A menudo, las personas se han empeñado en contar la historia teniendo en cuenta solamente un punto de vista. Existen muchas pruebas de ello, pero una de ellas es el género western en sí mismo, que a menudo tendía a perderse en enaltecer la figura masculina a través de la figura del vaquero y en retratar de manera estereotipada a la población indígena.
Por suerte, existen cineastas como Martin Scorsese que en su película Los asesinos de la luna ha querido revitalizar el género para "hacer justicia con la población Osage y que el público sintiera la inmensidad de la tragedia que les ocurrió", según él mismo declaró.
El largometraje se sitúa a principios del siglo XX, cuando el petróleo ya era considerado como una especie de "oro líquido" y fue capaz de convertir a la tribu Osage en una de las civilizaciones más ricas del mundo por el lugar en el que se asentaba. Pero, como no podía ser de otra manera, los hombres blancos de la zona trataron de hacerse con esa riqueza, manipulando, extorsionando y robando a los que allí vivían sin reparo.
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Más concretamente, Los asesinos de la luna se basa en la historia real y el libro de no ficción del periodista David Grann, y cuenta la historia de cómo al menos veinteveinte miembros de una tribu Osage fueron asesinados durante la década de 1920 en Oklahoma. Y también narra cómo los hechos fueron investigados por el FBI.
Toma como punto de partida el romance de Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio) y Mollie Kyle (Lily Gladstone), trazando una historia sobre una serie de crímenes donde el amor no será suficiente para compensar la alta traición y un complot dominado por la codicia y el racismo.
La realidad supera a la ficción
Aunque Scorsese se tome ciertas libertades a la hora de adaptar la novela, lo cierto es que lo que se narra en ella ocurrió de verdad. Y resulta que los hechos reales son incluso más desgarradores que lo que se muestra en pantalla.
Tras el asentamiento de los Osage en tierras ricas en petróleo durante la década de 1890, los colonos blancos se dejaron llevar por la codicia sin límites y la avaricia de muchos de ellos desembocó en la muerte de al menos sesenta miembros de la población Osage ricos, que podrían haber sido muchos más. El proceso de la búsqueda de justicia fue lento, pero este suceso ayudó a cambiar la manera de aplicar la ley en Estados Unidos.
La riqueza de los Osage
El petróleo llegó a transformar por completo la vida de los Osage y los convirtió en una de las naciones más ricas de la Tierra, sobreponiéndose a las habladurías que les señalaban como personas ingenuas, primitivos y que necesitaban la supervisión de los hombres blancos para no desperdiciar su riqueza.
De hecho, el propio gobierno también consideró que eran comunidades dependientes y que necesitaban protección federal, por lo que se establecieron leyes diseñadas para protegerles -y evitar que se empoderasen-.
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Sin embargo, estas leyes a menudo no protegían sus intereses y, en realidad, sólo servían para que los colonos blancos tomaran el control sobre los pueblos nativos y sus tierras ancestrales. A medida que el petróleo generaba más y más dinero, cada Osage tenía derecho a una riqueza mayor, lo que atraía el interés de los habitantes de Oklahoma que no eran de los pueblos nativo americanos.
Poco a poco, las leyes fueron cercando las libertades de los Osage y los colonos blancos acabaron interviniendo y apropiándose de su riqueza de manera legal.
Traspasando los límites
La avaricia terminó desembocando en crímenes de sangre y pronto empezaron a salir a la luz una serie de muertes misteriosas en el condado de Osage. Las muertes generaron pánico en todo el condado, donde se estableció un “reinado de terror”, y la gran riqueza de la familia Kyle fue heredada por los únicos supervivientes a la masacre: Mollie Kyle, una Osage de purasangre, y su marido blanco Ernest Burkhardt.
Entre 1921 y 1925, al menos sesenta personas fueron asesinadas o desaparecieron en extrañas circunstancias. Y todos poseían cierta riqueza en la zona. No obstante, las sospechas acabaron señalando al destacado ganadero William K. Hale (que en la película es interpretado por Robert De Niro) como el principal culpable.
Hale era conocido por sus tratos financieros con el pueblo de Osage y tenía una gran influencia en el condado. Controlaba parcialmente el banco, el almacén local, la funeraria e incluso sirvió como sheriff de reserva y su sobrino Burkhardt se casó con Mollie Kyle, heredando la fortuna de su familia.
Tal y como se narra en la película, los asesinatos continuaron y las investigaciones locales y los esfuerzos policiales para encontrar un culpable fracasaron. Pero el pueblo Osage no se rindió y recurrieron al gobierno federal en busca de ayuda. En respuesta, la Oficina de Investigaciones, ahora conocida como Oficina Federal de Investigaciones (o FBI).
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Después de un largo camino y muchos juicios, Hale y dos cómplices fueron sentenciados a cadena perpetua. Aunque muchos de los asesinatos siguen siendo misterios sin resolver.
A día de hoy, se cree que los asesinatos de la Nación Osage fueron fue el caso que ayudó a crear el FBI y las fuerzas del Estado actuales, basadas en investigaciones exhaustivas, operaciones encubiertas para resolver casos complejos. Y aunque los asesinatos tuvieron lugar hace más de un siglo, siguen recordándose y formarán parte de un pueblo históricamente relegado y oprimido.