28 de enero de 2011. El director de cine Nacho Vigalondo tuitea lo siguiente: “Ahora que tengo más de cincuenta mil followers y me he tomado cuatro vinos podré decir mi mensaje: ¡El holocausto fue un montaje!". A poco que alguien haya escuchado o visto algo del director, sabría que no era más que un chiste -más o menos afortunado-. Una provocación sin más que, sin embargo, debido al ruido de las redes sociales se convirtió en una polémica que acabaron con la cancelación de su blog en El país, medio que también retiro una campaña publicitaria en la que participaba.
Cuatro años después el caso resucitó. Esperanza Aguirre, recién derrotada en la Alcaldía de Madrid por Manuela Carmena, pedía la cabeza del concejal Guillermo Zapata por un tuit… de aquellos días de finales de enero de 2011. En la vorágine contra Vigalondo, bastantes personas mostraron su apoyo hacia el director. Lo hicieron tuiteando otros chistes de humor negro. Zapata se uniría al apoyo a cineasta publicando uno de los chistes más viejos sobre el Holocausto: “¿Cómo meterías a cinco millones de judíos en un 600? En el cenicero”. Resultado: tuvo que dimitir de su cargo público.
Todo este resumen para llegar a la película del día del Festival de Cine de San Sebastián. Se llama Arthur Rambo, y la dirige Laurent Cantet, cineasta francés con la habilidad de poner su lupa en donde el cine no suele mirar y retratar los problemas de una sociedad que va a peor. Suyo es uno de los mejores retratos de la explotación laboral en las fábricas, del complejo de clase y la necesidad de los sindicatos. Se llama Recursos Humanos -se puede ver en Filmin- y todavía sigue siendo actual. También se fijó en la educación pública, en la multiculturalidad y en los prejuicios que se estaban transmitiendo a los jóvenes en la magistral La clase -Palma de Oro en Cannes-.
Ahora mira al caldo de cultivo para el odio en el que se ha convertido Twitter. Lo hacer con un caso que nos recuerda demasiado al de Vigalondo y Zapata. Aquí un escritor de origen argelino que ha escrito la novela del año en Francia. Un retrato sobre la vida de su madre y las dificultades para sentirse integrado en una ciudad que les expulsa a los barrios de las afueras y no les quiere entre los suyos. El mismo día de la celebración del éxito editorial salta la liebre, detrás del escritor hay una cuenta de Twitter con seudónimo, el Arthur Rambo del título, desde el que ha puesto absolutas barbaridades. En todas se ve un afán de provocación, agitación y hasta humor negro, pero la mecha está encendida.
A partir del caso -basado en una historia real-, Cantet comienza a radiografiar muchos de los problemas de la sociedad actual. Primero planteando el dilema, ¿se le puede condenar por unos tuits que nunca negó haber escrito y con los que buscaba sólo la provocación? A partir de ahí comienzan las preguntas al espectador. ¿Qué hubiera pasado si el escritor hubiera sido un señor blanco? Todo atravesado, como siempre en su cine, por la clase y la raza.
Arthur Rambo habla del odio de la extrema derecha en redes, de la libertad de expresión, de los límites del humor, de la cultura de la cancelación, pero también de la hipocresía de una burguesía progresista que acepta al inmigrante cuando tiene éxito y le expulsa cuando falla. De lo injusto que es para ellos tener que representar a todo un colectivo y que los fallos de un individuo perjudiquen a toda una comunidad.
Cantet se muestra un poco naif en su retrato de las redes, pero acierta en la radiografía de los problemas actuales de la sociedad francesa, que se repican en otros lugares como España. Es increíble que siga sabiendo donde mirar, y que sea de los pocos que usan el bisturí para mostrar los claroscuros y también para hacer autocrítica, como en su retrato de la inmigración, jóvenes abandonados por todos y que normalmente sólo encuentran algo cercano a la caridad y una oportunidad cuando ya triunfan, nunca antes. Un filme complejo, inteligente y lleno de preguntas.