Jessica Chastain quiere cambiar las cosas. Sus primeros diez años en Hollywood le sirvieron para encontrar su sitio en la industria, hacerse un nombre entre el público en un momento en que éste no parece demasiado interesado en seguir encumbrando estrellas de cine y rozar el Oscar gracias a Criadas y señoras y La noche más oscura. Con el cambio de década, la pelirroja se ha propuesto ir más allá y usar su nueva posición como productora para ayudar a cambiar la forma de representar a las mujeres en la pantalla. Agente 355 fue la primera película de espías liderada por un reparto mayoritariamente femenino. Ahora Los ojos de Tammy Faye busca hacer justicia con un personaje público que se convirtió en objeto de mofa durante años. Su entrega y su radical transformación física pueden acercarla de nuevo a la nominación a la estatuilla dorada. La Concha de Plata del Festival de San Sebastián ya está en su poder. También las nominaciones al Globo de Oro, el Sindicato de Actores y el Critics Choice.
El pasado mes de septiembre, SERIES & MÁS se encontró con la actriz estadounidense en una habitación del lujoso hotel María Cristina de la ciudad donostiarra cuando todavía faltaban unas horas para que se subiera al Kursaal a agradecer el primer premio de interpretación Zinemaldia que no distinguía entre géneros. Chastain compartió el galardón con la danesa Flora Ofelia Hofmann Lindahl, con la que acabó protagonizando un momento cargado de emoción y sororidad al recibir juntas en el escenario un premio con un valor histórico. Una estrella de Hollywood compartía el foco con una recién llegada, pero si algo ha quedado claro en la carrera de la protagonista de la reciente reinterpretación del Secretos de un matrimonio de Ingmar Bergman es su compromiso con las mujeres. Incluso con aquellos que, sobre el papel, parecen más villanas que heroínas de sus propias historias. Como Tammy Faye.
Empecemos por el principio. En los años 70 y 80, el telepredicador evangelista Jim Bakker y su mujer Tammy Faye ayudaron a levantar de la nada una de las primeras cadenas de televisión especializadas en contenidos religiosos, dando forma a un imperio basado en las donaciones de sus fieles seguidores que generó hasta parques temáticos. Para desgracia de un matrimonio excéntrico y misterioso que Chastain da vida junto a Andrew Garfield, no pasó demasiado tiempo antes de que el escándalo, los rumores, las acusaciones de fraude y las rivalidades hicieran saltar por los aires el meteórico ascenso al éxito de los Bakker.
La mujer que pasó a formar parte de la historia de la cultura pop por sus pestañas, su maquillaje inconfundible y su peculiar forma de cantar vio como lo perdía todo de la noche a la mañana. La gran pregunta sobre Tammy Faye es si en realidad ella fue una víctima de los engaños de su marido y el juicio de una sociedad machista o un verdugo más que había aprovechado las debilidades de miles de personas. Chastain lo tiene claro. “Hay una razón por la que el gobierno de Estados Unidos nunca acusó de nada a Tammy Faye”. A través de meses de campaña promocional y la propia interpretación a las órdenes de Michael Showalter, la actriz está preparada para defender con uñas y dientes a un personaje irrepetible.
Los ojos de Tammy Faye es tu tercera película como productora. ¿Por qué era un proyecto tan importante para ti?
Quería hacer esta película porque sentía que los medios estadounidenses habían juzgado de forma equivocada a Tammy Faye. También creo que a veces nosotros, como sociedad, nos fijamos más en las mujeres por su atractivo sexual y como mercancías que en lo que dicen o hacen. Así que crecí pensando que era una payasa, con esa idea de "oh, usa demasiado maquillaje" o “todo el mundo lo sabe, es una chiste". No era consciente de lo que había hecho, cómo abrazó a la comunidad LGTB+ en un momento histórico, 1985, en el que todos los hombres de su entorno opinaban justo lo contrario que ella. Al preparar esta película me di cuenta de que era una oportunidad de reconocer que hicimos mal las cosas con esta mujer y de celebrar las cosas increíbles que hizo en lugar de dedicarnos a hablar tanto de cómo se maquillaba.
Tu historia con el personaje empezó cuando viste el documental de hace veinte años. ¿Qué fue lo que te llamó la atención?
Definitivamente lo que marcó la diferencia fue la entrevista que hizo con Steve Peters. Tammy Faye fue alguien que en 1985, cuando en plena epidemia del SIDA la gente se estaba muriendo y el gobierno de los Estados Unidos realmente no lo reconocía como un problema público, se plantó ante millones de sus seguidores cristianos para recordarles el mensaje de que los cristianos deberían encontrar la forma de amar al prójimo, porque eso es lo que haría Jesús. Les estaba recordando que la religión y la fe deberían basarse en el amor, no en el juicio. Creo que hoy en día también vivimos un momento muy polarizado como sociedad, especialmente en los Estados Unidos. Se nos ha ido de las manos, hay un aire de agresividad en el aire y una sensación de que estamos enfrentados los unos con los otros. Primero fueron los republicanos y los demócratas, luego los antivacunas y los que las defienden. Los partidarios de Trump y sus detractores. Tammy Faye es un gran recordatorio de que incluso en la diferencia puedes buscar una conexión humana. Creo que es lo que necesitamos ahora mismo.
Tammy Faye era muy particular. ¿Cómo te aseguras como actriz de no ir demasiado lejos y crear una persona y no un personaje?
La verdad es que eso es lo más fácil para mí. Buscar esa humanidad siempre es mi objetivo. Cuando doy forma a los personajes me gusta buscar los detalles y probar cosas. Me encanta buscar la psicología del personaje, su vida interior. Lo más difícil de Tammy Faye era dar con el exterior: la voz, el acento, la forma en que se reía y la forma en que sonreía, que es diferente a como me río, el canto, su forma de predicar… todo eso. Eso es lo que realmente era diferente. Bucear en el mundo interior de mis personajes es lo que más disfruto como actriz. Generalmente cuando interpretas a alguien es una interpretación más interior o más exterior. En el caso de esta película tenías que hacer las dos cosas y eso hizo que técnicamente fuera un proyecto más difícil.
¿Cómo fue encontrar los diferentes looks de Tammy?
Eso fue mérito del trabajo y el talento del increíble equipo que teníamos. Fue Mitchell Travers quien hizo el vestuario de Tammy Faye. Tenía que hacer muchos cambios de vestuario y crear una gran transformación física. La primera vez que la vemos en la película, Tammy está en la universidad. Seguimos su vida durante décadas y el vestuario cuenta esa evolución. Las hombreras se vuelven más grandes, los pendientes se vuelven más pesados. Queríamos transmitir que la vida estaba acechando a Tammy. También fue clave el trabajo del equipo de maquillaje, peluquería y caracterización con prótesis. Son lo mejor de lo mejor en su profesión. No tuvimos mucho tiempo porque esta era una película de bajo presupuesto y había mucho que hacer. El resultado final y los pocos medios demuestran lo bien que hicieron su trabajo.
¿Es más fácil hacer una película basada en hechos reales cuando la persona no está viva para verla y juzgar cómo ha sido retratada?
Me encantaría que Tammy Faye pudiera ver la película. La sociedad fue muy cruel con ella y creo que le hubiera gustado ver cuánto la adoro. Soy una actriz que busca defectos en los personajes que interpreto. Me encantan estos personajes imperfectos. Si miras los últimos 10 años de mi carrera, verás que tengo tendencia a interpretar mujeres que a veces hacen cosas difíciles de defender y que cometen muchos errores. Estudié a Tammy durante mucho tiempo y me encontré a alguien que era muy auténtica, compasiva, y coherente con quién era. Me hubiera encantado compartir con ella esta versión de su vida.
¿Hubo algún momento que fuera particularmente complicado?
Emocionalmente la escena más importante para mí era la entrevista con Steve Peters, pero realmente la más difícil fue el clímax. Es el gran final de la película y estoy sola en un escenario cantando delante de todos esos extraños. Fue una experiencia muy emocional. Y luego estaba el gesto de romper la cuarta pared y mirar a la cámara. Había muchos detalles en el final. Tenía de todo.
Es la primera vez que cantas en una película.
La mayoría de gente no se dio cuenta, pero cantaba un poco en El árbol de la vida y La cumbre escarlata. Eran canciones de cuna o momentos en los que tenía que usar un tono más cercano al de las sopranos. Son escenas más íntimas y calmadas. Aquí tenía que desatarme y darlo todo. Estoy cantando a Jesús. Estaba fuera de mi zona de confort.
¿Sentiste en algún momento que te estabas lanzando al vacío con esta película?
Me sentí insegura en tantos y tantos momentos (ríe). A veces ni siquiera era consciente de ello. No quería sabotear mi propia interpretación. Cuanto más nos acercábamos a las fechas de rodaje, más miedo tenía. Tenía la sensación de que era la clase de personaje con el que no tenía suficiente tiempo para ensayar y prepararme. Tenía miedo, pero me obligué a mirar hacia adelante.
¿Cómo fue conocer a Steve Peters? Se publicaron fotos tuyas con él en la première de la película.
Fue un momento muy emocional. Es una persona que ha estado a punto de morir en varias ocasiones. La única razón por la que pudimos ver su entrevista con Tammy Faye es porque su cuidador de entonces grabó su aparición en televisión en una cinta de VHS. Era la única copia que había de ese momento histórico para la sociedad estadounidense. Fue una de las primeras veces que se hablaba del SIDA de esa forma en televisión. Creo, sinceramente, que la forma en que él y Tammy se comportaron en esa entrevista ayudó a salvar vidas. Conocerle fue maravilloso. Estuvo en un pase de la película y acabó cantando con el coro gay de Los Ángeles antes de que empezara la proyección. Fue un momento muy especial.
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