Si uno ha prestado atención en los últimos años a los guiones de películas como Petra, Los días que vendrán o 10.000 Km habrá descubierto que todas tienen en común un nombre, el de Clara Roquet, una joven que al mismo tiempo iba despuntando en el cortometraje con dos títulos que arrasaron en el circuito de festivales, como Adiós y Les bones nenes. Con semejante carta de presentación se esperaba con ganas su primera incursión en el largometraje como directora, y la espera ha merecido la pena. Libertad, su debut en la realización es una de las mejores películas españolas del año y la confirmación de que estamos ante uno de los nuevos talentos de nuestro cine.
A priori parece que Libertad cumple el estereotipo de muchos de los debuts de jóvenes realizadoras catalanas de los últimos años, con una historia de adolescencia y 'coming of age' contada con sensibilidad y mucho gusto. La buena noticia es que Libertad es mucho más que eso, ya que también supone un retrato afilado de la condición de privilegio y de ese momento en el que uno es consciente de que la clase social afecta a cualquier tipo de relación personal. Siempre habrá una brecha que será difícil evitar.
Roquet lo hace contando la historia de una familia burguesa catalana que se reúne en verano en la casa de la Costa Brava de la matriarca, enferma y a la que cuida una mujer colombiana, la misma que lleva encargándose de la casa desde hace décadas. Un verano en el que coincidirán allí la hija adolescente de la familia y la hija adolescente de la ‘criada’, Libertad, que regresa con su madre desde Colombia.
A través de la relación de las dos jóvenes se nos contará, por supuesto, ese proceso de conocimiento, cambio y angustia llamado adolescencia. Lo hará desde la falta de prejuicios de Libertad, que chocarán con las normas impuestas a la joven protagonista por su familia, que no ve con buenos ojos que se junte con ella. Lo que es un aprendizaje normal será visto con clasismo y suspicacias.
Pero es en su análisis de una relación marcada por la clase social donde Libertad se eleva y se convierte en uno de los debuts más potentes que la diferencia de otras historias. La amistad de ambas jóvenes irá sufriendo fricciones provocadas por el privilegio de la una sobre la otra. Mientras una disfruta del baño, la otra ayuda a su madre a limpiar. Todo se resume en una de las últimas frases que Nora le dice a Libertad en un final durísimo y de una gran fuerza emocional. Ese “Nos vemos en la escuela” que acaba corrigiendo para dejar en un “Nos vemos”. Porque esas chicas no tendrán la misma educación, ni las mismas oportunidades, por mucha unión que vivieran en ese verano en el que se hicieron mayores.
El finísimo guion de Clara Roquet indaga en otros aspectos interesantes que ya estaban en su corto Adiós, como la plusvalía de los cuidados, las relaciones entre la familia y la ‘mujer que les cuida la casa’, a la que siempre dirán que quieren, pero que al final es la que les limpia el culo cuando están enfermos. Un tema que ya estaba en Roma de Cuarón, o en Una segunda madre, y que aquí lo traemos a nuestra idiosincrasia con inteligencia.
Roquet también demuestra talento en la dirección de actores, con sus dos jóvenes protagonistas (estupendas María Morera y Nicolle García) como centro gravitacional del filme, pero con una plantilla de secundarios maravillosos donde destaca Nora Navas, perfecta como madre burguesa catalana que impone unas normas que ella misma se salta. También en la puesta en escena, calmada, elegante y sobria. Sin virtuosismos innecesarios y con una influencia clara del cine de Lucrecia Martel, figura clave para toda esta nueva generación de directoras que está revolucionando el cine español y que con Clara Roquet tiene una nueva y gran representante. Libertad es una película que debería estar presente en toda la temporada de premios que comienza ahora.