Nunca nos hemos parado a pensar en la dependencia absoluta de nuestra vida diaria sobre la electricidad. Sin ella nos convertiríamos en seres inútiles. Estamos habituados a una rutina en la que la tecnología tiene una importancia vital. Si hubiera un apagón mundial, una de las nuevas teorías de la conspiración que surgen con fuerza, nos iríamos a pique. A priori uno puede pensar que simplemente sería prescindir de la luz, o de los electrodomésticos, pero es que cualquier mínima cosa necesita electricidad. Si la vida de una persona normal se vería completamente afectada, imaginen un hospital.
Ese escenario casi apocalíptico es el que plantea el segundo episodio de la serie Apagón, la gran apuesta de ficción Movistar+ para 2022 que adapta de forma libre el podcast El gran apagón, y que fabula con qué ocurriría si España se viera afectada por una tormenta solar que nos dejara sin electricidad de forma permanente. No seis horas en las que enciendes una vela y uno se siente McGyver, sino de verdad. Un hospital sin electricidad se vería empujado al caos. No se podrían usar máquinas de diálisis, ni monitores para operar sabiendo las constantes vitales, ni usar ascensores para mover a los enfermos. Nuestro sistema de salud pendería de un hilo. Ese es el punto partida de este capítulo que dirige Raúl Arévalo (que coescribe el guion con Fran Araújo y Aberto Marini) y que hemos podido visitar en exclusiva.
Arévalo dirige después del éxito de Tarde para la ira -con la que arrasó en los Goya, donde ganó el premio a la Mejor película- y mientras escribe su segunda obra para la que cuenta con Ainhoa Santamaría, Melina Matthews, Tomás del Estal y Javier Tena como protagonistas y trabajadores de un hospital que tendrá que enfrentarse a esta nueva realidad. Sin capacidad de diagnóstico por falta de maquinaria y apenas medicinas con los que tratar a los enfermos, los médicos hacen lo impensable para seguir salvando el mayor número de vidas posible.
Al director le atraía “el tema de jugar” como realizador. “Luego está también el tema del apagón, que me parece muy interesante y están los ecos del covid, que nos están surgiendo durante el rodaje y la preproducción, porque esto no se había concebido como espejo ni pensando en el covid, pero al retratar un hospital acaba saliendo, es inevitable. Cuando hablabas con los médicos ellos te decía, ‘esto ya lo pasamos con el covid’. Por ejemplo, con el tema de las depresiones de los médicos. Es inevitable que se impregne lo que estamos viviendo, aunque esto sea una situación hipotética”, cuenta a este medio.
Arévalo dijo que sí sólo por lo interesante del proyecto y por estar en una serie con “cinco directores diferentes de los que cuatro eran amigos míos”. “Isa e Isaki me habían hablado mucho de Fran Araújo, que es ese puesto con esa palabra que detesto, showrunner, y tenía muchas ganas de conocerle y para mí es el gran descubrimiento de este proyecto. Lo que me transmitió me hizo decir que sí sin estar casi ni repartidos los capítulos. Dije que sí con los ojos cerrados”. La conversación tiene lugar en Ciudad Real, en un hospital abandonado desde hace 16 años que el equipo de arte ha ‘maqueado’ para dejarlo como si estuviera en activo.
Han construido carpas de triaje fuera, creado su propia señalético y levantado de la nada plantas enteras del hospital para dar sensación de verosimilitud a un episodio en el que debe respirarse verdad. No puede ocurrir todo en un rincón de un hospital, se tiene que mostrar el caos en los pasillos, la suciedad, la precariedad y el lamento, porque como comenta Fran Araújo en la visita por el rodaje, el sonido también lo escuchamos diferente cuando no hay ningún aparato eléctrico alrededor. Un trabajo que ha durado casi un mes, que contará con más de 350 figurantes y que, para no contaminar lumínicamente, tendrá que realizar hasta 14 puntos de cortes intermitentes de tráfico cercanos al Hospital para evitar ruidos y cortes de alumbrado de carreteras y edificios públicos colindantes al hospital.
Arévalo también se ha ido sorprendiendo al descubrir cómo un apagón puede poner en jaque toda una sociedad, “me ha dado estas ojeras”, dice el director que cuenta cómo según iban preparando el capítulo iban descubriendo cosas nuevas que no podrían funcionar o que afectarían al funcionamiento del hospital. “Este episodio es maravilloso y es un capítulo trampa, porque hay cosas en las que no caes. Por ejemplo, no habría agua, y eso no es como que no tengas agua en tu casa, sino lo que supondría en un hospital, que sales de la operación y estás lleno de sangre y qué haces… O los bisturís, que ahora son eléctricos, no los hay manuales. Los chicos que salen de la carrera salen casi sin saber usar un bisturí sin electricidad. Nos decía un médico que es como si a un niño de 15 años le dieras un teléfono antiguo”, explica sobre las complejidades.
Entre el reparto destaca el nombre de Javier Tena, que además de actor ha sido médico cooperante, igual que su personaje. Su labor ha completado la de los asesores. “No siempre está, así que cuando hace falta, o hay dudas o veo algo que no veo muy claro lo comento. Yo soy también médico cooperante en la vida real y esto me lo tomo como un homenaje a mis compañeros que están ahí y que como yo en la vida real han sufrido temas de salud mental”, cuenta Tena.
Su compañero Tomás del Estal confiesa que le tienen “mareado a preguntas” y cree que ha sido fundamental el poder formarse junto a médicos y asesores: “Ha sido importantísimo, imprescindible. Porque en una situación tan concreta como la que estamos desarrollando, hay muchos detalles que no sabemos y ha sido imprescindible saber cómo funciona todo, cada protocolo, qué jerarquías hay en un quirófano…”.
En este episodio de Apagón se menciona una palabra que hasta hace unos años no sabíamos casi ni que existía y que debido a la pandemia ha aparecido en nuestras vidas: triaje. Un ejemplo de cómo esta serie va a hacer dialogar realidad y ficción y que va más allá de la pandemia, porque como recuerda Tena, “no hay que irse a una pandemia para ver estos criterios de admisión, que se dan todos los días. Personas con las que no se continúa un tratamiento, o no se dan todas las alternativas. Hablamos de colectivos vulnerables. Esto se ha visibilizado durante la pandemia, pero no sólo durante la pandemia se decide quién se lleva un respirador o no”.
Ainhoa Santamaría y Melina Matthews coinciden en la importancia de los asesores y apuntan algo que creen importante, los respiros para escapar del drama que plantea la propia trama. “Raúl intenta sacar un poco la alegría, que es algo que sucede en la vida. La vida siempre se abre paso más allá de las desgracias, porque es una forma de estar, de aguantar y de sacar adelante las cosas. Si todo fuese drama el mundo será mucho más gris”, apunta Santamaría sobre este episodio que seguro que consigue emocionar con sus ecos de realidad y sus notas de humor en medio de la tragedia.
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