Paco León se enfrenta al proyecto más libre y arriesgado de su carrera. Diez años de desafiar a la industria audiovisual (y arriesgarse a ponerse en contra a los más poderosos del audiovisual español) con el estreno simultáneo en cine e internet de Carmina o revienta, uno de los hijos bastardos del cine de Pedro Almodóvar se ha atrevido a adaptar libremente una de las películas más famosas de la historia: El mago de Oz. Antes de su estreno en salas el 23 de septiembre y en Netflix el 30, Rainbow tendrá su première mundial en el Festival de San Sebastián ante tres mil personas en el Velódromo.
La radical propuesta de León apuesta por la mezcla de diferentes disciplinas artísticas como la danza, la moda, las artes plásticas y la música para narrar el viaje iniciático de una adolescente llamada Dora que inicia una aventura con la esperanza de encontrar a su madre, a la que no ha conocido porque desapareció cuando ella era un bebé. Por el camino va haciendo nuevos amigos con los que se embarca en un road trip rumbo a Ciudad Capital, pero también se enfrenta a peligrosos enemigos que tratan de impedir por todos los medios que descubra el misterio de su pasado.
Dora Postigo, hija de Bimba Bosé, ocupa el lugar de Judy Garland en la película más arriesgada de un director que en su conversación con SERIES & MÁS se expresa con una generosidad, cercanía y audacia que rara vez aparecen ya en las giras promocionales de series y películas. Ya sea para hablar del clima cultural actual, de su relación con su imagen pública o de su aventura profesional más loca, Paco León se muestra sin tapujos.
¿Cómo se llevan los nervios previos a San Sebastián?
Tengo ganas y bulli, bulli de ver cuáles son las primeras reacciones de la película que llevamos trabajando en estos dos años y pico entre que escribes, preproduces, ruedas y montas. Estoy deseando que la gente pruebe esta tarta con tantos toppings.
Has hablado de cómo para ti Rainbow no es una película, sino un viaje. ¿Cómo ha sido esta travesía hasta llegar hasta aquí?
Cuando empiezas un viaje no sabes muy bien nunca cuál va a ser el resultado. Con las películas pasa lo mismo. Tú tienes echas a rodar una bola de nieve y se te va completando con muchas cosas. Es algo orgánico que vas pastoreando como director, pero nunca sabes lo que te va a llevar. Esta era una película muy ambiciosa en muchos sentidos que tenía muchos ingredientes.
Es una trenza de muchos hilos, aunque a la mitad del proceso me he preguntado alguna vez que por qué no había querido hacer una película con dos personajes hablando en una casa. ¿Por qué me complico de esta manera? Me pedía el cuerpo un poco de fantasía, meterme en algo que nunca había hecho. No es una comedia, se acerca más a un cuento. La narración es casi una excusa para crear un universo con sus propias reglas.
¿Cuál fue ese primer hilo del que empezaste a tirar con Rainbow?
La idea de hacer una versión libre de El mago de Oz surgió porque yo quería un bastidor. Necesitaba una estructura para hacer ese tapiz. Estuve mirando clásicos que tuvieran una base que me permitiera destripar o construir encima de eso. Un cuento me pareció perfecto. Es una novela de 1900, de la que se han hecho muchas versiones y que es muy universal. Me gustaba que planteara una protagonista femenina que no es salvada por ningún príncipe, sino que es la historia de un grupo de desclasados, de marginados y que habla de autoconocimiento, de diversidad y cosas muy fáciles de asumir hoy en día.
¿Te sientes identificado con Dorothy, hay algo del Paco que llegó a Madrid para encontrarse a sí mismo?
Todo el mundo se ha ido de su casa y ha odiado a sus padres. Cuando tienes 30 años descubres que eres igual que ellos y decides volver. Este es un viaje que todo el mundo puede sentir como propio. Es un bumerán que también vive Dora en la película y que es algo muy habitual. Cuanto antes te reconcilias con tus raíces y con tus traumas familiares, mejor.
El Mago de Oz son palabras mayores. Hace unos días las redes reaccionaron con pasión por la revelación de la Sirenita negra. Parece que la gente es más propietaria de la obra que el propio autor. ¿Tienes miedo de lo que puedan esperar al ser una versión de un clásico?
Hombre, es difícil tener expectativas sobre una versión contemporánea de El Mago de Oz. No me puedo hacer cargo de las expectativas que tenga la gente, pero yo he intentado cumplir las mías. Quería divertirme, explorar con libertad y mezclar lenguajes. Sobre todo ha sido un festival de colaboraciones artísticas de muchas disciplinas: bailarines, coreógrafos, artistas plásticos, cantantes, músicos, peluqueros, diseñadores de moda, fotógrafos… Todo esto metido en el festival que es Rainbow para mí.
Ahora me toman en serio, y me parece un horror eso, te hace querer agradar a la gente
Viendo la película se queda la sensación de que es una nueva etapa en tu carrera. Las Carminas eran más caseras. Esto es un ejercicio muy diferente en tono y en forma. ¿Es algo que te planteaste así?
Sí, sí, sí. Es más sofisticada, desde luego, y más cara. Yo he ido creciendo en tamaño de presupuesto y también espero que en número de público. Para mí creo que el reto de Rainbow es también asumir sea hacer una película más compleja a nivel de producción, pero sobre todo también utilizar lenguajes muy experimentales para hacer una película mainstream y que llegue a mucha gente. Es una película muy sencilla pero que juega con un lenguaje experimentales.
La película nació como un proyecto original de Telecinco. ¿Cómo acabó en Netflix?
En principio era una película para cines de Telecinco Cinema y Netflix estaba como para la parte de internacional y de distribución en streaming. Después de empezar Netflix vio que le olía aquello demasiado bien y quiso tenerla entera. Habrá varias ventanas, empezamos en cines el 23 de septiembre y el 30 estará en Netflix. A mí particularmente es algo que me va muy bien, porque lo que más me interesa es que llegue al mayor número de público posible. Ya hace diez años hicimos un estreno multiplataforma con Carmina o revienta que parecía muy anti-industria y que resultó muy transgresor entonces. Y hoy en día es una realidad.
Fuiste uno de los primeros que vieron hacia dónde iba la industria. ¿Qué dice tu bola mágica ahora?
No tengo ni idea. Lo que creo que es que hay que preocuparse en que las películas sean accesibles. Aunque sigo diciendo y sigo pensando que una sala de cine es la mejor manera de ver una película, no es la única. Todo el mundo ha visto El Mago de Oz hoy y no mucha gente la habrá visto en el cine.
Ahora tienes un nombre y una influencia. ¿Te sientes más libre ahora o cuando empezaste a hacer películas con poco dinero y tu familia?
Yo intento con toda mi fuerza utilizar la libertad, pero es verdad que ahora me pesan más las expectativas. Después de Arde Madrid la cosa se ha tomado en serio. Siempre había tenido la excusa de que esto eran actividades extraescolares, me veía como un actor que hace cosas con su madre. De repente esto parece una cosa seria cuando la industria se pregunta de repente qué voy a hacer. Ahora me toman en serio y me parece un horror eso. A veces es muy difícil no escuchar eso y querer agradar a la gente. Me gustaría no querer cumplir las expectativas de otros, sino las mías. Yo intento y me zafo constantemente: hago lo que me da la gana, más allá de medir las consecuencias de la industria. Si esto se lo esperaba la gente o no, me da igual.
La relación con los creadores cada vez es más estrecha, pero eso nos tendría que servir para agudizar el ingenio. Antes había censura y aún así salió Berlanga. No hay excusas
Es cuestión de percepción. Ahora si escucho el nombre de Paco León, lo primero que me viene a la mente es la palabra director. ¿Con cuál de las dos etiquetas te sientes más cómodo, que te inquieta más en este momento de tu carrera?
Lo de la personalidad múltiple lo llevo bien. La verdad es que me gusta. Para ti puedo ser director, pero muchas veces voy a la calle y soy el puto Luisma. Para mucha gente puedo ser diferentes personas y todo me parece bien. Soy el Luisma, soy un cómico, soy actor y soy director también. Me va todo bien. La dirección me motiva mucho y cuando tenga otra cosa que contar, la contaré. También como actor creo que me están pasando cosas nuevas, como No mires a los ojos. Estoy haciendo otros personajes y otros géneros. Para mí el miedo es estancarme, no hacer cosas nuevas, repetirme. Eso me da miedo, porque me aburro de mí.
Tienes un perfil más humilde y cercano que otros nombres de la industria. Te has disculpado un par de veces por decisiones profesionales. Este verano hemos visto una polémica muy desagradable con Estirando el chicle. ¿Se vive con miedo cuando tienes cierto nivel de exposición?
Se nota esa tensión en el ambiente, pero creo que hay que tomárselo como una oportunidad para aprender y plantear cosas. Estamos todos aprendiendo y reorganizando un nuevo orden, cuestionándonos cosas que antes eran como normales y ahora estamos replanteando. Hay que bajar el tono, creo. Cuanto menos belicoso sea, más interesante y más constructivo es. La relación con los creadores cada vez es más estrecha, pero eso nos tendría que servir para agudizar el ingenio. Antes había censura y aún así salió Berlanga. No hay excusas.
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Rainbow muestra un mundo diverso. ¿Crees que el arte tiene la responsabilidad de mostrar un retrato real del mundo?
Los creadores tienen una responsabilidad con los valores que transmiten. La tolerancia y la diversidad son básicas. Es complicado y lo que da un poco de repelús es que se intenta cumplir la cuota.
Yo se lo explicaba a la gente que ha hecho el casting de figuración de la peli. Solo quiero ser fiel a la realidad. Tú te vas a dar una vuelta por Lavapiés y te encuentras a dos personas no binarias, una negra con una china… La realidad es mucho más diversa que la publicidad o incluso que en las series. Creo que el único esfuerzo que hay que hacer es estar atento a lo que está pasando en la calle.
¿Cómo fue encontrar a Dora? Tú descubriste a tu madre, pero este es un perfil muy distinto.
Yo quería hacer una película de Marisol en el siglo 21 y necesitaba encontrar a mi Marisol. Me di cuenta de repente de que Dora era perfecta. Yo ya la admiraba y la seguía en Instagram porque me gustaba como cantaba y me parecía que la niña mayor de Bimba era un talentazo. Me llamó ella para hacer un videoclip y fue la ocasión perfecta, ¿sabes? Nos estábamos buscando.
Tienes actores no profesionales y dos leyendas como Carmen Maura y Carmen Machi. ¿Cómo se combinan esos dos elementos?
En realidad eran como dos películas. Tienes la trama de las brujas y la del viaje de Dora. Creo que están separadas, pero que se refrescan mutuamente. Ahí estaba también Luis Bermejo con los novatos. Me gusta mucho verlos mezclarse. Creo que los no actores tienen una cualidad y una frescura que se les escapa a los actores más experimentados. Es algo refrescante para el espectador.
Últimamente el cine español apuesta mucho por los actores no profesionales. ¿Crees que hay cierto rechazo por los que sí se han formado?
Yo no creo en el intrusismo profesional en este oficio, la verdad. Es verdad que hay muchos actores muy formados y muy, muy buenos que no tienen visibilidad y eso es una pena, pero aquí el que llega y lo hace bien, se lo merece también. Si tú no vales, si no tienes nada que aportar, no haces una carrera.
¿Cómo fue trabajar con las dos Cármenes?
Con Maura ya había hecho un corto, pero esta era nuestra primera peli. Me lo pasé muy bien escribiendo a esa pareja, que es una especie de enfrentamiento entre Bernarda y Poncia diciéndose barbaridades la una a la otra. Son dos actrices que hemos visto muchísimo, así que intentamos darles un twist. Pusimos a Maura con un look rubio a lo Catherine Deneuve, con Machi jugamos con su voz. Era un reto darle dos personajes con carne y mostrarlas de diferente manera, hacerlas modernas. La Maura me decía el otro día: “Ahora soy moderna, me ha dicho mi sobrina que soy moderna”.
La música es una parte muy importante de la película. ¿Te planteaste hacer un musical más clásico en algún momento?
No. La propuesta era un poco eso, huir del de un género en el que la gente canta y baila sin saber por qué. Aquí queríamos integrar esos momentos musicales. Aunque a mí me encanta el género, reconozco que da mucha pereza a mucha gente y que esto lo hacía como más accesible, ameno y menos previsible.
Has pasado dos años y medio este proyecto. ¿Qué te pide el cuerpo?
Que se me pasen los dolores del parto y se me olviden (ríe). Tengo una idea, pero quiero ver si estoy envenenado de verdad o me estoy esforzando en producir.
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¿Has sentido algún momento esa presión de producir, de tengo que trabajar porque no se pueden olvidar de mí?
No tanto por eso, sino por aprovechar una oportunidad, para aprovechar los años, por una coyuntura, por ser un poco workaholic. Lo que pasa es que cuando diriges los proyectos son tan largos que quiero estar bien seguro de que me interesa contar lo que quiero contar, porque después voy a estar dos o tres años en esa mierda y prefiero que sea de verdad y que sea algo que me sale de lastripas.
Como actor es más fácil entrar y salir.
Como actor no sabes, somos prostitutas. Podemos disfrutar o que parezca que disfrutamos en cualquier momento.
Lo siguiente que tienes es No mires a los ojos. ¿Qué te llamó la atención ahí?
El guion es una maravilla. Es una adaptación de una novela de Juan José Millás. Me llamaba la oportunidad de hacer un prota en otro género. La historia es un thriller, una especie de Parásitos en clave ibérica. Es el mundo de Millás llevado al cine. Me parecía un reto y creo que Félix Viscarret lo ha hecho guay.