Regresar a Poniente con La casa del dragón o disfrutar del excepcional broche de oro de Better Call Saul después de seis temporadas es placentero, pero no puede compararse con la excitación que nos proporciona saber que estamos viendo algo que no podemos encasillar ni comparar con nada más. Así es como nos sentimos ante Los ensayos (The Rehearsal), la inclasificable y estimulante serie de Nathan Fielder en HBO Max.
Decimos que es una serie porque tiene una temporada de varios episodios con progresión dramática, pero lo primero que llama la atención de esta creación de Nathan Fielder es cómo juega con la línea que separa realidad y ficción, unas veces resaltándola con neón o y otras haciéndola desaparecer como si nunca hubiera existido. Su propuesta combina mecanismos propios del reality con una autoconciencia del proceso que permuta el género en algo que solo podemos describir como la ficción más realista o la realidad más guonizada que hemos visto en pantalla.
Pero empecemos por el principio, ¿de qué va Los Ensayos? Como en un reality de esos en los que un experto ayuda a los participantes a mejorar un aspecto de su vida, ya sea el vestuario o la decoración de su casa, Fielder ofrece la posibilidad de "eliminar el azar en la ecuación de la vida", ¿cómo?, permitiendo a sus participantes prepararse con antelación para afrontar un momento decisivo mediante ensayos previos.
La oferta no incluye solo ensayar la conversación una y otra vez, teniendo en cuenta todas las posibles reacciones del interlocutor o variables externas como qué hacer si alguien les interrumpe, lo que ofrece su creador es una experiencia completa. No ofrece ensayos sino simulaciones diseñadas hasta el más mínimo detalle para replicar la vida real del participante.
Para que visualicéis mejor a qué me refiero, en el primer episodio un equipo construye una réplica exacta del lugar en el que se va a producir el encuentro y un actor establece contacto previo con la persona con la que el participante va a hablar para imitarle y convertirse en su clon. El nivel de recursos de la producción parece ilimitado y lo absurdo de la situación, más el humor voluntario y muy personal de Fielder, nos hace creer que estamos ante un divertimento curioso, extravagante y muy caro.
Eso pensamos hasta que la trama empieza a complicarse, porque lo que un principio imaginamos serían episodios autoconclusivos al estilo "caso de la semana", deviene en un experimento meta con continuidad con muchas implicaciones, algunas obvias y otras que nos sorprenderá haber ignorado, hasta llegar a un sexto y último episodio que nos deja con la boca abierta y nos hace preguntarnos por qué no nos habíamos cuestionado ciertas cosas.
Esto es curioso, porque mientras vemos Los ensayos constantemente nos hacemos preguntas sobre si lo que estamos viendo es real o guionizado. Aunque es parte del formato que sepamos que hay actores contratados para que la experiencia de los participantes sea realista, y que constantemente se nos revela todo lo que implican las recreaciones a nivel de producción, logística y hasta en lo contractual, hay situaciones tan extremas que a veces dudamos si los participantes también están interpretando un papel.
Pero si eso es lo que pensábamos desde un inicio, sus peculiares actitudes nos generan la duda de si se están mostrando tal como son, por aquello de "la realidad siempre supera la ficción". Si aceptamos que los participantes son personas reales, nos preguntamos hasta qué punto todo está planeado por parte de Fielder; si se va adaptando a las situaciones tal como se producen; si sometió previamente su proceso a ensayos e hizo sus propias simulaciones para anticipar lo que iba a ocurrir; o si lo manipula todo para llegar a donde necesita. Y cuánto tiempo ha estado en producción y en la sala de montaje.
Son preguntas válidas. También irrelevantes, porque tal como comprobaremos al final, la mayoría del tiempo nos habíamos estado haciendo preguntas incorrectas, y no diré nada más. Tampoco os voy a hablar de casos concretos (y me muero por daros ejemplos) porque vale la pena experimentar esta simulación tal como fue diseñada: un experimento para crear emociones humanas a través de la recreación de experiencias, casi como si estuviéramos presenciando el autoentrenamiento de una inteligencia artificial: Nathan Fielder.
Los ensayos es como si el personaje de Jim Carrey en El Show de Truman también fuera el director. Funciona como una muñeca rusa infinita que nos sorprende a cada paso y, como si fuera una especie de Inception, cada vez vuelve más complejo su juego de espejos; como cuando vemos a Fielder interactuar con un actor que lo interpreta a sí mismo, mientras él se pone en la piel de un sujeto que está fuera de la simulación.
Descoloca, tiene drama, intriga, comedia surrealista y humor básico; es ficción y reality; una clase de cómo se produce la televisión, sátira de la telerrealidad, ejercicio metanarrativo y a veces una historia de terror lynchiano. Todo al mismo tiempo y con muchas capas. Su plan de producción es más ambicioso que los multiversos de Marvel y sus simulaciones más complejas que Westworld.
Es fascinante, inteligente, divertida, perturbadora e incómoda. Sé que esto último puede repeler a algunos espectadores, pero si no es vuestro caso, disfrutad del viaje porque nunca habéis visto nada igual. Por ahora, seguiremos sin responder esos interrogantes que nos intrigan, porque ha sido renovada por una segunda temporada y seguirán manteniendo el misterio mientras les sea posible. Esta es una hazaña que no veíamos desde el estreno de La bruja de Blair.
'Los ensayos' está disponible en HBO Max.
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