Aunque ha tardado en llegar, la representación LGTBQ+ en el cine y la televisión es cada vez mayor y ha llegado para quedarse. Porque gracias a ella, muchas personas podrán crecer con referentes o sentir que la pantalla es un reflejo de la realidad en la que viven.
Aunque a veces estas ficciones caigan en la repetición de estereotipos o condenen a los personajes del colectivo a un final trágico, también existen otros ejemplos que cuestionan estos tropos narrativos, convirtiéndose en un lugar seguro para todos los espectadores que se animan a descubrirlos.
Un ejemplo de esto último es Heartstopper, una serie juvenil muy entrañable y para todo tipo de públicos, sean o no parte del colectivo LGTBQ+, que además proporciona una descripción realista de la experiencia que viven muchas personas queer -que no son heterosexuales y/o cisgénero- en un entorno donde no siempre son bienvenidas. Y les invita a pensar que tienen derecho a ser felices, a pesar de todo lo malo que les ocurra.
La ficción basada en las novelas gráficas de Alice Oseman acaba de estrenar su tercera temporada en Netflix y tiene una puntuación casi perfecta en Rotten Tomatoes. Y no solo se ha consagrado como una de las series con más encanto de la plataforma, sino que ha sido capaz de madurar junto a sus personajes en cada tanda de capítulos, demostrando que sigue teniendo mucho que contar y aportar al panorama televisivo juvenil y en general a las historias LGTBQ+ en pantalla.
En la temporada 3 nos situamos en un momento crucial para los protagonistas, que están a punto de empezar la universidad. A Charlie (Joe Locke) le gustaría decirle a Nick (Kit Connor) que le quiere. Y Nick también tiene algo importante que decirle a Charlie.
Las vacaciones de verano están a punto de terminar, los meses pasan muy rápido y los protagonistas se dan cuenta de que el nuevo curso escolar les traerá muchas alegrías y cambios importantes.
Aprenderán más sobre los demás y sobre las relaciones, pensarán en todo lo que la universidad puede ofrecerles, pero también tendrán que aprender a buscar ayuda cuando las cosas no salen como habían planeado.
La adolescencia ‘queer’
A diferencia del tipo de representación de la adolescencia que realizan otras series como Élite o Riverdale, Heartstopper ofrece una perspectiva alegre y entrañable, dejando a un lado la idea de que los jóvenes sólo fuman, beben o tienen relaciones sexuales.
Quizá tiende a ser idílica por renegar de lo anteriormente mencionado, pero al mismo tiempo hace hincapié en otro tipo de actividades que también realizan los adolescentes y, en especial, en la relación y la confianza que tienen con sus padres.
Además, el hecho de que la mayoría de sus personajes pertenezcan al colectivo LGTBQ+ no se utiliza como algo que les condicione de forma negativa. De hecho, según dijo el propio productor ejecutivo Patrick Walters, la intención era lograr un tipo de "representación queer que fuera alegre, juvenil y en la que no hubiera vergüenza por la condición sexual".
Para todas las edades
Por otro lado, Heartstopper también apela a todo tipo de audiencias, incluyendo a las personas que no son tan jóvenes y que no tuvieron la suerte de vivir libremente su sexualidad durante su adolescencia -especialmente aquellas que forman parte del colectivo LGTBQ+-.
De hecho, los sentimientos, la incomprensión y la incertidumbre de los que habla son universales y atemporales, y pueden trascender y traspasar todos los límites, dirigiéndose también al niño o adolescente que un día fueron.
Todas estas personas también desearon haber tenido una red de apoyo, un maestro comprensivo, un grupo de amigos leales y una familia que les quiera por ser quienes son. Y aunque no tuvieran una infancia o adolescencia ideal, la serie les recuerda que, a pesar de todo, merecen ser felices.
Porque todos son bienvenidos en el universo creado por Alice Oseman, enriquecido gracias a la serie de Netflix y capaz de incluir a todo el mundo en un lugar feliz que es posible y donde se muestra la diversidad de una forma auténtica, fresca y divertida.
La tercera entrega
Desde que se estrenó en Netflix en abril de 2022, Heartstopper ha sido muy elogiada, pero también criticada por presentar una visión idílica de lo que es el amor queer. Y puede ser cierto, pero no del todo preciso ver la serie de esta forma, porque además de ser bienvenida en un panorama en el que no abundan las historias LGTBQ+, es una propuesta tan emotiva, sorprendente y ligera al mismo tiempo que sería quedarse corto si dijéramos solamente que idealiza la historia que cuenta.
Porque aunque es verdad que las narrativas queer están manchadas por la tragedia muchas veces, también tienen el mismo derecho que cualquier otra a dejarse impregnar por la luz y la esperanza.
Así queda plasmado también en la tercera entrega de Heartstopper, que no tiembla a la hora de atravesar los recovecos más oscuros de la adolescencia y poner sobre la mesa temas tan dolorosos y reales como los problemas de salud mental, los trastornos alimentarios, la intimidad y el sexo, y ese sentimiento tan terrible como el de darse cuenta que estás dejando atrás tu infancia.
Lo mejor de Heartstopper es delicadeza y el color con los que se lanza a hablar de todo esto, pero también su franqueza y autoconsciencia. La serie es fantasiosa, pero también sabe manejar el suspense cuando toca. Porque para un adolescente de dieciséis años puede ser realmente trascendental darse la mano o un beso, y también ser consciente de que sus decisiones y reacciones emocionales tienen consecuencias.
El mundo que se dibuja en la serie está repleto de amor por todas partes y de momentos realmente emotivos, pero también lanza un mensaje muy poderoso: que todos merecen sentirse a salvo, no solo al amar libremente, sino también siendo quienes quieran ser. Porque ambas cosas son igual de importantes y válidas.
Está claro que el viaje hasta ahora ha merecido la pena, y después de la madurez que ha adquirido en su tercera entrega, solo cabe esperar lo que está por venir después. Porque seguiremos aquí para ver hasta dónde llega la pandilla de Nick y Charlie.