Todo tipo de negocio tiene que modernizarse, incluso aquellos anclados en la tradición más arraigada. Es lo que le ocurre a los conventos de clausura que venden, a través del torno, dulces como yemas, pestiños o mermeladas. La venta de estos productos, no obstante, saldrá de los conventos a las calles y, más concretamente, a los hoteles de la capital.
La Asociación de Hoteles de Sevilla y la Hermandad de Nuestra Señora de la Antigua y san Antonio de Padua han puesto en marcha un proyecto por el que cuatro hoteles de la ciudad venderán a sus huéspedes dulces de convento. Se vinculan así dos elementos tan dispares, pero tan característicos de la ciudad como son los turistas y la religión.
La alianza llega a propuesta de la Hermandad de la Antigua, una entidad que desde su fundación en el 1946 trabaja por los conventos de la Archidiócesis. Su Hermano Mayor, Manuel García Preciados, reconoce que "en la búsqueda de fórmulas" para apoyar a las monjas sevillanas se les ocurrió la idea de vincular el trabajo conventual al sector turístico, predominante en la ciudad.
[Sushi por encargo: el inusual menú despachado por monjas en un monasterio de Granada]
A su modo de ver, la propuesta genera un doble beneficio: por un lado, los conventos reciben mayores ingresos, y por otro, los hoteles que se acojan al programa pueden "crear marca" y diferenciarse de otros establecimientos a partir de la venta de dulces.
De su lado, el presidente de los hoteleros, Manuel Cornax, apunta que es "responsabilidad" del sector "dar a conocer las tradiciones de Sevilla" y, en este sentido, "ayudar a generar ingresos a las religiosas que también se ocupan de conservar parte del patrimonio" de la ciudad.
Del mismo modo, desde la Hermandad de la Antigua consideran que los dulces conventuales son un "elemento del patrimonio" de Sevilla, que, tras Roma, es la ciudad que más conventos de clausura femeninos concentra.
Dulces, fuente de ingresos
Lo cierto es que las monjas necesitan adaptarse a las demandas del mercado y modernizar sus técnicas de venta. Para ello, "confían en la gestión" de la Hermandad de la Antigua, que tiene como razón de ser "socorrer materialmente a las comunidades de religiosas" de la Archidiócesis de Sevilla.
La venta de dulces es uno de los pilares esenciales en la financiación de los conventos, que "sobreviven" en gran medida gracias a los beneficios obtenidos en las campañas de venta, más intensas durante la Navidad y la Cuaresma.
[El secreto más dulce que se esconde en este Convento de Santa Clara]
No obstante, como señala el Hermano Mayor de la Hermandad, "en verano nadie se acuerda" de los dulces, y las monjas deben seguir afrontando unos gastos que trascienden a la propia elaboración de sus productos.
Según relata Manuel García Preciados, las monjas "tienen que pagar [la cuota de] autónomo", así como los costes de mantenimiento de los conventos. También deben hacer frente al coste de las materias primas de sus productos: huevos, harinas o aceites son la base de unos dulces "totalmente naturales", que se producen de manera artesanal y a los que no se añaden conservantes.
Hoteles adheridos
Al programa piloto de esta iniciativa se han sumado cuatro hoteles: Hotel Don Ramón, de cinco estrellas; Hotel Inglaterra y Hotel Querencia de Sevilla, ambos de cuatro estrellas, y el Hotel Doña Carmela, de tres.
Uno de ellos, el Querencia de Sevilla, ya tiene experiencia ofreciendo los productos de las monjas a sus huéspedes. Durante la celebración de los premios Grammy Latino en la capital, el hotel alojó a varios de los artistas que visitaban la ciudad con motivo de la fiesta –entre ellos, a Manuel Carrasco y Camilo, que salieron a la puerta a cantar para sorpresa de sus fans.
En aquellos días, el establecimiento repartió dulces de convento a sus huéspedes VIP, una acción que celebran desde la Hermandad de la Antigua, ya que "no sabemos a dónde habrán llegado" dichos dulces, que incluso pueden haber cruzado el Atlántico.