En un mundo dictado por las normas de la tecnología, y en el que cada vez resulta más complicado vertebrar una rutina sin teléfonos, mensajes instantáneos o videos virales de seis segundos, la sociedad continúa planteándose modelos que faciliten la convivencia. Pese a las comodidades que ésta ha aportado, cada vez son más los que buscan, y prefieren, alejarse de las pantallas.
Infinidad de películas y series han puesto sobre la mesa el debate de si los avances tecnológicos, la IA (Inteligencia Artificial) y todo tipo de simulaciones y cripto-situaciones mejoran o empeoran lo ya existente. Blade Runner o Black Mirror en tono distópico y catastrófico, explorando la conducta humana entre píxeles; otras como Upload con un deje cómico que rechaza el existencialismo.
Como las dudas suelen ser más abundantes que las respuestas, el director Simón Casal ha querido plantearse en Justicia Artificial cómo sería el poder judicial en España de estar controlado por la tecnología más puntera. Con Verónica Echegui en el papel de Carmen Costa -una jueza que quiere indagar en la falta de medios en la Justicia- , ¿podría la sociedad española disfrutar de un sistema mecanizado y, aparentemente, racional, justo y ordenado por medio de la IA?
EL ESPAÑOL ha estado presente en el último día de rodaje de la película junto a su director, actriz y el resto del equipo. Pese a la incesante lluvia, con la que no se contaba durante la mañana, Echegui y compañía consiguieron cerrar un proyecto de siete semanas que comenzó en A Coruña -donde se ha rodado el 95% de la producción- y finalizó el pasado martes en el Congreso de los Diputados de la capital.
"En nuestro cine no he visto nada así, me interesa mucho el debate que interpone respecto a la justicia humana contra la justicia artificial", explica a este medio la actriz. Simón Casal, que ya ha elaborado un documental al respecto y ha pasado mucho tiempo hablando con expertos, políticos, profesores y jueces acerca del tema, considera que ha "encontrado bastantes respuestas", pero no cree tener "autoridad para decirlas".
Lo que el director plantea en el filme es un referéndum que otorgue o no a las máquinas "la capacidad de juzgar". En medio, el personaje de Verónica, una figura que defiende ambas posiciones del tablero. "Tratamos de buscar cuáles son los elementos de la Justicia que son intrínsecamente humanos, que no pueden ser replicados o automatizados", explica Casal.
Además de generar debate acerca de aquello que la tecnología no alcanza, Justicia Artificial es también un retrato de las carencias del sistema. "Hacen falta más recursos para agilizarlo todo", precisa Echegui. "Los juzgados están sobrecargados", añade Casal. "Falta asistencia psicológica para las víctimas, muchas veces cuando hay que proteger la intimidad de un testigo se pone un biombo", apostilla. Pese a la escasez de medios y la saturación generalizada, Casal admite que "eso no implica que la solución sea, de repente, digitalizar completamente", pues nos llevaría a una "simplificación total del debate".
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Actriz y director coinciden en todo momento en aquello que argumentan, algo que denota la complicidad de la que han gozado en la elaboración del proyecto. Durante la charla con el periódico para dar a conocer el debate trascendental que ésta plantea, ambos consideran que, en última instancia, son los seres humanos los creadores de sus propias miserias.
"La IA no deja de estar creada por el ser humano", dice Echegui. "Es propiedad nuestra, esa dicotomía entre la luz y la oscuridad, lo crea el ser humano para mejorar su existencia, pero luego está el ego y ahí no hay ningún tipo de control", explica. Tras horas de rodaje y meses de investigación, Casal sí considera en todo momento que existen tareas, como "la decisión de si alguien es inocente o culpable", que han de tener "supervisión humana". "Tienen que ver con la ética, con la política, no tienen una sola respuesta y creo que eso debería estar en manos humanas", incide.
Otra de las nociones esenciales de la Justicia es el progreso social, la evolución constante de la ciudadanía y de los problemas que la articulan o la destruyen. ¿Podría la IA, las máquinas, reconsiderar un juicio teniendo en cuenta el peso de la sociedad? "La inteligencia se alimenta de datos del pasado, los jueces respiran la evolución del tiempo, de los valores, de la cultura", indica el director. Casal comienza enumera situaciones en las que la tecnología no podría haber captado la presión de la calle. "Ha pasado con el feminismo", considera. "Hace 15 años había conductas de todo tipo que no se consideraban injustas", añade.
Aunque algunas de las respuestas no salgan a debate hasta su estreno, la cinta de Casal pretende poner de manifiesto hasta qué punto la solución pasa por el algoritmo. También profundizar en el afán de automatizar cada aspecto de una sociedad "cada vez más individualista". "Poner el foco en la tecnología más que en resolver problemas emocionales que todos tenemos es muy contraproducente", concluye Echegui.