Difícilmente podía aventurar la actriz Judy Garland cuando rodaba El mago de Oz (1939) que aquellos zapatos de color rubí que en ocasiones la incomodaban mientras trotaba sobre el camino de baldosas amarillas iban a convertirse en un símbolo de la cultura popular y la identidad nacional norteamericana, capaz de movilizar miles de dólares y a atraer a millones de visitantes. Ahora, casi ocho décadas después de aquel estreno, uno de los pares de zapatos que la Metro Goldwyn Mayer fabricó para aquella película necesita una costosa restauración de 300.000 dólares. Y cualquiera que lo desee puede contribuir.
La acción de este relato no se sitúa ni en la apacible Kansas ni en la fantástica Ciudad Esmeralda, sino en la capital de los EEUU. Aquí, desde 1979, el Museo Nacional de Historia Americana exhibe uno de los -al menos- cinco pares de escarpines que se confeccionaron para llevar al cine la obra literaria que en 1900 firmara Lyman Frank Baum, en la que por cierto el calzado de la inocente Dorothy Gale no era rojo, sino plateado, aunque Hollywood prefirió cambiar la tonalidad para sacar más partido al recién descubierto arte del technicolor.
El calzado de la inocente Dorothy Gale no era rojo, sino plateado, aunque Hollywood prefirió cambiar la tonalidad para sacar más partido al recién descubierto arte del technicolor
Ninguna de aquellas réplicas creadas por Adrian Gilbert, jefe de diseño de vestuario de los estudios, se hicieron para perdurar en el tiempo. Por eso casi 80 años después, la institución cultural Smithsonian, que gestiona la red de museos federales de Washington, ha estimado "imperiosa" la necesidad de reparar los zapatos y garantizar su supervivencia por otros 80 años, para lo que ha iniciado una cuestación popular a través de internet, tal como ya probara con éxito hace unos años cuando reparó el traje espacial de Neil Armstrong, recaudando donativos a través de la plataforma de ‘crowdfunding’ Kickstarter, según explica a EL ESPAÑOL la directora de Comunicación del museo, Melinda Machado.
Cultura popular en los zapatos
El dinero que se obtenga se empleará en frenar el deterioro de las piezas y en construir una nueva y moderna vitrina, diseñada para proteger los tejidos del paso del tiempo. El objetivo final es convertir estas clásicas zapatillas en uno de los atractivos centrales de una nueva exposición sobre cultura popular estadounidense que abrirá sus puertas en el año 2018.
Fotograma de El Mago de Oz.
Aunque no es la primera intervención a la que son sometidos, sí es la primera de este tipo. “Hace unos años realizamos una limpieza de los zapatos, de forma muy delicada, lentejuela por lentejuela, pero esto es diferente. Ahora vamos a investigar cuáles son las condiciones óptimas de conservación, aunque ya tenemos claro que para su mantenimiento será necesario una exposición calibrada a la luz, a la humedad y al oxígeno, así como el control de la temperatura, que son los elementos que más daño causan. Por eso, nuestros restauradores trabajarán con varios científicos para buscar los mejores materiales y el tratamiento idóneo”, avanza Machado.
Para su mantenimiento será necesario una exposición calibrada a la luz, a la humedad y al oxígeno, así como el control de la temperatura, que son los elementos que más daño causan
El jefe del departamento de conservación de este centro, Richard Barden, será el encargado de dirigir el proceso, analizando el estado de los zapatos y estudiando cómo acometer las tareas de consolidación, que combinarán técnicas artesanales con las últimas tecnologías. Para ello, tendrán que tener en cuenta el rudimentario origen de las piezas.
“Compraron unos zapatos normales en una tienda, los pintaron de rojo, le añadieron una moña con decoraciones de cristal y los forraron con una malla recubierta de lentejuelas del mismo color, colocándole un material amortiguador en la suela para que no hiciera tanto ruido contra las baldosas amarillas durante la grabación”, revela la portavoz del museo.
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Los estudios hicieron varias versiones de los zapatos, pero todas siguiendo el mismo patrón. Después del estreno, todos fueron depositados en los almacenes de la Metro. Allí permanecieron durante 30 años hasta que en 1970, uno de los diseñadores de la productora, Kent Warner, los encontró mientras preparaba una subasta del vestuario de El mago de Oz. La Warner Bros guardó en su colección privada el mejor par de todos, aunque en 1981 los acabó sacando también a puja.
Uno de aquellos pares se adquirió en venta pública en 2012 por un grupo de personalidades de Hollywood encabezadas por Leonardo Di Caprio y Steven Spielberg
Uno de aquellos pares, por cierto, se adquirió en venta pública en 2012 por un grupo de personalidades de Hollywood encabezadas por Leonardo Di Caprio y Steven Spielberg con la intención de exponerlos en un futuro museo sobre la historia del cine en Los Ángeles. “Aquel centro todavía no se ha abierto, de modo que los nuestros son por ahora los que mejor pueden disfrutar los americanos”, subraya Machado.
Donación anónima
Pero dejemos atrás la meca del cine y volvamos a Washington D.C. Desde que fueron donados anónimamente en 1979 a Smithsonian, estos escarpines han sido uno de los objetos más populares de esta red de museos. Se recibieron en un momento en que el vestuario del filme de Víctor Fleming alcanzaba precios astronómicos en las casas de subasta del país. Eran un par de un zapatillas originales, de la talla de Garland y muy gastadas, por lo que se dedujo que se trataba de los que más usó la intérprete durante el rodaje. "El donante no quiso que se hiciera pública su identidad -sostiene Machado- , pero sí sabemos que él los compró en 1970 en una puja por 15.000 dólares, un precio que ahora está más que superado". Y tanto. En 2011 se pagaron 612.000 dólares por otro de los pares usados en la película.
El donante los compró en 1970 en una puja por 15.000 dólares. En 2011 se pagaron 612.000 dólares por otro de los pares usados en la película
Actualmente se encuentran situados en la exposición Historias de América, hasta donde millones de interesados han peregrinado para contemplarlos. "Llevan expuestos desde el 79 de forma casi ininterrumpida, y cada año recibimos entre cuatro y cinco millones de visitas, así que imagínense”, resalta la portavoz del museo, que avisa de que pese a este éxito, los años pesan, incluso para estos míticos mocasines. Según los conservadores, el proceso de deterioro se ha acelerado y, como puede comprobarse a simple vista, el color se ha desvanecido, el revestimiento de lentejuelas que fueron su sello distintivo se está desprendiendo y varios hilos aparecen rotos o sueltos.
Exposición con R2-D2
Los responsables de la institución adelantan que su aspecto no cambiará drásticamente tras su paso por el ‘quirófano’, ya que se van a mantener las marcas del uso. “Fueron creados a mano y muestran evidencias de desgaste durante el rodaje. A través de su estudio podremos conocer mejor su historia”. A partir de 2018 se trasladarán a una nueva exposición multimedia que pondrá de relieve el ingenio y la diversidad de EEUU en campos como la música, los deportes y el entretenimiento, mostrando tesoros icónicos como bata de Muhammad Ali, los 'muppets' de Jim Henson, el saxo de John Coltrane o el robot R2-D2 de La guerra de las galaxias.
Fotograma de El Mago de Oz.
Muchos se preguntarán por qué Smithsonian, una institución que recibe fondos del gobierno norteamericano, pide ayuda económica de esta forma. La justificación que ofrece es que los presupuestos públicos van a funciones básicas, al personal y a la salvaguarda de las colecciones, pero como en la mayoría de las entidades culturales en EEUU, el mecenazgo y las donaciones privadas desempeñan un papel crucial, sobre todo cuando se trata de un elemento tan popular como en este caso. “Esto es patrimonio de todos los americanos”, recuerda Machado, que asegura que cualquiera, incluso desde España, puede hacer un donativo.
Entre los premios, el museo ha encargado la elaboración de toda una serie de recuerdos al diseñador de vestuario William Ivey, seis veces galardonado por los Tony
Para animar a participar en la cuestación, Smithsonian ha bautizado su campaña con la etiqueta #KeepThemRuby! y ha ofrecido recompensas a quienes donen alguna cantidad en Kickstarter. Entre los premios, el museo ha encargado la elaboración de toda una serie de recuerdos al diseñador de vestuario William Ivey, seis veces galardonado por los Tony. Hay carteles, bolsos, camisetas, así como cuatro réplicas personalizadas y confeccionadas a mano de los zapatos. Además, se repartirán invitaciones para asistir al proceso de restauración, e incluso se podrá deducir la donación en el pago de impuestos, eso sí, siempre que resida en EEUU.
El robo del millón
Desde el Museo de Judy Garland de Grand Rapids (Minnesota) esperan sacar provecho también a esta campaña, pero en otro sentido. Allí guardaban otro de los pares de zapatillas que se utilizaron en la película. Sin embargo, fueron robadas en agosto de 2005. “El ladrón o ladrones irrumpió en el edificio rompiendo un cristal de la puerta exterior. Todo ocurrió en menos de un minuto”, narra a EL ESPAÑOL el director de este centro, John Kelsch.
Fotograma de El Mago de Oz.
Tras el hurto, un ciudadano anónimo ofreció un millón de dólares a quien encontrara los zapatos de rubíes. Se buceó incluso en un lago cercano, donde se pensaba que los autores de la sustracción podrían haberlos arrojado al ponerse nerviosos por la llegada de la policía. “La recompensa ya ha caducado”, lamenta Kelsch, que apunta que el propietario que había depositado en 2004 los escarpines en su museo durante un año, los tenía asegurados en un millón de euros, por lo que durante esta década se han barajado todo tipo de hipótesis.
Tras el hurto, un ciudadano anónimo ofreció un millón de dólares a quien encontrara los zapatos de rubíes. Se buceó incluso en un lago cercano, donde se pensaba que los autores de la sustracción podrían haberlos arrojado
También una cadena de hoteles ofertó un millón en puntos de descuentos al que los localizara. Ni por esas han aparecido. “Es posible que esta noticia de Smithsonian devuelva el interés por aquel robo. Queremos que regresen”, concluye el director, con la esperanza de que estos zapatos, como ocurrió con la inocente Dorothy y Totó, sepan encontrar el camino de vuelta a casa.