Algo cambió en la cultura pop cuando Becky Albertalli publicó en 2015 Yo, Simon, Homo Sapiens. Tres años después, su versión cinematográfica (Con amor, Simon) hacía historia como la primera película de un gran estudio de Hollywood en estar protagonizada por un adolescente homosexual. Ahora Heartstopper, una de sus herederas espirituales, mantiene viva la llama de la revolución de la representación LGTBI en nuestras pantallas. Netflix estrena el 22 de abril la encantadora y modélica versión televisiva de las novelas gráficas de Alice Oseman.
Con parejas como Fer y David (Física o Química), Kurt y Blaine (Glee), Naomi y Emily (Skins), Evan e Isaak (SKAM), Willow y Tara (Buffy Cazavampiros) y Mickey e Ian (Shameless), la televisión ya había adelantado por la derecha al cine en cuanto a representación en la gran pantalla. Sin embargo, no es lo mismo aprovechar la oportunidad de normalizar el amor queer en una historia coral que contar una historia que gira directamente alrededor del primer amor de dos personas del mismo sexo.
Heartstopper es un relato sobre el idealista (no exactamente idealizado, como descubrirán los espectadores en futuras entregas) e inolvidable primer amor entre dos adolescentes aparentemente opuestos: Charlie Spring, un chico inseguro que tuvo que lidiar con el bullying en su escuela para chicos después de salir del armario, y Nick Nelson, un noble alumno del curso superior que se ha ganado la popularidad de sus compañeros como capitán del equipo de rugby.
A lo largo de cinco tomos (el último se publicará en febrero de 2023), Oseman ha utilizado su cada vez más influyente altavoz para hablar de la salud mental, las relaciones LGTBI, las nuevas generaciones y la amistad. Todos los temas vuelven a ser claves en el ADN de una versión televisiva que, a través de ocho episodios de media hora, abarca las dos primeras entregas de una historia que nació como spin-off de la primera novela de la autora, Solitaire, centrada en la hermana mayor de Charlie.
Un aviso para navegantes: los personajes de Heartstopper están más cerca de los universos a medio camino de lo realista y lo naif de Sex Education, SKAM y Con amor, Víctor que de la aproximación hipersexualizada, escabrosa y adulta de otros fenómenos como Euphoria, Skins y nuestra Élite. Si no fuera por la diversidad de sus protagonistas, la ficción podría acompañar a títulos como High School: The Musical: The Series en el catálogo juvenil de Disney+. Si no fuera por esa diversidad, claro, está, Heartstopper también sería otra serie completamente diferente.
Algunos espectadores, los que llegan tarde ya a un fenómeno imparable, lamentarán que el universo de personajes creado por Oseman siga los pasos de Genera+ion como una serie en la que la heteronormatividad no es más que un dinosaurio en peligro de extinción para una nueva generación más desprejuiciada. Gays, lesbianas, bisexuales, transexuales y heterosexuales deambulan con naturalidad y sin pedir permiso para ocupar su espacio en una serie en la que la palabra “cuotas” no aparece en el diccionario. Su autora, asexual aromántica en su vida privada, explora aquí las diferentes ramificaciones de la identidad LGTBI con una refrescante mezcla de empatía y naturalidad.
Desde el primer encuentro entre Charlie y Nick queda claro la contagiosa química entre el debutante Joe Locke y el sorprendentemente experimentado Kit Connor (a sus 18 años ya ha sido la versión adolescente de Elton John en Rocketman y tiene un sinfín de créditos en televisión a su nombre). Las miradas, el brillo de las caras (fíjense), los palpables nervios y las voces entrecortadas consiguen que la audiencia se suba desde el principio al tren de una pareja tan aparentemente opuesta como complementaria. La inocencia con la que se tratan los personajes es tan auténtica como el punto de vista que llega desde detrás de las cámaras.
Locke y Connor forman una pareja perfecta, como también lo es el matrimonio profesional entre la creadora del universo y Euros Lyn, un veterano de la televisión británica (habitual de Doctor Who, Broadchurch y Torchwood) que dirige todos los episodios de la primera temporada. En su salto de la página a la pantalla, la nueva Heartstoper es una adaptación extremadamente fiel que respeta desde los momentos más icónicos de la historia (la fiesta, el clímax en la playa, el encuentro en los vestuarios) a los recursos visuales destinados a subrayar las emociones de sus personajes, como si estuviéramos en un manga.
La showrunner y el realizador han elegido a un elenco de personajes adolescentes interpretados por adolescentes de verdad, una decisión clave para capturar el aura de intensidad, curiosidad e inocencia que desprende el grupo de amigos protagonista en todo momento. Junto a la pareja central, también aparecen Elle, una adolescente transexual que acaba de empezar curso en una escuela para chicas; Tao, el protector amigo de Charlie que cree que obsesionarse con Nick es un error después del acoso sufrido el año anterior; Ben, un chico gay que mantenía una relación en secreto con Charlie mientras en público le ignora o Tara, el primer amor de Nick. La única novedad respecto al texto original es Isaac, un alumno que sigue siendo un misterio después de los ocho primeros episodios.
Días después de ver cómo hasta Katya y Trixie Mattel, dos deslenguadas y populares drag queens salidas de RuPaul’s Drag Race, se escandalizaban ante las gráficas escenas sexuales de los personajes menores de edad en Élite, es refrescante encontrarse con una historia tan entrañable, disfrutable y agradable que va a ser difícil de resistir hasta para los públicos más cínicos.
El nuevo lugar feliz de la televisión teen no es tampoco un camino de rosas para sus personajes. Las inseguridades, el acoso y los problemas de salud mental forman parte también del día a día en una serie que no quiere ser únicamente un retrato de cómo debería ser la adolescencia para un colectivo históricamente obligado a esconderse en una etapa de transformación clave en la vida de una persona.
Sobre el papel, Heartstopper es un producto perfecto para una Netflix que en los últimos años se ha especializado en contenidos para adolescentes. Pero más allá de su público más inmediato (jóvenes, LGTBI, aficionados a las comedias románticas), la historia de amor entre Nick y Charlie también es una declaración de intenciones en un mundo cada vez más hostil y polarizado. Los buenos sentimientos no tienen edad. O no deberían tenerla.
La primera temporada de 'Heartstopper' está disponible en Netflix desde el 22 de abril.
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