• Esta crítica de la película 'Xtremo' de Netflix dirigida por Daniel Benmayor y protagonizada por Teo García y Óscar Jaenada no contiene spoilers. Se estrena el viernes 4 de junio en la plataforma.
Las películas de Jackie Chan tenían un encanto especial, una inocencia que las hacía diferentes. No se tomaban en serio. Sus escenas de acción eran coreografías que parecían herederas del 'slapstick'. Del humor corporal y visual del cine mudo. Uno disfrutaba viendo a Chan defenderse con lo que pillara, ya fuera una cuerda, un cubo o una escalera. Todo valía para el show. Sin extras, sin efectos digitales, con un gusto por la artesanía que tapaba que detrás no hubiera nada más que al actor dejándose la piel.
Después de ver Xtremo, la nueva película que Netflix ha producido en España, uno tiene ganas de ver la producción entera de Jackie Chan en bucle. Porque la película que ha dirigido Daniel Benmayor no es más que una versión hiperviolenta, estilizada, autoconsciente y engolada de aquellos filmes que hacían de su falta de pretensiones su mayor virtud. Justo lo contrario de esta película que básicamente supone una sucesión interminable -dos horas exactamente- de escenas de acción. No hay nada más.
Supuestamente hay una trama de un sicario -Teo García- de una familia de la droga al que traicionan y pierde a su hijo. Un duelo que supera ‘adoptando’ y cuidando (es un decir porque lo único que le enseña es a repartir mamporros) a otro chico al que se encontrará años después y al que pone rostro Óscar Casas. Podría haber sido Xtremo una cinta completamente desprejuiciada, divertida, que no se tomara en serio y en la que la violencia fuera un juego más. Pero no, se toma muy en serio, tanto en su tratamiento de la violencia como en la parte dramática.
Es difícil que el espectador se lo tome así cuando uno está viendo una película de Jean Claude Van Damme, pero si encima pones a tus personajes a decir con aspecto serio frases como “se está repartiendo una hostia y tienes todas las papeletas” es difícil que lo consigas. Ocurre con otras muchas decisiones que son tan obvias que asustan. Poner Millonaria de Rosalía mientras un personaje trapichea con droga y recibe su dinerito a ritmo de “Fucking money man” es sonrojante. Elecciones estéticas como que una mancha de sangre salpique a la cámara están pasadas desde Hijos de los hombres.
Es una pena, porque la idea de apostar por un cine de acción hecho aquí podría funcionar, y porque hay varias escenas potentes y unas cuantas coreografías chulas (una con una alcayata, otra con unas llaves inglesas y un duelo a katana), pero uno llega cansado a ellas. En los 15 primeros minutos de Xtremo hay tantas muertes, tanta sangre, tantos tiros en la cabeza y tanta acción que acaba saturado. Es sólo el principio del festín. No hay espacio para el sosiego, ni para reposar cada escena, ni para tomar aire antes de llegar a la próxima.
Se nota que Benmayor disfruta el cine de Nicolas Windign Refn, o la saga de John Wick, pero Xtremo queda lejos de estas propuestas. Consigue estar al nivel en las coreografías de acción, bien rodadas y bastante espectaculares, pero no tiene alma ni una mínima originalidad para sobrevivir por sí misma. Y eso es problema de un guion repetitivo y cuya historia -además de ser la clásica historia de venganza y redención- está siempre supeditada a la siguiente escena de acción.
Los personajes no tienen carisma. Ni los buenos ni los malos. Son arquetipos de manual, y aunque la película sea consciente de ello, no hace que estos apuesten por el humor, que se rían de que son clichés, sino que todo está envuelto en un dramatismo que no ayuda. Si Xtremo hubiera apostado por la desvergonzonería, por ser un Kick-Ass español, hubiera sido una experiencia entretenida y refrescante. Ahora es sólo otra cinta de acción hiperviolenta más que confunde el ritmo frenético con un exceso de cafeína.
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