La foto del pequeño Aylan ahogado en la costa turca dio la vuelta al mundo. Nadie ha podido olvidar aquella camiseta roja y esos pantalones cortos azules tendidos en la playa. De repente la gente despertó, se enfrentó a la dura realidad de los refugiados y sintió en sus entrañas algo parecido a la culpa. Occidente se sentía culpable por los otros muchos Aylanes que había antes de septiembre de 2015 y que nadie fotografió. Esa imagen se convirtió en el símbolo de la crisis de los refugiados y la injusticia de las políticas europeas al respecto.
Un año después el recuerdo de Aylan sigue dentro, pero enterrado y esperando a que alguien lo avive para que se arregle una situación sin visos de finalizar. Para ayudar en esa tarea llega Nacido en Siria, la película de Hernán Zin que se estrena el 12 de enero y que ha sido nominado al Goya al Mejor documental. Se trata de la continuación de su anterior obra, Nacido en Gaza, y en ella bucea en las consecuencias de la guerra en Siria a través de la mirada de los niños que la sufren. Con la infancia rota a bombazos, los pequeños cuentan a cámara cómo han tenido que huir para vivir, y cómo muchos países no les dejan entrar y les tienen hacinados como ratas.
Es el caso de Gaseem, de 14 años, al que Zin encontró en la estación de tren de Budapest esperando un tren para ir a Alemania. El gobierno Húngaro, que realizó un referéndum para prohibir la llegada de refugiados a su país, cerró las estaciones dejando a miles de personas tiradas y malviviendo en las calles. Hasta les echó del hall de la estación. “Mataron a mi primo y a mi tío, lo he perdido todo”, cuenta a cámara mientras explica las penurias de lo que él pensaba que sería una vida mejor. “Llevamos un mes sin ducharnos y la comida está en mal estado”, cuenta el pequeño que, a pesar de todo, mantiene la inocencia. “La policía pega a la gente. Quiero llegar a Alemania para completar mis estudios, en Siria no me dejaban, porque tenía que alistarme al ejército”, añade desde la tienda de campaña que le sirve como hogar mientras se asea con una toallita húmeda.
La policía pega a la gente. Quiero llegar a Alemania para completar mis estudios, en Siria no me dejaban, porque tenía que alistarme al ejército
Para el director, estos trabajos completan al periodismo y ofrecen otra mirada capaz “de profundizar en esas historias”. Hernán Zin tampoco entiende como un país como Hungría “que fue un país de refugiados en los años cincuenta” tienen una política tan poco solidaria con los refugiados. “No sé qué pasa en Europa con esos populismos de derecha tan desagradables. Son tiempos oscuros, pero hay que combatirlos y tender puentes, humanizar la situación. Es más fácil mandar a la gente a la cámara de gas cuando son números que cuando son personas, por eso humanizar es tan importante”, explica Hernán Zin a EL ESPAÑOL y añade que János Ánder “no debería ser un líder en Europa”, ya que “no está a la altura”.
Zin, que fue reportero de guerra y ha viajado por toda la ruta que siguen los refugiados que huyen de Siria, cree que la actitud de los países europeos ha dejado mucho que desear, pero destaca también las políticas tomadas por Angela Merkel, que califica como “valientes”. “Han acogido millones de personas y hay barrios enteros en ciudades alemanas con refugiados. Es un esfuerzo social y económico, pero el resto de Europa no ha estado a la altura. Yo siempre pongo el ejemplo de Canadá, al que la ONU ha felicitado. Es un país pequeño, pero en los propios barrios se organizan para acogerles y se entregan rápidamente. Hay una forma de hacerlo bien y hay que saber que esto nos beneficia. Europa es un continente de gente envejecida, que necesita personas como los refugiados, jóvenes, comprometidos, gente que suma y que no viene a robarnos”, añade.
Esos argumentos de los políticos para no acoger refugiados, basándose en la seguridad del país, son sólo excusas populistas que “que quieren dividir”. “A la gente les engañan por la rabia, por la frustración y por lo que hemos sufrido, pero no es la respuesta. No hay que dividir ni crear mitos, hay que integrar para avanzar”, cuenta Zin a este medio.
El proyecto nació de forma casi improvisada, como una llamada de dentro, cuando al ver la imagen de Aylan en los informativos decidió que tenía que ir a Hungría y mostrar a las personas que hay detrás de las cifras. Un trabajo de un año y once países en los que se ha encontrado historias como la de Kais, un niño al que los bombardeos han dejado sin una mano y con la cara desfigurada. Él no pierde la sonrisa, pero sabe que fueron “los aviones rusos los que nos hacen esto a los niños”.
No sé qué pasa en Europa con esos populismos de derecha tan desagradables, son tiempos oscuros, pero hay que combatirlos y tender puentes, humanizar la situación
“Cuando empiezan los bombardeos rusos sobre Alepo supe que eso había que contarlo y encontramos muchos casos como el suyo. Kais ejemplifica lo que esta pasando allí, los bombardeos masivos, esa estrategia de tierra quemada, en la que matan a todos para acabar con la insurgencia. Ejemplifica lo que sufre la gente inocente, el trauma psicológico. La semana pasada murieron mil niños por los bombardeos. Kais es los ojos de esa realidad, una víctima habla muy claro”, añade Hernán Zin que apuesta siempre por otra forma de contar las cosas y que pasa por apostar por las personas. “Lo otro es el ruido y la furia, el cadáver y la sangre, yo quería ver lo que pasa dentro, porque la guerra se acaba, pero eso sigue”, zanja. Su compromiso también sigue, y ya ultima un documental sobre los corresponsales de guerra y dos proyectos de ficción igual de militantes. Con ellos quiere que no olvidemos, porque “nuestra empatía es limitada en el tiempo y el espacio”.