El cine de acción ha estado monopolizado por hombres. Ellos eran los héroes, y ellas las acompañantes. Se crearon conceptos como 'chica Bond'. Él era la estrella. Ella, la secundaria. En el cine de superhéroes ha ocurrido lo mismo. Hemos visto películas dedicadas a todos ellos: Batman, Superman, Hulk, Iron-Man, Daredevil... pero hemos tenido que esperar mucho para que sean ellas las que tomen el poder.
El universo Marvel no ha sido una excepción, pero gracias al auge del feminismo en los últimos años, han tomado cartas en el asunto. Mientras en el universo de James Bond siguen decidiendo si es hora de una espía con licencia para matar, ellos se han dado cuenta de que la cosa no podía seguir así. Que había que introducir a directoras para ponerse al mando de sus grandes producciones y dar protagonismo a las superheroínas que llevan años pidiendo paso.
Así, mientras Pérez-Reverte parece indignado porque el último Bond ha perdido testosterona y ya no huele lo suficiente a Varón Dandy, llega a Disney+ Viuda negra, que no es más que una versión de una película de James Bond colonizada por mujeres. Marvel, en su alianza con Disney, siempre ha demostrado saber leer el momento actual de la sociedad mucho mejor que otras franquicias. Si Black Panther fue su respuesta a un clamor social por la falta de presencia de profesionales negros en las grandes producciones, ahora se han puesto las pilas con el machismo.
Un machismo que no sólo estaba en la sociedad, sino que mirando hacia su propio estudio salía a relucir al descubrir que ninguna mujer había dirigido una película hasta Capitana Marvel, donde Anna Boden compartió labores con Ryan Fleck. Se pusieron las pilas y de ese terremoto nace un proyecto tan curioso, divertido y ajeno al propio canon Marvel como Viuda Negra, que llega ahora a Disney+. El filme de Cate Shortland -australiana que sorprendió con Lore y que incluso compitió en Una cierta mirada de Cannes con su primer filme Somersault- no es más que una versión femenina de una película de James Bond.
El primer filme en solitario de la espía de Los Vengadores a la que da vida Scarlett Johansson bebe directamente del cine de espías a lo Bond. Con una trama simple de robo, dobles personalidades, viajes por todo el mundo, giros, alianzas rotas, traiciones y unas escenas de acción espectaculares. Eso sí, aquí la presencia masculina se limita al villano de la función y a una figura paterna torpe y churretosa. El resto de la función es de ellas. De Scarlett como Viuda Negra, de Florence Pugh como su compañera de fatigas, de Rachel Weisz como estrella invitada y de un ejército de mujeres alienadas que son las enemigas al estar controladas por el malo malísimo de la función, un machirulo que las manipula como si fuera una red de trara. Marvel se carga el patriarcado en este filme de espías con las cicatrices de la guerra fría de fondo.
“Tengo controlada la mayor materia prima del mundo, las mujeres”, dice el villano en un momento. Y ahí uno se da cuenta de que Shortland y Johansson, como productora, han hecho una metáfora donde la victoria es la liberación de las mujeres del yugo masculino y de la sociedad que las doblega. Un interesante giro para una película de trama más bien simplona pero que se bebe de un trago y en el que sus dos horas y cuarto pasan volando entre viajes por todo el mundo, mamporros y bromas.
Viuda negra se beneficia de distanciarse de las películas de Marvel. Ella no tiene súper poderes, y eso hacía necesario bajar la trama y la película a la tierra. Lo hace en su apuesta por el cine de espías, pero Shortland también lo logra en las escenas de acción, mucho más físicas, secas y directas. Peleas cuerpo a cuerpo donde los golpes suenan, duelen y hacen sangre -el primer encuentro entre las dos protagonistas, a palos, es tremendo-. Hay hasta una referencia a este cambio, cuando el personaje de Pugh le pregunta a Scarlett que si Thor no toma ibuprofeno para el dolor después de una pelea.
En ese poso de realidad la película tiene que justificar porque Los Vengadores no aparecen y solucionan todo -su contexto temporal da la clave-, pero también el cambio de estilo. Por eso abundan las bromas hacia los superhéroes, hacia lo falso que suena todo, y Florence Pugh le dice a Scarlett Johansson que por qué posa cuando cae desde una altura, haciendo referencia a la clásica entrada del personaje en todas las películas de Marvel. Notas de humor que están potenciadas por el personaje de David Harbour, el Guardián Rojo, la versión soviética del Capitán América y la otra cara de espejo. “Dos actores en el teatro de la geopolítica”, como dice su personaje, obsesionado con la fama de su coetáneo americano.
Harbour y Florence Pugh son los auténticos robaescenas de la película. Desprenden carisma, gracia y se les ve disfrutar de cada plano. Pugh se confirma como una estrella atípica, con una fuerza torrencial y una frescura que la película explota constantemente. Un filme atípico para Marvel -al que falta un villano con más fuerza y presencia-, más entroncado con El soldado de invierno -una de las mejores películas del universo- que con Thanos, Thor y compañía.
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