Han pasado 35 años desde que se entregarán por primera vez los Premios Goya. La Academia de Cine, desde entonces, nunca ha faltado a su cita para reconocer y celebrar el mejor cine español del año. Más de tres décadas de películas de todo tipo. Comedias, thrillers, terror… una muestra de que nuestro cine es diverso. Pero esa diversidad sólo se encuentra en el género de las obras, no en el color de los que las protagonizan. La historia de los Goya, como la de casi todos los premios de cine, está teñida de blanco, de un racismo estructural que ha hecho que los actores y actrices de color no hayan ganado nunca un premio de interpretación.
El problema viene de más lejos. Si no hay papeles para ellos, difícil será que se les reconozca. El cine español empieza a abrir su mirada a otras razas, pero todavía cuesta. Los datos son evidentes, hasta este año sólo un actor negro había optado al goya. Fue en 1997, cuando Emilio Buale fue candidato al premio al Mejor actor revelación por Bwana, el filme de Imanol Uribe que también ganó la Concha de Oro en San Sebastián.
Desde entonces ni uno sólo. ¿Cómo es posible que desde hace más de 20 años no haya habido ningún papel para un intérprete negro digno de ser nominado? Porque sólo se les ofrecen los papeles cuando hay tramas específicas sobre inmigración. Para que un actor negro tenga un papel, el guion debe especificar que ese personaje lo es. A un productor o un director no se les pasa por la cabeza escoger a una persona racializada para un personaje que no venga acotado. Da lo mismo que en el 99% de ellos el color de su piel no influya.
Eso es lo que pasa siempre con la diversidad. Lo expresaba muy bien Itziar Castro en una entrevista con este periódico con motivo del estreno de Matar a Dios. Era la primera vez en su vida que le daban un papel que en el guion no viniera escrita la palabra ‘gorda’ para definir a su personaje. Algo que deja claro que hay muchas cosas que cambiar.
Quizás el cambio pase por esta 35 edición, cuando dos actores negros compiten por el premio al Mejor actor revelación del año. Es cierto que ambos dan vida a inmigrantes, pero por primera vez la Academia de Cine puede sacudirse su blanca historia y marcar un punto de inflexión para toda la industria. Ellos son Adam Nourou y Janick, que optan al premio por Adú e Historias Lamentables, respectivamente.
Adam Nourou es el más joven de todos los nominados. Tiene sólo 18 años y el de Adú es su primer papel importante. Él no es somalí, sino francés. Tercera generación de una familia de inmigrantes de la colonia francesa de las Islas Comoras en el océano índico. Hasta ahora sólo había participado en pequeñas apariciones y esta ha sido su primera oportunidad. No la ha desaprovechado. Su papel de Massar, un adolescente de Somalia que se une al protagonista mientras escapa de la violencia sexual de su país ha conmovido a todos. También a él, que hace poco reconocía a la agencia EFE que a película le había hecho tomar conciencia de “la suerte que tenemos de vivir en Occidente, nosotros sufríamos rodando escenas de lluvia, frío, en el mar, pero al acabar volvías al hotel, mientras que esa gente se queda ahí y sigue sufriendo".
Aunque en su familia no hay historias tan duras, sí que las ha escuchado en gente de su entorno, “gente que han venido en cayucos o a nado" en busca de una vida mejor. Como hicieron sus abuelos, que viajaron a Francia para dejar un futuro más prometedor a las generaciones que vendrían. Ahora él intenta abrirse paso en una profesión que al principio no le convencía -fueron sus padres los que le apuntaron a una agencia-, pero para la que ahora se forma en escuelas de teatro mientras rueda una nueva película.
Aunque la historia de Adam no se parezca a la de Massar, sí que existió una persona real que inspiró el personaje. Lo contaba Salvador Calvo en la presentación del filme, que los dos protagonistas eran historias duras y reales, en este caso la de un adolescente que huyó de Somalia, donde su tío, señor de la guerra, abusaba de él todas las noches. Atravesó el Sáhara, le hicieron prisionero en Libia y llegó a Marruecos, donde se prostituyó hasta llegar a Canarias en patera. Por desgracia, murió de sida sin ver cómo su historia se convertía en una película.
El segundo nominado que puede hacer historia es el español Janick. Tiene 32 años, y aunque nació en Guinea Ecuatorial llegó con tres años a España, donde ha vivido toda su vida y donde ha intentado construir una carrera en el mundo del audiovisual. De hecho, tiene una productora con la que quiere levantar proyectos. No quiere quedarse sólo en la interpretación, pero de momento con su primer papel ha llamado la atención de todos. Primero de Javier Fesser, que le ha regalado un caramelo de personaje en Historias Lamentables que poco tiene que ver con su vida.
Su personaje tampoco rompe con el estereotipo de papel que se le da a las personas de color, el de inmigrante, pero Fesser dota al suyo de una humanidad y una bondad que hace que todos se enamoren de él. Historias Lamentables es una película exagerada, un cómic de acción real, con ese estilo cartoon y excesivo de Fesser, pero el fragmento que Janick protagoniza junto a Laura Gómez-Lacueva es un retrato de una España que abandona a su gente. La unión de una mujer que sufre un desahucio e intenta aprovecharse de un inmigrante sin papeles.
Ahora queda dar el siguiente paso. Primer con la victoria de uno de ellos, la primera de un actor negro en 35 años. Después, rompiendo esa barrera y haciendo que no sólo interpreten a personas marcadas por el color de su piel. La industria debe avanzar.