• Esta crítica de la serie 'Master of None' de Netflix se ha elaborado tras ver la tercera temporada completa y no contiene spoilers.
La papeleta de Aziz Ansari con el regreso de Master of None era interesante. El cómico fue acusado de conducta sexual inapropiada hace años. Un portal en EEUU recogía un testimonio de una cita de Ansari explicando que el actor ignoró la señales verbales y no verbales de su incomodidad. No hubo abuso, pero se abría el debate del consentimiento. Ansari no debía haber insistido, y mucho menos desde una posición de poder como la que él tenía. Reconoció la cita, explicó que pensó que todo había sido consensuado, pero que pedía perdón si no había sido así.
¿Cómo regresas a una serie en la que tú eres el centro absoluto como creador, actor, guionista e incluso director? Una serie, además, que habla de las experiencias sexuales, sentimentales y sobre temas de agenda política y social del momento. Ansari se ha tomado un par de años para encontrar la mejor forma de volver, y lo ha hecho dando un paso atrás y dedicando la tercera temporada de su creación al personaje de Denise, la amiga del protagonista en las dos primeras.
Una decisión que es una declaración de intenciones, y que cede el espacio a Lena Waithe, guionista de la serie y creadora de uno de sus mejores episodios -el de Acción de Gracias que ganó el Emmy-. Si las dos anteriores habían girado en torno a la vida de un treintañero de origen indio en Nueva York, ahora se centra en la relación sentimental de dos mujeres negras y lesbianas. Lo hace sin perder su principal seña de identidad, la profundidad y el entender que todas las relaciones personales están atravesadas por cuestiones de clase, raza o género. Moments of Love se llama esta temporada cerrada, centrada en el arco de una relación que viaja de lo idílico a lo trágico. Como casi todas en la vida real.
La tercera temporada de Master of None supone un salto sin red de ambos creadores, Ansari y Waithe, ya que se alejan del tono que tan bien conocen y tan buenos frutos les había dado, la comedia con toque dramático. Ahora dan un giro de 180 grados para radiografiar a una pareja moderna desde un punto de vista realista y dramático con puntos cómicos. Master of None se pone seria, pero sigue acertando en su mirada. Todo suena a verdad en cómo se hablan estas dos mujeres. En cómo se miran, se tocan. Las cosas por las que discuten.
Puede que la serie haya perdido frescura, pero también ha ganado en profundidad. A pesar de algunos resortes de guion impropios de dos guionistas tan buenos -por favor, ya nadie se deja unas bragas en una casa-, Master of None consigue captar las preocupaciones de la pareja. El final del amor, la maternidad, el racismo, el desclasamiento, el aburguesamiento de la clase obrera. Todo empapa sus guiones.
Ansari se pone en la silla de director y sorprende con una mirada reposada, melancólica. Se podría decir que incluso triste. Es raro que una serie apueste por un estilo tan austero, lleno de planos fijos que respiran, que se toman tiempo para que las actrices lo llenen. ¿Cuántas comedias han evolucionado hasta un estilo tan depurado y se han atrevido a dar un cambio de tono tan radical? Hay que agradecer el riesgo de ambos creadores, que han madurado con sus personajes y se nota en estos episodios.
Para los fans, Ansari no desaparece, y ya en el primer capítulo retoma su personaje y visita a su amiga Denise, ahora una escritora de éxito. Suyas son las escenas más divertidas, aunque como todo en esta temporada, es una risa con un punto doloroso. El de los sueños no cumplidos, el de la vergüenza de estar cerca de los 40 y vivir con tus padres cuando te habían prometido que tendrías todo.
Master of None se ha puesto seria. Ya no entra tan bien, ahora requiere más atención y hasta reposo, pero sigue siendo una de las mejores series de Netflix y supone un paso adelante necesario para Aziz Ansari como creador, que ha sabido ceder su espacio en el momento justo. Ojalá la plataforma les siga dando espacio y libertad.
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