Habían pasado diez años desde que Hollywood llamara a la puerta de Nicolas Cage para protagonizar una película cuando apareció ante él la oportunidad de reírse de sí mismo y explotar el chiste recurrente en el que se había convertido la carrera de un actor con una docena de taquillazos y un Oscar en casa. El resultado, El increíble peso del talento descomunal, es una sátira - más simpática que realmente mordaz - en la que Cage demuestra su sentido del humor interpretándose a sí mismo mientras, de paso, reivindica a su manera sus manierismos y el rumbo que ha tomado su trayectoria.
Con la ayuda del director y guionista Tom Gornican, claro fan de su sujeto protagonista, Cage decide adueñarse de la narrativa que se ha creado alrededor de una filmografía mucho más interesante y ecléctica de lo que puede parecer a simple vista. Su nuevo trabajo es una mezcla de película de acción de serie B y comedia metanarrativa en la que comparte escena con un Pedro Pascal que nunca ha estado más encantador y gracioso que aquí (no hay mucho que rescatar en el debut en Hollywood de nuestro Paco León).
¿Que algunos se burlan de los métodos de Cage? Él hace un guiño al “noveau chamánico”, una técnica de interpretación que él ha relacionado con el expresionismo alemán y que ha elevado en películas como Mandy o Colour Out of Space. ¿Que los estudios ya piensan en él? Pues Nick (su alter ego en la ficción) hace un gag a costa de su último éxito (doblar la saga Los Croods) e insiste a su mánager que él no se ha ido a ninguna parte a pesar de que su teléfono haya dejado de sonar.
A sus 58 años, Nicolas Cage no tiene miedo a acercarse al abismo, como dejan claro esos cara a cara (nunca mejor dicho) con su yo del pasado que cuestiona todas sus decisiones mientras recurre, de la manera más exagerada posible, al diccionario de tics que forman parte de esa percepción colectiva (y casi siempre equivocada) de que el actor interpreta una variación de sí mismo en todas sus películas.
Gesticulaciones extrañas, gritos, énfasis en palabras aleatorias, su peculiar forma de andar… Todo vale en una película que, de forma amable, establece una conversación entre el actor con sus seguidores por un lado, y con su propio trabajo, por otro. Aceptar una oferta como esta le permite, al mismo tiempo, formar parte del chiste, lucrarse con él y demostrar que, en realidad, está muy por encima de él.
Durante mucho tiempo Cage se mostró contrariado ante el intento de algunos de convertir su aproximación a la interpretación en un meme. Tras años atrapado en películas de acción de segunda, el drama Pig (que llegará a los cines de España en julio de 2022 tras meses de retrasos) recordó a críticos y cinéfilos el rango de un actor que ha lo largo de su carrera ha protagonizado películas como Leaving las Vegas, Adaptation. El ladrón de orquídeas, El señor de la guerra, Arizona baby y Hechizo de luna, todas ellas ejemplos de cine de autor que requerían cosas muy diferentes de su talento ante la cámara.
El increíble peso del talento descomunal pierde interés cuando convierte a la estrella de Hollywood en un padre de familia y exmarido negligente que siempre ha priorizado su profesión a todo lo demás, incluso cuando el mundo parece haberse olvidado de él. Si la película no se va a meter en el fango haciendo referencias, aunque fueran indirectas, a sus vínculos con la familia Coppola (es sobrino del Francis, el director de El padrino, y primo carnal de Sofia) o su fugaz matrimonio con Lisa Marie Presley, es una pérdida de tiempo que solo roba minutos de lo importante.
A pesar de que la sátira podía haber ido mucho más lejos (¿Qué fue de Jorge Sanz? es una exploración mucho más brillante y arriesgada de la decadencia de una estrella), la película de Gornican funciona de verdad cuanto más abraza el absurdo y la química de su pareja protagonista. Los seguidores más fieles del actor y los cinéfilos que detectarán la ironía en referencias como el guiño a la obsesión con Paddington 2 tienen motivos suficientes para celebrar las virtudes de una película tan inofensiva como encantadora que debería recordarnos que Nicolas Cage es mucho más que un meme.
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