Conocido por muchos como el director de la saga El padrino y por otros como el autor de otros grandes largometrajes como Apocalypse Now o Rebeldes (1983), Francis Ford Coppola es uno de los directores más famosos de todos los tiempos. Su filmografía recorre todos los géneros y ha trabajado con muchas de las grandes estrellas de la industria, aunque como todo artista, también cuenta con alguna obra que ha pasado injustamente desapercibida.

Es el caso de La ley de la calle (1983), un drama criminal muy vanguardista en su momento y una joya olvidada de su filmografía. Sin embargo, en apenas 94 minutos, este largometraje consigue cautivarnos con sus imágenes en blanco y negro y una historia fascinante.

Concretamente, el filme sigue a Rusty James (Matt Dillon), un joven que sueña con volver a los tiempos de las pandillas juveniles para emular a su hermano mayor (Mickey Rourke), que en su día fue líder de una de ellas y que arrastra una reputación de rebelde e intocable como "el chico de la moto". Pero ahora su hermano ya no está, pues hace dos meses que se marchó, y a Rusty le han citado para una pelea.

Dos películas similares a la vez

El hecho de que La ley de la calle sea una de las películas que más pasó desapercibida en la década de los 80 tiene sentido si tenemos en cuenta cuándo se estrenó exactamente. Ese mismo año llegaba también a los cines Rebeldes, que tenía una mirada más nostálgica y acabó eclipsando a la segunda, convirtiéndola en un complemento prescindible. Por eso, y a pesar de la buena acogida que tuvo por parte de la crítica, La ley de la calle no tuvo el éxito esperado en taquilla.

No obstante, los que hayan visto ambos largometrajes sabrán que La ley de la calle bien podría ser una continuación de la anterior que, además, supo captar a un grupo de jóvenes promesas de Hollywood como lo serían Matt Dillon, Diane Lane, Chris Penn, Nicolas Cage o Sofia Coppola.

En cuanto a la temática, ambas películas se parecen en el hecho de que ambas se centran en la naturaleza efímera de la juventud. Aunque Rebeldes presenta una visión de una infancia idealizada, La ley de la calle opta por hablar desde la crudeza sobre el hecho de hacerse mayor, con unas imágenes más violentas y asfixiantes que las de Rebeldes. Esto hizo de ella una película menos accesible para todo tipo de públicos.

Una obra maestra olvidada

Rodada entre la primera y la segunda entrega de El padrino, La ley de la calle fue concebida como un complemento de Rebeldes y se inspira directamente del cine alemán de la década de 1920. Aunque su calidad no se tradujo en el éxito comercial, La ley de la calle es una película profundamente reflexiva e introspectiva, y también se puede describir como cine de vanguardia.

Además, como ocurre en todas las películas de Coppola, el caso de este largometraje es el de una obra donde cada detalle se cuida al milímetro. En este caso, la paleta de colores y tonos blancos y negros le añade un toque expresionista a la historia y enfatiza el daltonismo de uno de los personajes; y el paisaje desolador evocan el mismo frío inquietante que puede provocar el caminar solo de noche. Incluso las forma en la que se proyectan las sombras son decisiones tomadas de forma consciente y algunas de ellas se llegaron a pintar a propósito en escena. 

Por otro lado, los jóvenes actores forman parte de la visión de futuro que tenía el director, que supo ver en ellos una proyección y una carrera. A ellos les enseñó grandes clásicos de otro tiempo como El gabinete del doctor Caligari, mostrándoles e inspirándoles a construir una manera de transmitir emociones sin hablar.

El resultado final de la combinación de todos estos elementos es una de las mejores películas de Coppola. Un filme aparentemente sencillo desde la superficie, pero que debería reivindicarse más por ser una obra maestra capaz de ser letal desde la sencillez.