El mundo se ha vuelto loco. O quizás siempre lo ha estado. La pandemia ha demostrado que la fragilidad de nuestra mente estaba ahí, siempre a punto de quebrarse. Pero eso ya lo sabía desde hace mucho tiempo Carlo Padial, el guionista, director, y casi hombre orquesta, que ha hecho de sus neurosis y sus miedos la materia prima con la que trabajar. Padial tiene un ingenio desbordante y un humor que no encaja en las comedias fabricadas en serie que ahora se producen tanto en cine como en ficciones.
Su humor no fuerza el gag, está en lo cotidiano, y lo vuelve a demostrar en Doctor Portuondo, la primera serie de Filmin y una adaptación de su propio libro que él mismo dirige y que ha escrito junto a Carlos de Diego. Asegura que han hecho lo que han querido, y que si no gusta la culpa es de ellos, pero que se parece a lo que tenían en mente. Una mente que siempre sale de las etiquetas que limitan la ficción actual.
Doctor Portuondo nace de un libro, cuya materia prima eran tus propias experiencias, en las que se confundían los límites de la realidad y la ficción. Ahora, ese libro, se convierte en una serie de ficción, donde hay un actor que te interpreta a ti. ¿Cómo vive uno esta confusión de realidad y ficción?
A mí lo que me pasa es que algunas de mis influencias más bestias también cuando hago cine o una serie, aunque parezca una locura, son los cómicos del stand up comedy y cómo trabajan con su propia vida, y eso me fascina desde que vi el especial de Richard Pryor: Live in concert y cómo contaba su vida con una honestidad brutal. Me emocionó. La otra influencia son los raperos. Mira Jay Z, lleva 18 discos hablando de los dos años que vendió drogas, que realmente fue muy poco tiempo, y lleva muchos discos hablando de eso. Hace mucho que no le pasa nada importante, pero sigue acudiendo a esos años en los que vendía crack y era un pez gordo en las calles.
Me gusta mucho partir de lo que has vivido como material para crear ficciones. A veces se mete demasiado en el mismo saco a la gente que acude a las vivencias personales y se les etiqueta como autoficción, que ya tiene un componente despectivo, cuando realmente lo que estás haciendo es ser relevante. Creo que en 2021 la gente más relevante que cuenta cosas, lo hace desde sus vivencias propias. Los cómicos de stand up y los raperos son la gente que está contando el presente. Yo no me puedo inventar que he estado en el Himalaya, porque incluso cuando he ido a algún sitio especial no me ha pasado nada importante, así que sólo puedo acudir a mi día a día, a mi cotidianidad, y todo lo que viví haciendo terapia daba pie a situaciones muy divertidas.
Describes a Portuondo como un detective del subconsciente, pero tengo la impresión de que tú eres un detective de lo cotidiano. No sé si existe ese paralelismo entre tú y Portuondo.
Sí, ya todo está muy confundido. Me pasa cuando hablo a veces con mi pareja que me dice, ‘no sé si me está hablando tú o me está hablando Portuondo, o vienes de hablar con él aunque se haya muerto hace mucho’. Creo que tuvo tal influencia en mí, o que soy una personalidad tan extrema que le causo tal efecto, que el doctor está confundido conmigo. Yo me identifico en cosas que representa, como ese escepticismo hacia el presente, ese desdén hacia una generación que creo que somos demasiado hiper conscientes, esa búsqueda de intentar contar tu propia historia sin artificios, que es una cosa que te puede llevar toda la vida.
Has mencionado el stand up comedy, y muchas veces cuando ves a Nacho Sánchez en terapia parece eso, stand up comedy de diván.
Totalmente, es tal cual, es stand up pero estirado en un diván y el plano tiene algo de eso, porque aunque sea muy cerrado es cenital y podría estar de pie. Era una intención absoluta, y tiene que ver con las cosas que me ponen contento. En esta serie estaba muy influido por directores que se acercan a la comedia desde su excentricidad, y eso vale para Miranda July, Lukas Moodysson, Todd Solondz, Louis Malle o Albert Brooks. No quería coger su tono, pero sí ser valientes como ellos y poner en circulación tu estado de ánimo, tu estado humorístico, y el mío es este.
Empleo mi supuesto ingenio como un salvoconducto para estar en sociedad, porque no tengo nada más. Desde que soy niño, soy una persona incapaz de vivir, no soy sociable
Yo soy una persona muy neurótica que se relaciona con el exterior a través del ingenio, siento que no hay nada más y a veces tengo la sensación de que empleo mi supuesto ingenio, sea mucho o poco, como un salvoconducto para estar en sociedad, porque no tengo nada más. Desde que soy niño, soy una persona incapaz de vivir, no soy sociable, y veo la gente que se relaciona afectivamente y me da mucha envidia, porque cuando yo intento expresar un brote así, sale mal y es casi como un asalto, es como una agresión afectiva. No calibro bien. En cambio, el ingenio me ha mantenido en sociedad y me ha dado una profesión, lo cual es increíble.
Has mencionado esos referentes y yo no veo ese humor en las series. ¿Por qué no está en las plataformas?
Creo que estamos viviendo, y creo que mi anterior película era una crónica sobre eso, estamos viviendo un cambio de paradigma cultural radical en muchos ámbitos y de muchas maneras y a todos los niveles, pero también en el cine y en cualquier ámbito creativo. Veo que estamos viviendo una dominación cultural de las series en las ficciones audiovisuales, y el perjuicio que ha tenido eso, que también tiene cosas buenas, es que ha arrinconado la idea del autor, esas sorpresas maravillosas que encontrabas cuando ibas a los Renoir o a los Verdi, y descubrías voces excéntricas. Eso cada vez cuesta más, porque las plataformas tienden a la uniformidad, que es algo que ha pasado con las cafeterías.
A mí, que me gusta el café, cada vez cuesta más ir a un bracafé, que es esa cafetería de Barcelona que la llevan como unos viejos y que el café es muy bueno, pero es muy bueno de una manera. Ahora tienes que ir al Starbucks o a la cafetería de unos hipsters que dicen que hacen café gourmet pero que es una puta mierda el café. Y con el cine me pasa lo mismo, ¿dónde está esa cosa genuina?, ¿dónde vamos a encontrar al próximo Joaquim Jordà, o al próximo Cavestany? Y en ese sentido creo que más allá de que te guste o no la serie, que espero que guste, creo que no se puede tratar como una serie más, porque es una serie de Filmin, y eso es una gran noticia, el que Filmin dé la posibilidad de que no todas las series tienen que ser iguales ni dictadas por algoritmos o estudios de mercado, o por esa búsqueda de un público lo más mainstream posible, porque entre eso y la desaparición de las salas, quedan muchas cosas fuera.
En la serie están tus sospechosos habituales, Berto, Pareja… cómicos que de alguna forma rompen también tu humor, que es muy diferente al suyo.
Hay un par de aspectos, uno el que comentas, y es que preparando la serie nos dimos cuenta que el punto de vista es un punto de vista muy cerrado, el del paciente y cómo ve el mundo, y es una mirada muy extrema, casi expresionista, no hay una persona normal en la serie, todas las figuras están teñidas de algo patológico, son caracteres muy chiflados, y en ese contexto, o tomando esa decisión, la presencia de los cómicos te viene muy bien, porque tienen un registro muy divertido. Por otro lado, es que estar rodeado de cómicos es lo mejor que hay.
En este proyecto he descubierto la fortaleza que supone trabajar con actores puros como Nacho u Olivia, pero no quiero prescindir, o no en este proyecto, de esa cualidad tan mágica de los cómicos, y tenemos la suerte en España de tener unos cómicos buenísimos, como Judit Martin, que no sé si fuera de Cataluña se la conoce demasiado y es un prodigio y quiero trabajar más con ella. Está esa cosa mía de que me gusta estar cerca de ellos porque creo que son los más brillantes, inteligentes y divertidos, y me asombra estar junto a ellos por cómo miran el mundo.
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