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El 30 de abril de 1975 terminaba la Guerra de Vietnam. La toma de Saigón era el paso definitivo que demostraba el fracaso de la intervención de EEUU en el país. Las imágenes de los helicópteros norteamericanos abandonando el edificio de la embajada se convirtieron en el símbolo de lo inevitable. Una contienda que se perdió muchos años antes. Más de dos millones de personas murieron en un conflicto que sigue vivo.

Vietnam todavía huele a Napalm. Las víctimas siguen cayendo en la actualidad, pero las de ahora no importan a nadie, porque pertenecen a una tribu que está siendo exterminada sin que nadie haga nada por evitarlo. Son las heridas de una guerra secreta que sigue dando sus últimos coletazos 41 años después, y que dio comienzo en la vecina Laos, que se había declarado neutral y donde las potencias se habían comprometido a no intervenir. Un país que se convirtió en un punto estratégico. Una zona de paso de mercancía entre Vietnam del Norte y Vietnam del Sur, y uno de los focos que los americanos debían destruir si querían sobrevivir.

Todo esto convirtió a Laos en el país más bombardeado de la historia. Cayeron más explosivos que en Alemania y Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Todas en una operación clandestina de la CIA que tuvo como conejillos de indias y víctimas involuntarias a una tribu local: los hmong. Una etnia que se convirtió en un ejército secreto de los EEUU, adiestrados por sus propios oficiales, y que se encargaban de infiltrarse y marcar los objetivos que luego acribillaban los aviones norteamericanos. Pero cuando estos abandonaron Vietnam no se acordaron de sus aliados locales. Con la caída de Laos en favor del bando comunista, se produjo la venganza contra los hmong. Habían colaborado con el enemigo y ahora serían masacrados.

Asesinatos, violaciones, prisioneros en campos de concentración… la vida de la tribu se convirtió en un infierno. Para escapar sólo había dos opciones: huir a Tailandia y pedir asilo en EEUU, o esconderse en lo más recóndito de la selva y seguir luchando. 41 años después, unos 170 resisten desperdigados en las zonas más inaccesibles de la región de Phu Bia. Sólo unos pocos han entrado en la zona y conocido la verdad de una historia silenciada que todavía no ha sido reconocida de forma oficial por las autoridades que participaron.

Sabíamos que si pasaba algo no podrían salir. No había un plan B, pero no me refiero sólo a que les metieran un tiro, o que les raptaran, es que se rompían una pierna y no podían volver

El último en adentrarse en la zona ha sido el periodista español David Beriain, que en su documental El ejército perdido de la CIA, consigue que los hmong hablen a cámara y supliquen la ayuda de las naciones unidas antes de que desaparezcan. Ya no quedan guerrilleros de los años 70. Son los hijos de estos los que han continuado un conflicto en el que quedaron atrapados. Por ellos no pasa el tiempo, y Beriain, obesionado desde hace años con su historia, ha querido dar voz “a este puñado de fantasmas” que han comprobado “qué cruel es la historia”.

Recluidos, muriendo de hambre y sin futuro. Así se nos presenta a estos exiliados que aprenden a empuñar un arma desde niños para poder ganar algo más de tiempo. En unas condiciones infrahumanas, los hmong intentan que su historia salga de la jungla y las montañas que los rodean.

Una ayuda que no llega

Producido por 93Metros y 7yAcción para el canal Discovery Max, el documental se podrá ver durante el fin de semana en Cineteca, y el martes 24 en el canal de televisión. Un trabajo de años en el que han arriesgado más que sus vidas, como recordaba en la presentación Fernando Ureña. Nos enfrentábamos a 15 años de cárcel. “Sabíamos que si pasaba algo no podrían salir. No había un plan B, pero no me refiero sólo a que les metieran un tiro, o que les raptaran, es que se rompían una pierna o tenían un esguince y no podían volver”, ha contado a los periodistas.

Otros profesionales que lo intentaron y fueron cogidos se enfrentan a 15 años de prisión en Laos. Para adentrarse en la jungla tuvo la colaboración de los Blackbird, una red de apoyo clandestina que les ayudó a tener contacto con el mundo exterior. También la de Gymbay y James, dos miembros de la tribu que les acompañaron de vuelta al infierno que abandonaron hace 40 años.

Un niño de la tribu hmong en el documental de David Beriain.

Una historia que perseguía a Beriain desde hace años y que por fin ha podido contar. Ha sido su experiencia más dura, en la que más se ha implicado y en la que se ve al periodista romperse física y mentalmente en varias ocasiones. Aunque nunca abandonar. “Teníamos una responsabilidad, que era acercarse al vacío, y la pregunta era cómo cojones me acerco para hacer justicia a esta historia”, ha explicado tras el visionado del documental.

Los responsables de El ejército perdido de la CIA han desvelado que alguno de esos 170 supervivientes ya ha fallecido, y que pese al poco contacto que tienen con los hmong, temen por su destino. “Con el documental no sabemos si estamos emitiendo una llamada de auxilio o hemos hecho un testamento”, analizan con pesimismo sabiendo que “la historia se traga pueblos enteros” sin que nadie haga nada por evitarlo. Esta tribu está pagando por una decisión que ellos ni siquiera han tomado y que se ha transmitido de padres a hijos como si fuera el “pecado original”.

La CIA al habla

Una de las fuentes principales del equipo comandado por David Beriain fue el exagente de la CIA Jack Jollis. Por primera vez uno de los miembros de aquellas operaciones habla abiertamente de esta guerra secreta. Jollis reconoce que se adiestraba a soldados hmong para usarlos en misiones clandestinas. Él mismo participó como jefe del Programa Rascal, como se denominó, en 1970. Mediante pagos primero, y modernizando su sociedad después, la CIA convirtió un pueblo discriminado en un ejército.

Con el documental no sabemos si estamos emitiendo una llamada de auxilio o hemos hecho un testamento

Jollis califica a los hmong como “valientes y dignos de admiración”, y confiesa, todavía avergonzado, que EEUU les abandonó sabiendo que su destino sería la muerte. “Fue una salida repentina y vergonzosa que mostró nuestra debilidad y cobardía política”, asegura en el documental. Puede que mientras se proyecta El ejército perdido de la CIA, los hmong estén siendo atacados por el gobierno de Laos. Para ellos la Guerra de Vietnam nunca terminó, y el sonido de las bombas sigue sonando desde hace 41 años.

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