Algo pasa con las casas de las películas y las series actuales. Todas se parecen. Grandes, luminosas, modernas. Da igual que sean en Malasaña que en Usera. Que sus habitantes sean ricos u obreros. En ellas no existe el gotelé, las figuritas de cerámica horteras o los muebles de madera antigua. Una suspensión de la realidad que también es una desconexión de la misma. Una idealización absurda que separa al cine de la calle.
En esas ha llegado un cineasta como Chema García Ibarra con Espíritu Sagrado, rodado en Elche, donde él vive y rueda. Aunque todos vayan a Madrid o Barcelona él se ha quedado para llevar el cine a las realidades que él conoce. En su inclasificable y maravillosa película hay cabida para el estampado de leopardo, los oros, las aparadoras que representan a la mujer trabajadora de la industria del calzado. Pero también para clubs obsesionados con los ovnis, desapariciones de menores y un humor surrealista.
Una obra única en la que perpetúa el imaginario de sus anteriores trabajos. Varios cortos y un filme de 60 minutos. Para él todos son películas, aunque en los medios nos empeñemos en decir que Espíritu Sagrado es un prometedor debut de alguien que ya tiene muchos tiros pegados y sabe lo que no quiere de una industria que cada vez produce más como si fuera una fábrica.
Acabemos con la polémica, ¿es tu primera película?
Es mi séptima. Ya basta de corto, largo… todo es una película.
Parece que sólo midiéramos las carreras en función de los largometrajes que se ruedan.
Totalmente. Sí. Yo hace tiempo que intenté no usar la palabra cortometraje. No es que lo consiguiera eh, porque esta enquistada en la cabeza y supone cambiar un habito lingüístico y decir película todo el rato. Había equívocos muy divertidos, yo decía, es mi quinta película, y la gente decía, ¿cómo? Ademas, como tengo una peli, Uranes que dura 59 minutos, que se rodó con unas condiciones muy concretas, sólo dos días de rodaje y para una tele… bueno pues esta es mi séptima película.
Otra palabra que se dice mucho de ti por Espíritu Sagrado, ‘debutante’...
Ya. Está siendo gracioso, porque yo he hecho muchos cortos y me decían que era un director prometedor, y ahora que he hecho esta peli, de los primeros comentarios que he leído es que es muy prometedor, y yo digo, ¿pero cuándo se cumple? ¡Es como una promesa eterna!
¿Por qué hasta ahora no habías rodado un largo canónico?
Yo siempre he hecho la peli que he querido y las otras duraban menos, pero no he tenido esta historia de decir ‘he estado ocho años intentando levantar mi peli...’, que es un discurso que se oye. Yo cuando he querido hacerla, la he hecho. Afortunadamente he encontrado productores que me han acompañado y la han logrado financiar. No ha sido un vía crucis, y ha eso ha ayudado mucho que había ya un estilo definido y ha sido fácil explicar la película a, por ejemplo, los comités para ver si te dan una ayuda, y eso ha sido gracias a las películas anteriores.
Has mencionado las ayudas, ¿sería posible un cine como el tuyo sin ellas o es esencial este sistema?
Sí, absolutamente, se necesita este sistema. Espíritu Sagrado es una coproducción con Francia y Turquía, y en esos países también ha recbido apoyo de fondos específicos para coproducciones entre países. En Turquía hay un fondo y nosotros entramos el primer año que se puso, es para coproducciones minoritarias, y en Francia está ese súper fondo, el Cinema du monde, porque ellos coproducen con todos, hasta con Marte y Plutón, es un fondo maravilloso específico para eso. maravilloso especifico para eso.
¿De dónde nace la idea de Espíritu Sagrado?
Pues probablemente fue al conocer a una asociación más o menos similar a la que aparece en la película. Un día viendo la televisión local, en un programa de entrevistas vi que entrevistaban a un grupo de personas que parecían elegidas por azar y que habían formado un grupo de estudios parapsicológicos y que estaban hablando de hacer una alerta OVNI y pasar una noche en un paraje alejado de la contaminación lumínica mirando al cielo. Y me pareció una imagen tan bonita, la de esas cinco personas tan separadas entre ellas, unidas por esa familiaridad esotérica, pasando una noche sólo ellos, que me la guardé. No dije, ‘voy a hacer una película sobre esto’, pero yo hago mucho esto de guardarme imágenes.
También tenía otra idea, que era la de una persona que desaparece y en vez de enseñar una foto suya enseñan a su gemelo, y me parecía una idea tan divertida como terrible que en vez de recurrir a los programas que envejecen, enseñen a una persona que ha envejecido igual. Es una idea interesante, y yo voy guardando eso, pero cuando me pongo a trabajar en algo, lo importante es olvidar esas ideas, y cuando empiezo a trabajar recurro a ese almacén de ideas y relacioné esas dos ideas. Yo trabajo mucho con esa unión de ideas que son como islas.
Creo que es importante formar parte del lugar donde estás rodando. Hacer películas del lugar que habitas. No quiero irme a donde está el cine, sino coger el cine y traérmelo aquí
Has hablado de esa imagen que es muy bonita, pero la película justo después te zarandea. Espíritu Sagrado crea incomodidad del contraste de imágenes aparentemente opuestas, no sé si es parte del ADN de tu cine, esa incomodidad que viene del choque de ideas.
Sí, creo que ahí está la cosa de que sea una película muy difícil de meter en un género. Me pasa como con el tema de no decir corto y decir películas, me interesa mucho liberar al cine de las ataduras del género. Espíritu Sagrado es divertida, pero es complicado calificarla de comedia. Sería un drama, pero es que es muy divertida. Podemos decir que tiene mecanismos de thriller, pero sería uno muy extraño, y podríamos decir que tiene cosas de ciencia ficción. Eso me gusta, que haya una especia de abducción hacia el espectador por parte de la película y que te pongas en sus manos, y eso provoca esos vaivenes emocionales. Es divertida pero de repente no lo es, y eso de lo que me reí hace un rato, ahora tengo más información y quizás no debería haberme reído. A mí, cuando como espectador una película me da esas sensaciones lo agradezco mucho.
No sé si esto para ti esto es un piropo, pero hablando de esa mezcla de géneros, creo que tu película es más cine social, sin pretenderlo, y es más auténtico que muchas obras que lo quieren ser.
Y yo no he tenido ninguna intención de hacer una película social, y de hecho cuando el cine social es explícito a mí me suele molestar un poco, pero sin embargo yo soy del mismo lugar donde ruedo, vivo ahí aunque no esté haciendo la película. Me cruzo con esa gente porque yo soy un vecino y conozco en lo que trabaja la gente. Mi propia familia forma parte de eso, y con el hecho de mostrarlo desde dentro del propio barrio creo que se le añade una capa social a la película.
Es que yo no reconozco las casas de las series y películas, y en Espíritu Sagrado veo calles en las que yo he estado, y pasillos de casas como en las que he vivido.
Eso es por los almacenes de atrezo. Un almacén de atrezo es un sitio enorme donde hay 500 sofas, 500 sillas, todas con una etiquetita y vas allí con quien se encarga del diseño de producción y dices, quiero el sofá 43, y las sillas 32. Das una hoja a la salida, te lo cargan en un camión y en una tarde tienes todo el atrezo de la película. ¿Qué pasa? Pues que es igual que el de una serie que van a hacer al día siguiente o el de una peli que viste ayer. No es que se parezca, es que es el mismo, el mismo objeto físico, y eso ha creado una uniformidad de la dirección artística de las películas que me parece terrible, y aquí Leonor Díaz ha evitado ese proceso, igual que en la búsqueda de localizaciones. Queríamos que hayan sido vividas. La casa donde transcurre la trama está vivida hasta hace muy poco. Era una casa a la venta que alquilamos y es un trabajo enorme. Aquí hemos tardado meses en encontrar todo, y evidentemente es mucho más laborioso, pero se nota que es algo que existe, que lo reconoces.
También ocurre con la ropa. El leopardo, los oros… Gente obrera, ¿crees que el cine no mira hacia esta gente?
Sí, sin duda, o lo mira de otra forma. Muchos cineastas están muy localizados en sitios geográficos concretos, y no es normal hacer películas fuera de estas capitales culturales, y el que lo hace quizás va allí a hacer la película pero no vive allí, y creo que es importante formar parte del lugar donde estás rodando. Hacer películas del lugar que habitas, y eso es lo que hago yo. Me gusta rodar donde vivo. No irme a donde está el cine, sino coger el cine y traérmelo aquí.
Ahora los políticos hablan mucho de descentralizar las instituciones, tú de alguna forma estás descentralizando el cine.
Eso supone mucha riqueza de acentos, de formas de vestir, de música que se escucha, de comidas que se comen, de expresiones... y yo quiero escucharlas. El otro día me hablaron de una expresión de Aragón, ‘coger un capazo’, que es cuando te cruzas a una persona y hablas mucho, y eso me encanta, quiero ver esas expresiones en el cine. Esta cosa tan terrible que hacen algunos actores andaluces de ir a cursos para perder el acento... eso es una tragedia cultural. O usar los acentos sólo de una forma humorística... Otra tragedia. Es que todo esto va a enriquecer el cine mogollón, porque forma parte de nuestra cultura. Si no, lo estarás limando para hacer un cásting muy determinado con frases determinadas.
Hay un momento brillante en la película, cuando la madre explica que ella veía a los padres de Madeleine todo el día en los medios, buscándola, pero que ella no puede hacerlo porque tiene que trabajar, ¿hasta un secuestro es una cuestión de clase?
Totalmente. Es que era una familia rica que se podía permitir dedicarse plenamente a la búsqueda, y me interesaba pensar qué pasa cuando eso ocurre y no tienes recursos. Pregunté a policías qué pasaba si era a alguien con pocos recursos, porque en algún momento hay que trabajar y hay que pagar la casa, y me dijeron que, lamentablemente no pueden ayudar en ese sentido, si tienes otro hijo y hay que pagar el alquiler, tienes que seguir generando dinero.
Yo creo que Netflix tiene mucha culpa en la estandarización de actores, de interpretaciones... da igual que sea una película lituana que de aquí, todo parece igual
En tu cine no hay actores profesionales, ¿es uno de tus mandamientos?
No es mandamiento, pero me gusta tanto que no tengo necesidad de dejar de hacerlo. Me provoca tanto disfrute que no veo por qué dejar de hacerlo. Siempre les digo, si quisiera que la peña actuara llamaría a un actor, pero quiero un naturalismo máximo, casi documental, así que olvidaos de actuar.
No puedo no preguntarte por la versión de zombie de Los Sobraos. Estuve un año haciendo unas prácticas en un museo de Londres y conseguimos que en la fiesta de Navidad sonara Los Sobraos y todo el mundo flipó.
El otro día estábamos en Copenaghe, en la fiesta del festival de cine, y se volvieron locos con la versión de Zombie y les dije que había otra de Wonderwall, y los estranjeros fliparon, porque no se creían que esto existiera. Ya fliparon con Zombie, pero con Wonderwall dijeron, ‘esto qué es’.
¿La elección de la música responde también a esa voluntad de salirse de lo obvio?
Claro, es una secuencia que transcurre en una feria y quería que sonara una canción de feria, y es una secuencia que creo que emocionante, y me hacía gracia usar la típica música que se usa en películas para emocionar, pero yo hacerlo con la versión de Los Sobraos.
¿Espíritu Sagrado cabría en Netflix?
Yo creo que Netflix tiene mucha culpa en la estandarización de las cosas que hemos hablado. Ellos, tengo entendido que hasta te dan la lista de cámaras para rodar donde no hay ninguna de 16 mm. Hay una estandarización de actores, de interpretaciones... da igual que sea una película lituana que de aquí, todo parece igual. Y luego hacen esto de que para escapar de este discursos hacen cosas de prestigio como Roma. Claro, porque entienden esa política de necesitar ciertas películas de prestigio para defenderse de estos ataques. Está todo pensado.