A sus 52 años, Jaime Rosales no sería la primera elección para contar la historia de una joven madre de clase baja que salta de relación en relación mientras busca la felicidad y una familia estable para sus hijos. Diez años después de explorar las consecuencias entre los milenials de la crisis de 2008, el director de La soledad vuelve a mirar hacia la juventud en un drama protagonizado por Anna Castillo que opta a la Concha de Oro en la 70.ª edición del Festival de San Sebastián.
La ganadora del Goya por El olivo interpreta a Julia, una joven de 22 años y madre de dos niños que se enamora de Óscar (Oriol Pla), un chico conflictivo con el que comienza una relación. A medida que pasan tiempo juntos, Julia empezará a plantearse si Óscar es la persona que realmente necesita a su lado, lo que la llevará a iniciar un viaje personal en busca de su felicidad y la de su familia.
Unas declaraciones de Rosales en la rueda de prensa en referencia a la caracterización de las nuevas masculinidades despertaron la polémica entre los periodistas asistentes al evento. El cineasta barcelonés ha analizado para SERIES & MÁS las claves de un trabajo que llega a las salas el próximo 14 de octubre. "Es un honor estar en San Sebastián, pero los festivales son una herramienta dentro de la promoción de una película. No es un punto de llegada ni mucho menos. Ahora estoy esperando la respuesta del público.
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Hermosa juventud es una película que parecía nacer como respuesta a la crisis de 2008. Girasoles silvestres es distinta, pero tiene un espíritu similar. ¿Cuál es el detonante de esta historia?
Es verdad que las dos películas tienen un hilo común. Es una interpretación posible. No es la única. Cuando hablo como director, procuro siempre matizar algunas cosas que yo veo o que yo he sentido, pero no son las únicas posibles. En Hermosa juventud planteaba dos preguntas que son muy importantes: ¿podrá la generación de los jóvenes en un entorno que se ha hecho tan hostil desarrollar un oficio y crear una familia? Me lo preguntaba porque en ese momento pensé que a lo mejor les iba a ser tremendamente difícil, si no imposible.
Casi diez años después intento contestar esas dos preguntas. Creo que sí que es posible, siempre y cuando se den dos cualidades en la persona. Una es una cierta capacidad de lucha porque hay un sufrimiento y la otra es la inteligencia para aprender de los errores. Esas dos cualidades que para mí tiene el personaje de Julia vienen a responder a esa pregunta. En ese sentido sí que es esperanzador. Creo que hay un futuro.
Girasoles silvestres parece la antítesis de Petra. ¿Te obligas a cambiar radicalmente con cada película?
Siempre me interesa explorar diferentes estéticas, temas y situaciones. Creo que en todas mis películas la familia es importante. También son elípticas. Siempre es importante contar la historia con elipsis para que el espectador tenga espacio a rellenar tanto la trama como sus propias ideas. Lo que sí diría es que comparten una voluntad de ir hacia el espectador. Creo que ésta es un paso más que Petra, que ya lo era respecto a Hermosa juventud, que ya lo era respecto a Sueño y silencio. Aunque son muy diferentes sí que comparten algunas, algunas cosas.
Con el paso de las películas, tu obra parece más accesible. ¿Estás en un momento en el que te apetece que tu trabajo llegue a más gente?
Al final lo que me interesa es buscar maneras de revelar misterios de lo humano. Eso está en el corazón de todas mis películas. Dependiendo de la película a veces intento llegar a más espectadores o me conformo con un circuito más reducido. En estos últimos tiempos me ha parecido que era válido y pertinente suavizar algunas formas en mi cine, lo que tiene que ver con el uso de la música, el montaje, la planificación más dinámica, acercar más la cámara a los actores, buscar unos actores con un carisma más especial. Esas decisiones me han parecido orgánicas en este caso. Ahora solo falta ver si el diseño que hemos planteado funciona y la gente va a verla y la disfruta, porque al final eso es de lo que se trata.
Luego nunca se sabe. Hiciste La soledad, fue mucha gente a verla y acabó ganando el Goya.
Nunca sabes lo que va a pasar. Menos mal que es así. Los seres humanos siempre intentamos controlar nuestro mundo, nuestra profesión, nuestra familia. El ser humano tiene insertado en su naturaleza esa necesidad de control, pero por suerte fracasa siempre porque las circunstancias siempre nos superan y nos sorprenden. Hay que vivir entre esas dos pulsiones, el intento de controlarlo y el aceptar que no lo vamos a poder hacerlo y que no va a depender de nosotros.
¿En qué momento llega Anna Castillo al proyecto y cómo lo condiciona?
El primero en aterrizar en la película fue Oriol Pla. Ya había trabajado con él en Petra. Quería un actor ancla para la película y además el personaje de Óscar me apetecía mucho hacerlo con él. Cuando llegó Anna al proyecto, me quedé sorprendido por su capacidad y por la precisión en su trabajo. También por la cómo era capaz de arriesgar para ir a todos los extremos que yo quería que llegara en la película, desde una alegría y de una gran espontaneidad a un sufrimiento y un desgarramiento extremos. Desde la escritura sabíamos que la que iba a llevar el peso de la película era el personaje de Julia. Luego Anna tiene una cosa que es maravillosa: el espectador sufre con ella, le importa lo que le pasa. Es alguien por quien tienes esa simpatía, esa cercanía. Se ponen de su lado.
La película tiene una perspectiva muy femenina. La has escrito con Bárbara Díez.¿Decidiste incorporarla al proyecto para tener un punto de vista más femenino y poder ser más auténtico?
Sí, es una mezcla de cosas. Con Bárbara había trabajado en otras películas, aunque no fuera como guionista. Su contribución había sido muy importante. En esta película ella sentía mucha conexión con el personaje de Julia y siempre me ha gustado escribir con alguien. El cine, sobre todo, es un trabajo en equipo. Cuantas más personas intervienen en realidad es mejor, en todas sus etapas. Tener a Bárbara ha sido fundamental.
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La estructura se basa en tres capítulos titulados por los hombres con los que Julia tiene una relación. ¿Os planteasteis dedicarle un capítulo a ella en solitario?
Ha habido muchos cambios en el guion. Los propios capítulos como tales surgen relativamente avanzaba la escritura. No estaba desde el inicio. Al principio pensamos en mostrar al personaje dejando a los niños al cuidado del padre durante un tiempo. El personaje se iba a Francia a buscarse la vida. Allí las cosas van mal y acaba siendo rescatada por una familia senegalesa de inmigrantes gracias a la que terminaba sacando cabeza. Se podría decir que eso era un capítulo Julia, pero cuando decidimos estructurar la historia en torno a tres hombres, un cuarto capítulo no tenía ya mucho sentido.
Creo que si hubiéramos incluido eso estaríamos diciendo que el futuro dependía de uno mismo, independientemente de los demás o sin la relación con los demás. A mí me parece que cuando es virtuosa la relación de pareja, igual que cuando lo es la relación de la familia, da mucha estabilidad y bienestar. Si la relación es tóxica, es fatal, claro. La película anima a evitar lo tóxico y a buscar esas señales. Cuando el espectador ve a Óscar al principio de la película detecta algo raro rápidamente. ¿Por qué ella no lo ve? ¿Por qué hay tantas chicas que ignoran esas relaciones?
Lo que intento es hacer un mapeo y decir que cuando el río suena de esta manera, es que lleva esta agua. Lo mismo que cuando aparecen señales positivas que merece la pena escuchar. Para mí era muy importante contar esas cosas. Acabar con ella sola hubiera querido decir que creo en la soledad del individuo y realmente no lo hago.
Hay que vivir entre esas dos pulsiones, el intento de controlarlo y el aceptar que no lo vamos a poder hacerlo y que no va a depender de nosotros
La cuestión de clase es otro de los temas que están de fondo. Al final Julia encuentra cierta estabilidad en el último hombre con el que está, alguien de un nivel social superior. ¿Cómo os planteasteis eso desde el guion?
Ese tema fue una fuente de discusiones. A veces nos preguntábamos si teníamos que caer en ese tipo de pareja, o incluso si ella podía acabar sola, o si ella acababa con otra mujer. Con Bárbara a veces ella me llevaba a tener que buscar una justificación, un anclaje muy sólido a esa decisión vital. Al final va a acabar con un hombre. Lo que pasa es que es un hombre más feminizado, es un hombre más evolucionado y me parece que la familia es posible, siempre y cuando sea en unas circunstancias. Entre otras, que él sea muy generoso, que en un momento dado de crisis sepa que tiene que acercarse a ella para satisfacer sus necesidades como mujer.
Ahora hay cierto juicio hacia las generaciones más jóvenes porque deciden no tener hijos. ¿Te ha cambiado tu forma de ver esta película?
La verdad es que no me lo había planteado. Esto no me lo han preguntado antes. Es verdad que hay menos hijos ahora. Hemos pasado de modelos sociales y familiares diferentes. El modelo patriarcal en el que puede haber cinco u ocho hijos, prácticamente ha desaparecido. Ahora las familias tienen uno o dos hijos. Si tienes tres, ya se considera familia numerosa. Hay patrones socioeconómicos que cambian. Las familias que se estructuran de otra manera. También hemos visto una revolución sexual que nos lleva a otros lugares como sociedad.
A mí me sigue interesando la familia. Me interesa tanto la relación de un individuo con sus padres como de un individuo con sus hijos. La familia de origen, la familia creada. Eso siempre ha estado en mi cine. La persona con la que vas a fundar una familia o vas a intentar fundar una familia es la decisión más importante de la vida. No es algo que ocurre sin más. Creo que la familia, aún siendo también una fuente de conflictos, tiene cosas muy buenas y estabiliza, da mucha estabilidad emocional a la persona.
Por ejemplo, en el personaje de Julia ella siempre tiene un padre que siempre está ahí. No es un padre muy intervencionista, no es un padre que le resuelve la vida, pero cuando ella necesita refugiarse, ahí está su padre también. Ella nunca deja de luchar por sus hijos y siempre tiene el refugio del padre. Esa reflexión sobre las bondades de la familia me parece necesaria.
La película aborda el lugar del hombre en la familia. Hay un debate importante ahora sobre las nuevas masculinidades y los roles en la familia.
Ese era un melón que tenía su dificultad y en el que me apetecía meterme. Antes hablabas de diferencias o parecidos en mis películas. Creo que en todas ellas intento salir de las ideologías fijas. Se cree que, por decir alguna manera, habría una ideología que piensa que la familia es la maravilla y que todo funciona fenomenal, y hay otra ideología que piensa que la familia es un desastre y hay que desestructurar.
Ni lo uno ni lo otro, me interesa describir las bondades y las maldades de cada modelo. Me interesa proponer vías alternativas, pero salir de las ideologías. Hay un tipo de masculinidad, que es la de Óscar, que es la que se define como tóxica. Todavía existe, pero no deja de ser para mí algo arcaico, casi en vías de extinción. Hay otra masculinidad que es la de Marcos, que creo es una masculinidad interesante también porque es alguien que intenta evolucionar, intenta hacer algo hacia ella, es alguien sensible. No lo consigue porque le falta dar un paso más.
Y al final está la masculinidad más feminizada o más moderna, pero no deja de ser un hombre también. Un hombre es alguien que es capaz de matar a otra persona y un hombre es también capaz de ayudar a dar mucha felicidad a otra persona. Me parecía que era importante no caer solo en un esquema.
Anna tiene una cosa que es maravillosa: el espectador sufre con ella, le importa lo que le pasa. Es alguien por quien tienes esa simpatía, esa cercanía. Se ponen de su lado.
Ese reparto en los roles familiares este año también ha aparecido en Cinco lobitos y En los márgenes. Son debates que están en la calle ahora mismo.
Los cineastas somos sensibles a las temáticas del presente. El cine es de todas las artes la que más depende de las condiciones presentes en las que se hace y que se conecta más a lo que está ocurriendo. Incluso las películas históricas. Imagínate que vemos una película sobre gladiadores. Siempre será planteada desde la utilidad en el presente. ¿Qué podemos contar en ese contexto que es útil para lo que se está construyendo desde el punto de vista de la civilización presente? Así es siempre. No es imposible o no es azaroso que muchos directores coincidamos o que nos inquieten los mismos problemas.