Se fueron David Bowie, Prince y Leonard Cohen -este año no habrá Reyes Magos-. Le dieron un Nobel de Literatura a un músico rebautizado poeta y no fue a recogerlo. Facebook censuró desnudos artísticos y cerró cuentas transgresoras, se detuvo a dos titiriteros y España se llenó de sentencias sobre los límites de la libertad de expresión. Linchamientos de un lado y de otro. Moralismos, verdades absolutas. Trueba y la patria. Almodóvar y Panamá. Podemos planteó si la Cultura debía reinventarse y superar la Transición. Sacudirse los mitos viejos.
Se quiso recortar el humor -y la sátira- con esas tijeras torpes de preescolar que usan los que hacen de Twitter un arma arrojadiza. Algunos libros soñaron con cambiar el mundo. Volvió el espectro de ETA a la literatura y se pusieron en relieve las heridas abiertas de un país con memoria selectiva. Se reforzaron los ensayos feministas y la poesía escrita por mujeres. Performances, provocaciones, arte. Nada de rap de derechas aquí. Fue el año de El Bosco. Y de la muerte del preso comunista que más años pasó en cárceles franquistas. No puedo seguir. Escucho los pasos del funcionario. Entre la maraña de libros, películas, exposiciones y debates culturales, un día levantamos la cabeza y nos recordamos a nosotros mismos bailando La bicicleta una noche vulgar de agosto. Todo se resume en lo sencillo. ¿Qué recuerdas tú?