Qué difícil es ir al cine y sentirse sorprendido. Tener la sensación de que uno está viendo algo que no había visto antes, o al menos no de esa forma. Ese es el efecto que produce Parásitos, la nueva película del director coreano Bong Joon-Ho en el espectador. Uno disfruta de toda la película con la boca abierta, sin saber por dónde le van a llevar, pasando de la comedia negra al thriller y a la crítica social con una habilidad pasmosa.
La película ganó la Palma de Oro en Cannes, y lo hizo por unanimidad y frente a pesos pesados como Terrence Malick, Pedro Almodóvar o Quentin Tarantino. Parásitos se presentó casi de tapadillo por el efecto tsunami de Érase una vez en Hollywood, pero una vez la vimos, la prensa no tuvimos ninguna duda de que era una de las grandes obras de una enorme edición.
Aunque estemos en octubre y a falta de unas cuantas películas por estrenar (especialmente la del señor Martin Scorsese), podemos decir que Parásitos es la mejor película del año, una joya que debería trascender el circuito cinéfilo y llegar a un público más amplio que también disfrutará como un niño con esta película imprescindible e impredecible. Joon-Ho ya había enamorado con Memories of murder o The Host, pero aquí alcanza una cima en su narrativa y, sobre todo, en su puesta en escena, perfecta, clavando cada movimiento de cámara y apropiándose del espacio y dándole una función narrativa en su historia.
Una de las claves para disfrutar Parásitos al 100% es llegar virgen a la proyección. El propio director mandó una carta a la prensa para que no contaran spoilers del filme en sus críticas, y aquí intentaremos cumplirlo. La película presenta a una familia pobre en un suburbio de Seúl. El azar (y la mentira) harán que el hijo mayor consiga un trabajo como profesor para la hija de una familia rica que viven en una casa de lujo. A partir de ahí intentará ir colando a todos sus familiares en el nuevo centro familiar en un juego de usurpación de identidades tan retorcido como divertido.
Parásitos es cine de género, y dentro de él hay una crítica feroz a un sistema en el que cada vez hay más división y, por tanto, más enfrentamiento. La lucha de clases se plantea aquí de forma original y nada evidente, pero lo que hay es un retrato feroz y sin condescendencias del mundo. Sería muy fácil posicionarse en una lucha 'ricos Vs pobres', pero, ¿qué ocurre cuando alguien de tu mismo nivel compite por el mismo lugar?, ¿nos han enseñado a ser parásitos?, ¿nos obliga la sociedad a tener siempre presente la ley del más fuerte porque si no nos expulsa? Son las preguntas que plantea a cada giro el filme sin perder nunca el ritmo y la capacidad de sorpresa.
La mala suerte ha querido que Parásitos se cruce en el camino de Pedro Almodóvar y Dolor y Gloria. La maravillosa película del director español tendría cualquier año asegurado el Oscar a la Mejor película internacional, y este también si Bong Joon-Ho no hubiera aparecido en su camino. La película coreana es, ahora mismo, la gran favorita, y los gurús sobre los premios auguran un enfrentamiento entre ambas obras y que las dos tienen muchas posibilidades de estar nominadas en otras categorías.
Muchos hasta ven a Parásitos colándose en la categoría reina, la de Mejor película.
Sería el reconocimiento a un director fundamental del cine de los últimos 20 años, una personalidad que sorprende en cada paso y que cita a Saura como una de sus influencias. Parásitos es, sino la mejor, una de las mejores películas del año y una de esas obras que no se va de la cabeza aunque pase el tiempo.