Hay una brecha enorme que separa la influencia del éxito comercial. Hay productos de consumo que se venden como churros y cuya trascendencia es nula. Se consumen y se tiran a la basura. Ahora más que nunca en una industria donde la ansiedad por producir más y por ver y escuchar cada vez más cosas es la tónica dominante. Pongamos un ejemplo básico para entenderlo. David Bisbal puede vender millones de discos. Los sigue vendiendo. Pero, ¿cuál es su huella real, cuál es el peso de la influencia de un cantante con una voz excelente pero sin nada que aportar?
Al otro lado de la balanza, en el de la relevancia, se encuentran grupos que nunca arrasaron en la lista de los discos más vendidos, pero cuyo legado es tan grande que sigue arrastrándose hasta la actualidad. Uno de los casos más especiales es el de The Velvet Underground, el grupo formado por Lou Reed y John Cale, y apadrinados por Andy Warhol, que además son el ejemplo perfecto de la contracultura de los años 60 en una ciudad como Nueva York. Un momento y un lugar donde toda la escénica bullía y donde el lema de sexo, drogas y rock and roll se quedaba corto.
La mítica banda resucita ahora gracias al excelente documental que ha estrenado Apple TV+ y que ha dirigido Todd Haynes, autor de grandes obras como Carol (2015), y que construye una película documental donde juega con la forma y el fondo para contar el auge y caída del grupo desde su formación hasta su desintegración por las continuas peleas de Reed con casi todos los miembros del equipo. Primero con Warhol, luego con John Cale, la otra cabeza pensante del grupo.
Un documental que encantará a los fans, y dará a conocer a la banda a aquellos que la tengan fuera del radar. Haynes no descubre nada nuevo sobre ellos, pero sí que consigue captar su esencia y se aprovecha del gran material de archivo que ha conseguido la producción. Comienza presentado la historia detrás de cada miembro, pero desafiando las normas del clásico documental de bustos parlantes. Por supuesto que pasan por allí miembros de aquel movimiento cultural como Jonas Mekas, pero lo que dicen se ilustra con imágenes, dialoga con las canciones de The Velvet Underground, y emociona. Hay juegos de color, coqueteos con el montaje, pantallas partidas y todos los recursos que uno puede esperar para un documental así. Pero nada resulta forzado, parece un documental hecho con la esencia de aquella música.
"Laurie Anderson, la compañera de Lou Reed, dejó mucho material en la biblioteca de Nueva York y eso me dio la oportunidad de acceder al material, luego ella aceptó que fuera yo el director y nos pusimos a trabajar a principios de 2020. Entonces llegó la pandemia y eso nos dio tiempo a revisar todo el material y ordenar lo que queríamos y hacer encuentros por zoom entre el equipo", explicaba el director en la rueda de prensa del pasado Festival de Cannes, donde se presentó la película.
A pesar del gran material, entrevistas a los protagonistas, pocas. "La banda, de una manera consciente, tenía claro que no quería promocionar, que no quería hacer lo que otros grupos. De ahí que no haya mucho material de ellos. Lo maravilloso es que lo encontramos en otras disciplinas, en el cine, el arte, los hapenings, y la cultura multimedia. Eso era la vida cultural de Nueva York y eso ha sido una oportunidad para nosotros por poder contar la historia usando ese material", añadía Haynes el pasado julio.
Las emisoras más importantes se negaron a poner las canciones de The Velvet Underground, pero poco a poco se convirtieron en un movimiento que muchos calificaron de contracultural, aunque como ellos mismos reivindican como “cultural” a secas. Canciones modernas, con ritmos inéditos, sorprendentes, que hacían que la música pareciera revolucionaria, como recién inventada. Todo en aquella segunda mitad de la década de los años 60 donde todo parecía posible. Donde se respiraba libertad -no en España, claro- y libertinaje, sin que una excluyera a la otra. "Ellos rechaban cualquier movimiento político, a diferencia de los hippies en la costa este. Sin embargo, eran políticos a su manera. Eran abiertos a todas las identidades, era casi una política freudiana, y eso me sigue emocionando", contaba Haynes.
Aunque el centro del documental son ellos, la Velvet, también hay hueco para todos los satélites que orbitaron a su alrededor y les hicieron especiales. Por allí aparece, por supuesto, Warhol, agujero negro que podría haber absorbido todo el documental y cuya sombra siempre está presente pero que no aparece de forma explícita hasta la hora de metraje. También Nico, aquella belleza enigmática que llegó como una imposición y acabó conquistando a todos. No se olvida de mostrar el talento tormentoso de Reed, las peleas de egos con Cale, y aquella espiral que les llevó a una disolución demasiado temprana. Tarantino decía que los 60 fueron la última vez que fuimos inocentes y marcaba el asesinato de Sharon Tate como punto de inflexión. El final de la Velvet en el 73 puede que fuera otro.
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