Élite entra en terrenos pantanosos. Con el estreno de su cuarta temporada en Netflix, la serie coordinada por Carlos Montero y Jaime Vaca se enfrenta a uno de los momentos más importantes en la trayectoria de cualquier serie adolescente que se precie: el cambio de generación de unos protagonistas que ya no pueden disimular que no tienen edad para seguir yendo al instituto.
Le pasó a Compañeros, Glee, Skins, Misfits, Sensación de vivir y Física o Química. Ahora ha llegado el turno de una de las joyas de la corona de Netflix, una serie que fue capaz de dar el salto al complicado mercado americano y colarse en medios de referencia como TVLine y Vulture, tan poco dados a hablar de la ficción internacional.
Da igual que seas milenial, de la generación X o Z. El tiempo pasa por todos, hasta por los guapísimos y potencialmente letales alumnos de Las Encinas. Montero y Vaca, máximos responsables de FOQ durante sus siete temporadas en antena, son viejos conocidos del género. Y se nota. En su regreso un año después de salvarnos la vida en los primeros compases del confinamiento (los servidores de Netflix se cayeron en España con el estreno de la tercera temporada), Élite huye despavorida de los errores de sus predecesoras. ¿Cuánta gente recuerda acaso que Raúl Arévalo debutó en la interpretación en las temporadas finales de Compañeros?
La madre de los fenómenos adolescentes en España cayó en el error de eliminar de golpe a casi todos su reparto juvenil protagonista. Élite ha dicho adiós a Carla, Lu, Nadia y Polo, pero Guzmán, Omar, Ander y Samuel siguen formando parte del alumnado del colegio más sexy y peligroso de la televisión para facilitar que ningún espectador aproveche la oportunidad de desconectar de la serie. Omar Ayuso e Itzan Escamilla ya han confirmado que no estarán en la quinta temporada. Para entonces puede que ya estemos enganchados a la nueva generación de personajes gracias a una acertada vuelta a los orígenes.
Si en la primera temporada eran tres alumnos pobres y becados los que revolucionaron el orden establecido, ahora son los ricos aún más ricos los que causarán un cataclismo dentro y fuera de las aulas. La llegada de un estricto director, sus tres acomodados hijos y un príncipe (sí, un príncipe) perteneciente a las dinastías francesa y española es una oportunidad para regenerar el universo de personajes, crear un nuevo misterio (no sería Élite sin un nuevo rompecabezas que desmontar episodio a episodio) y plantear nuevos romances que lleven por la calle de la amargura a los hormonados fans de la serie. Hay más.
En un inesperado giro de los acontecimientos, la ficción aprovecha su cambio de imagen para ir más allá y explorar dos temas rabiosamente actuales que no esperábamos encontrar en una serie con tendencia a lo superficial y lo frívolo (tranquilos, la superficialidad y frivolidad seguirán estando presentes en este Crueles intenciones del siglo XXI). Los nuevos episodios ponen sobre la mesa dos conceptos radicalmente actuales y que apenas habían sido explorados en nuestra ficción: el consentimiento y el privilegio.
Puede que con el paso de los episodios nos acabemos encariñando de los nuevos personajes, pero los cuatro episodios a los que ha tenido acceso a la prensa nos hacen ese pensar en el resurgir del “eat the rich” (cómete a los ricos), la narrativa de venganza contra los más privilegiados que han puesto otra vez de moda relatos como Noche de bodas, La purga, Velvet Buzzsaw, Nosotros y, por encima de todas ellas, Parásitos.
No es habitual que las series españolas entren en cuestiones políticas, económicas o religiosas. Mientras en Estados Unidos hacían El ala oeste de la Casa Blanca, aquí teníamos una comedia inofensiva como Moncloa, dígame. Hasta El reino, una película sobre la corrupción, evitaba dar siglas de partidos políticos para no contrariar a nadie. Resulta refrescante que en un país donde la monarquía sigue siendo prácticamente un tema tabú, Élite se atreva a hacer a jugar con los límites con una trama que deja atrás (muy atrás) los lugares comunes de fantasías como Sucedió en Manhattan y Princesa por sorpresa.
Será interesante ver también cómo avanza la trama protagonizada por Andrés Velencoso, un recurso habitual en las series adolescentes que Élite había evitado mayormente hasta ahora. Aunque no sabemos hacia dónde irá esta historia en la segunda parte de la temporada, sus responsables se arriesgan a que estalle la polémica.
Recientemente, Genera+ion y A Teacher exploraron de diferentes formas las ramificaciones del estupro (las relaciones sexuales con una persona menor de edad, valiéndose del engaño o de la superioridad que se tiene sobre la otra parte). Los espectadores de esas series podían ver en todo momento los mecanismos del guion para no quedar atrapados en las arenas movedizas de una cuestión problemática que ha sido revisada con nuevas perspectivas por, precisamente, la audiencia potencial de Élite.
El balance de otros aspectos del regreso de la serie sigue en el aire después de los cuatro capítulos que hemos visto. El potencial de transformación de la siempre fantasiosa Cayetana y la sorprendente imprevisibilidad de la dinámica que surge entre la pareja de Omar y Ander y el alumno que interpreta Manu Ríos son otros dos de los aciertos de la temporada. No compartimos ese optimismo por una fórmula de misterio que empieza a dar muestras de cansancio y, sobre todo, uno de los nuevos personajes que vuelve locos a aquellos que le rodean sin que entendamos muy bien por qué.
Élite está de vuelta con un estimulante reinicio que la impide caer en la decadencia de otros bombazos similares como Gossip Girl, Pequeñas mentirosas o Revenge, fenómenos que fueron víctimas de temporadas larguísimas y constantes y absurdos giros de guion que acabaron teniendo el efecto contrario al deseado. Cuatro temporadas después de su ruidosa entrada en escena en la ficción española, seguimos dentro de Élite.
La cuarta temporada de 'Élite' estará disponible íntegramente a partir del viernes 18 de junio.
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