte de tráfico en la SE-20.

Los principales problemas se solucionaron desviándolo para que desembocara en el río Guadalquivir, al norte de la ciudad, en lugar de en el río Guadaíra. Su antiguo cauce es la actual Ronda del Tamarguillo. No obstante, hay un proyecto para hacer un nuevo trazado y que desemboque en el Guadalquivir a la altura de San Jerónimo.

No obstante, el riesgo de inundaciones todavía seguía vivo. Así, ante el deterioro de las conteciones del norte de la ciudad, se llevó a cabo la Corta de la Cartuja entre 1975 y 1982. Dicha intervención alejó para siempre el cauce vivo del casco histórico al añadir el brazo de San Jerónimo.

De esta manera, ya era posible controlar todo el cauce más cercano a la ciudad en una dársena de 12 kilómetros. Además, se levantaron muros perimetrales de 12 metros que aseguraron la protección de los sevillanos.

Antes de la Expo de 1992, el tapón de Chapina quedó liberado para que el Guadalquivir fluyera libremente por la dársena que hoy conocen todos los sevillanos y donde el peligro de inundaciones es muy reducido.

Incidencias menores

Desde 1961, los episodios de temporal en Sevila han generado incidencias menores, pese a que los cauces del Tamarguillo y el Guadaíra siguen desbordándose, lo que obliga a extremar la vigilancia cuando las lluvias arrecian, como ha sucedido estos días.

De hecho, los Bomberos tuvieron que intervenir este miércoles en el cauce del río Guadaíra para salvar a varios caballos que habían quedado atrapados por la crecida. En el caso del Tamarguillo se ha traducido en la inundación de varias zonas agrícolas en Valdezorras y en el corte de la SE-20.

En este contexto, extremar las precauciones siempre será necesario, pero ya sin el peligro de grandes riadas. Fue gracias a la transformación desarrollada a lo largo del siglo XX para adaptar el Guadalquivir a sus necesidades, soterrando sus principales afluentes.