Algo está cambiando en el cine español. Tras décadas de dominio de películas en castellano, el resto de lenguas oficiales se hacen hueco en una industria complicada. Lo hacen, además, en un país en el que el doblaje es la tónica dominante y conscientes de que su idioma podrá ser traducido después. Poco a poco las obras en catalán y euskera empiezan a aceptarse con normalidad e incluso a ser vistas en versión original con subtítulos. Tras años de prejuicios, títulos como Pa Negre o Loreak iniciaron esa labor que este año ha sufrido su mayor auge gracias a Verano, 1993, cuya distribuidora decidió estrenarla sólo en catalán -con subtítulos al castellano en el resto de comunidades- y se ha convertido en un pequeño fenómeno de crítica y público.
La ópera prima de Carla Simón nos representará en la carrera por el Oscar, gana premios allá por donde va, es la favorita para los próximos Goya y el boca a boca la ha llevado a rozar el millón de euros de recaudación, un éxito para un filme de su tamaño. Ahora, el cine español que no habla castellano se refuerza con el estreno de Handia, lo nuevo de los responsables de Loreak, que tras su paso triunfal por el Festival de Cine de San Sebastián -donde ganó el Premio Especial del Jurado- quiere convencer al público. En esta ocasión se podrá elegir ver la versión doblada, pero el que lo haga perderá gran parte del contenido y de las bromas de un filme que saca pecho de ser vasco, de sus costumbres y que habla de los prejuicios a las diferentes culturas que conviven en España.
Un filme dirigido por Jon Garaño y Aitor Arregi que coge como excusa al gigante de Alzo, que vivió en Euskadi en el siglo XIX para hablar de un mundo dividido entre los que quieren cambiar y los que prefieren estar anclados en el pasado. Cada uno simbolizado por un hermano en una propuesta estética y sensorial atípica en nuestro cine. Ambos se confirman como dos realizadores con una sensibilidad única, que se sienten orgullosos de su tierra, de su lengua y de sus costumbres. También es un canto para derribar los prejuicios de aquellos que miran con ojos extraños al diferente, algo que se muestra en una escena brillante que también incluye su tráiler. Aquella en la que el gigante conoce a la Reina Isabel y se dirige a ella en euskera. Ella no entiende nada y pregunta: ¿es retrasado?. A lo que desde la corte contestan: “No, es vasco”.
Ambos coinciden en que nunca se plantearon la película en otro idioma, porque no tendría sentido. Por ello destacan que lo importante es “confiar en la historia”. “Al ser en euskera es verdad que en España puede tener una distribución más limitada, aunque también se va a doblar, pero internacionalmente la experiencia nos dice que eso poco tiene que ver, porque en otros países no se dobla y no importa si es en francés inglés o euskera, y Loreak funcionó muy bien. Cuando te enfrentas a este proyecto no lo piensas mucho, no te fijas mucho en si tiene más repercusión o menos por estar rodado en euskera. Es lo que pide la historia y eso nos tranquiliza, porque el idioma es por necesidad creativa”, contaba Aitor Arregi a EL ESPAÑOL en San Sebastián.
Las nuevas generaciones estamos entendiendo que son dos idiomas que van a la par y cada uno con una riqueza, pero creo que eso se ha sentido durante años.
Handia denuncia esos prejuicios existentes en el resto de España hacia lo vasco, pero también el de aquellas personas del entorno rural que no quieren abrir su mente a lo que ocurre fuera y que culmina con el gag frente a la reina que a los directores les pareció “un planteamiento divertido”. “Éstábamos en una situación privilegiada para reírnos de eso, y ahora en un momento en el que la gente se molesta por todo, si no hubiéramos sido vascos ese chiste tendría otra repercusión o se miraría de otra manera. Los prejuicios son en dos direcciones, o en varios niveles. Está el prejuicio de la reina hacia el gigante, pero también el vasco que tiene prejuicios hacia lo rural, hacia sus propias tradiciones, los prejuicios del mismo vasco hacia lo vasco, y eso existe, y existirá supongo en otras sociedades”, añadía Arregi.
Para Jon Garaño ese complejo se ha vivido durante muchos años: “Se dan situaciones extrañas, porque también hay gente que piensa que el castellano tiene más prestigio. Eso está metido dentro de muchos vascoparlantes. Las nuevas generaciones estamos entendiendo que son dos idiomas que van a la par y cada uno con una riqueza, pero creo que eso se ha sentido durante años".
Normalidad lingüística
Cuando Loreak fue elegida para representar a España en los Oscar, la noticia fue vivida por muchos con asombro. Todavía no entendían que una película española no hablara castellano, pero años después la situación empieza a cambiar, y para Aitor Arregi “se ha roto una barrera que claramente existe, la de esa convivencia de las lenguas en España”, aunque no se atreva a definir qué es “la normalidad”. “Tengo la sensación de que vivimos en una eterna anormalidad en muchos aspectos. Entiendo lo que dices, pero no sé lo que tendría que ser normal. Entiendo que alguien diga que sólo se represente con el español, pero hay que entender que lo que tiene que premiarse es la calidad de la película, sea en el idioma que sea y en España hay varios idiomas y hay que rendirse ante la evidencia”.
Arregui apuesta por “quitarle la etiqueta política a todo esto” para terminar la normalización. “Aquí lo hemos sufrido mucho. El año en que estuvo Loreak precandidata a los Oscar, Francia iba con una película en Turco, Irlanda con una película en español, y nadie le puso un apellido a eso, pero aquí ciertos sectores pueden poner un apellido a que España esté representada por una película hablada en catalán o en euskera. Creo que los académicos están dando una lección en ese sentido. A mí me parece algo fenomenal”, apunta.
Ahora queda derribar la última frontera, la del público, al que se enfrentará el viernes para intentar seducirle con una historia que habla de nuestro país, de dos hermanos y de dos mundos que siempre colisionan. Una cuento con una poesía tan única como sus directores.