Las agencias de inteligencia de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Colombia se asocian para impedir que un arma tecnológica ultrasecreta caiga en manos de unos peligrosos mercenarios. El detonante de Agentes 355 no dista demasiado de cualquier historia de espías al uso, salvo un matiz diferente: sus cinco protagonistas son mujeres. Penélope Cruz, Diane Kruger, Lupita Nyong'o y Fan Bingbing acompañan a Jessica Chastain, cara, productora y alma del proyecto, en una película que se atrevió a desafiar el statu quo de Hollywood.
“La idea de la película se me ocurrió antes de que surgiera el movimiento #MeToo. Fue el año en el que era jurado en Cannes el año que Diane ganó el premio a mejor actriz por En la sombra”, recuerda Chastain. En la rueda de prensa de clausura del festival, Chastain hizo una poderosa reflexión sobre la escasez de personajes femeninos que había visto en la Sección Oficial y la falta de más creadoras mujeres. Al ver los anuncios del mercado del certamen francés, las preguntas siguieron apareciendo en su cabeza. “Veía carteles de proyectos que buscaban financiación con repartos íntegramente masculinos y le pregunté a mi agente: ¿Por qué siempre son hombres? Cuando rodé La noche más oscura trabajé con muchas mujeres increíbles, pero no se hacen películas sobre ellas".
Lucha contra Hollywood
Un año después, Chastain aparecía en la alfombra roja del Festival de Cannes nuevamente, esta vez para vender un proyecto que había desarrollado con la intención de encontrar financiación de forma independiente y rodearse de actrices internacionales. La actriz estaba acompañada de sus futuras compañeras de reparto, con una excepción: Marion Cotillard, sustituida más adelante por Kruger por problemas de agenda. El impactante momento apareció en todos los medios de comunicación y el dinero llegó poco después. “Teníamos unas proyecciones hechas y en cada territorio la vendimos por más dinero de lo que esperábamos”, confiesa orgullosa la actriz y productora.
Agentes 355 podría haber sido una producción hecha dentro de las normas de Hollywood. Sus responsables, liderados por Chastain y el director Simon Kinberg, declinaron todas las ofertas. “Llegaron varios estudios que querían comprar los derechos para todo el mundo. Nos dimos cuenta de que no hacerlo con ellos era algo político: habían tenido años para hacer una película así”. Si aceptaban una de esas ofertas, perderían el control creativo y la propiedad de algo que ya sentían como propio. “No ha sido nada fácil, pero he aprendido un montón y estoy muy agradecida de haberlo hecho así”.
Una espía colombiana made in Spain
Penélope Cruz recibió la primera llamada de la producción cuando todavía no había un guion. “Jessica y Simon me dijeron lo que habían pensado y me preguntaron qué papel me gustaría hacer en una historia de espías. Siempre he echado de menos en este tipo de películas ver al pez fuera del agua, un personaje con el que parte del público pueda sentirse identificado y que en realidad no quiere estar ahí”.
La española no dudó en aceptar la oferta para convertirse en Graciela, una psicóloga colombiana que no tiene experiencia en el trabajo de campo. “ Mi personaje tiene mucho miedo a las pistolas. No quiere aprender ni estar cerca de ellas. Y yo soy muy similar en ese sentido. Nunca te acostumbras al manejo de armas en un set. Jamás”, admite Cruz. “Esa es una razón más por las que quería hacer este personaje. Me gustaba explorar a alguien así en una historia de espionaje”.
Esta película no es, ni mucho menos, la primera vez que la ganadora del Oscar por Vicky Cristina Barcelona se enfrenta a un proyecto que aprende un nuevo acento. Penélope se muestra orgullosa y agradecida cuando el periodista enumera algunos de los acentos que ha hecho en su carrera: manchego (Volver), andaluz (La niña de tus ojos), italiano (American Horror Story), cubano (La red avispa) o albanés (No te muevas). “El único truco es trabajar muy duro. Me lo preparo siempre con un profesor. Le dedico mucho tiempo y es algo que me encanta, creo que es una parte muy importante a la hora de crear un personaje”.
Agentes 355 se pregunta qué pasaría si una poderosa herramienta tecnológica acabara en las manos equivocadas, una preocupación recurrente en el cine de espías. La española comparte su preocupación por la tecnología. “El ser humano no es capaz de procesar las cosas tan rápido y en algún momento esto se nos puede volver en contra, si es que no ha pasado ya. Habrá que ver qué pasa con las generaciones más jóvenes”, lamenta la madre de dos niños que todavía no han llegado a la adolescencia. “Creo que todos deberíamos estar preocupados e informados por la relación de nuestros hijos con la tecnología. Es un tema que me preocupa mucho”, reconoce antes de permitirse una broma. “Si de mí dependiera me hubiera quedado en los 90 otro siglo más”.
Heroínas, reuníos
No es habitual encontrarse con películas protagonizadas eminentemente por mujeres, especialmente en el adrenalínico género de la acción y el suspense. “Mi experiencia trabajando con otras compañeras siempre ha sido muy positiva. Creo que los medios de comunicación han ayudado a crear la percepción de que las mujeres no trabajan bien juntas”. En palabras de su protagonista y productora, el de Agentes 355 era un set en el que todo el mundo se sentía “incluido, apoyado y valorado”. A pesar de ser la última en llegar, Diane Kruger se adaptó como un guante. “Estoy acostumbrada a trabajar con hombres siempre y esta experiencia tan buena me ha hecho querer hacer mejor las cosas y rodearme más de mujeres que lo dan todo”.
Trabajando mano a mano con las actrices estaba un hombre: Simon Kinberg, un cineasta con el que Chastain ya había trabajado en X-Men: Fénix Oscura. “Ha sido genial trabajar con un director tan receptivo a todo lo que viniera de nosotras. Se notaba cómo valoraba de verdad todo lo que teníamos que decir”, insiste la alemana antes de hablar de algunas de sus experiencias más amargas en un set. “He trabajado con muchos gilipollas, hombres y mujeres. Algunas mujeres que sentían que tenían que tratar mal a la gente para ser respetadas. Me ha abierto los ojos trabajar con alguien como Jessica, que ha decidido colocarse en una situación de poder y que elige ser amable y colaborativa. Suena estúpido porque debería ser siempre así, pero no lo es”.
Han pasado diez años desde que Chastain entró en Hollywood como un elefante en una cacharrería, estrenando en poco más de un año éxitos como Criadas y señoras, El árbol de la vida, Mamá y La hora más oscura. “Cuando empezaba en la industria, si tenía una idea para una escena siempre sentía que no era la primera reacción que me encontraba”, recuerda. “Tenía que contar mi idea al actor protagonista para que él fuera el que se la vendiera al director. Hace poco me di cuenta de que solía trabajar de tal forma que la gente que estuviera a mi alrededor no se sintiera intimidada. Era una forma extraña de trabajar que ya no hago, desde luego”.
La situación de la mujer, delante y detrás de las cámaras, ha mejorado en los últimos años. La actriz celebra cómo en el último año los premios más importantes de los Oscar, Cannes, Venecia, Sundance o San Sebastián han ido a parar a mujeres cineastas. “Eso es muy chocante y demuestra que ha habido mucho talento femenino que no había tenido antes una plataforma para enseñar su trabajo. Ahora que eso sí pasa, se está descubriendo que el talento estaba ahí”.
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