"Me habían infundido la idea de que la seguridad era algo inherente a mí. Estaba a salvo y nunca lo puse en duda, hasta que dejó de ser así". Stephanie Land nunca imaginó que viviría en la pobreza, pero después de huir de una relación abusiva se encontró combinando hasta siete ayudas de programas gubernamentales mientras trabajaba limpiando casas para poder mantener a su hija, historia que vimos en la conmovedora serie La asistenta de Netflix, adaptación de su libro Criada: Trabajo duro, sueldos bajos y la voluntad de supervivencia de una madre, editado en España por Capitán Swing.
Land narra su personal odisea dejando al descubierto las carencias del sistema de ayudas en Estados Unidos, pero las trabajadoras del hogar en España también sufren desprotección. Hace unas semanas, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) dictaminó que su exclusión de las prestaciones por desempleo en España es contraria al derecho comunitario. Estos trabajos en su mayoría forman de la economía sumergida, sometiendo a las trabajadoras a situaciones de desamparo social al carecer de derechos como vacaciones remuneradas o prestaciones por desempleo. Muchas de ellas son madres que se ven abocadas a situaciones precarias en las que deben acudir a trabajar aunque estén enfermas, porque no tienen derecho a baja o suman un sentimiento de culpa al desatender a sus propios hijos mientras atienden y limpian las casas de sus empleadores.
Land atendió a SERIES & MÁS en una videoconferencia individual desde su casa en Missoula a la que accedimos gracias la gestión de la editorial Capitán Swing. Una charla de una hora en la que la autora nos explicó las paradojas del sistema de ayudas de Estados Unidos, las carencias de un sistema judicial que no está preparado para ayudar a las mujeres que escapan a situaciones de abuso con sus hijos o de las secuelas físicas y emocionales que aún arrastra de aquella época. También nos habló sobre la adaptación de la serie de Netflix, sus momentos preferidos, su experiencia viéndola con sus hijas, por qué se considera una privilegiada y no cree que su historia sea inspiradora o cuál será su próximo proyecto.
El libro es muy revelador cuando plantea el dilema de que en situaciones como la que usted atravesó, si no tiene ayudas para dejar a su hija en la guardería no puede trabajar, y si no tiene trabajo pierde la ayuda a la vivienda y a la alimentación. ¿Puede hablarnos de las contradicciones de los programas de ayuda a las personas en situación de pobreza en Estados Unidos?
Con la reforma de asistencia social con Bill Clinton en 1986 se acuñó la frase "welfare to work", es decir, ayudas para encontrar un trabajo, pero muchas personas que están en programas de asistencia del gobierno como los cupones de alimentos o Medicaid, ya están trabajando en dos o tres puestos de trabajo precarios a la vez. La paradoja es que si un mes ganas un poco más porque has trabajado más horas, con los baremos que hay te restan un buen porcentaje de las ayudas y cuando se vive en esa situación dependes de la suma de todo para cubrir los mínimos. Vives con miedo a que surja algún imprevisto, que se estropee el coche, que tu hija se enferme, porque no tenemos sanidad pública, porque las medicinas son muy caras, porque no puedes dejarla en la guardería. Porque entonces tienes que faltar al trabajo, lo que implica no solo perder un día de sueldo, sino que tienes miedo a que te despidan. Es realmente difícil salir adelante. No hay estabilidad y cualquier imprevisto puede llevarte otra vez al punto de partida.
La clase alta depende de esos trabajadores para mantener su estilo de vida y hay intereses en que no cambie ese statu quo, porque es la base de nuestra economía.
¿Cree que hay racismo en los programas de asistencia del gobierno en los Estados Unidos?
Sí, definitivamente. Creo que la pobreza y el racismo van de la mano. Hay muchas cosas en juego dentro lo que llamamos es un sistema de clases. Isabel Wilkerson publicó un libro llamado Casta en el que habla de esto de manera muy elocuente. Es normal que los funcionarios del gobierno se refieran a los trabajadores de bajos ingresos como de baja cualificación, lo cual es erróneo, pero siempre piensan en ellos como si su situación se debiera a un problema de poca educación. La población en general no considera dignos algunos puestos de trabajo y relaciona los programas de ayuda con personas afroamericanas e inmigrantes, cuando realmente los blancos siempre hemos sido la mayoría de las personas en los programas de asistencia del gobierno. Como estas, hay un montón de narrativas que en Estados Unidos en particular nos hemos estado diciendo a nosotros mismos. La clase alta tiene tiempo y libertad para vivir porque hay toda una red de trabajos precarios que hacen su vida más fácil, esos que durante la pandemia empezamos a llamar esenciales. Esos son los trabajos que hacen posible todos los demás, los que limpian, los que cuidan, los que cocinan, los que guardan tu compra en bolsas y te la llevan a casa. A la clase alta no le interesa el cambio, los trabajadores precarios mantienen su estilo de vida, ese statu quo es la base de nuestra economía. Muchos de los problemas comienzan porque no tenemos acceso a atención médica, a una buena educación pública y porque hay una red de trabajos precarios. Trabajos mal pagados, sin cobertura médica, derecho a descansos, vacaciones o prestaciones. Es muy difícil conseguir un mínimo de estabilidad, vives con miedo y desesperación y hay quien está dispuesto a aprovecharse de eso. No vives, solo sobrevives.
¿En esos momentos difíciles cómo le ayudó la escritura?
Escribir siempre ha sido una ayuda constante para procesar mis pensamientos. Empecé a escribir diarios cuando tenía 10 años, los tengo todos en esta estantería que está detrás de mí. Cuando trabajaba como limpiadora era una forma de respirar para mí, porque vivía muy aislada, la mayoría de la gente que conocía no tenía hijos ni estaba en mi situación, por lo que acabé pasando muchos años sola. Cuando empecé a estudiar online en la universidad y a escribir ensayos a aprendí a hacerlo bastante bien. Luego decidí que iba a ser escritora freelance y conseguí algunos trabajos durante un par de años. De repente surgió la oportunidad de escribir Criada y firmé un contrato. Nunca había escrito nada de más de 20 páginas y ese fue un reto difícil para mí. Realmente no conseguí mucho hasta que empecé a trabajar con mi editora, que quería que ampliara mi historia personal aprendiendo a ser madre mientras perdía la relación con la mía. Fueron días duros, pero me ayudaron a verme a mí misma con una luz diferente y a tener compasión por la persona que era, que nada de lo que había pasado era mi culpa. En ese momento estaba en una situación mucho más privilegiada, tenía comida en la nevera y un montón de papel higiénico en el armario. Fue una experiencia extraña mirar atrás desde ese lugar a la época en la que viví aquellas experiencias. Verme con compasión fue importante para mí porque en ese momento todavía veía esos años como un agujero negro, como un fracaso. Sentía que era una mala madre, que le había fallado a mis hijas. Escribir el libro me ayudó a entender que no fue así, que trabajé mucho por ellas.
Lo vemos en la serie y en el libro, en aquella época no tenía usted una red de apoyo y la gente la juzgaba porque no había dejado a su hija enferma con su madre, un familiar o una amiga.
La gente siempre espera y asume que tu familia siempre está ahí para ayudarte de alguna forma, pero esa no era mi situación y no era fácil aceptarlo, sabía que pasara lo que pasara solo podía contar conmigo misma y no podía recurrir a nadie. Te agota físicamente, pero también mental, emocionalmente y siempre sientes que no estás haciendo suficiente. Y mi situación es por la que atraviesan muchas otras mujeres.
Cualquier cosa que haga un padre es mejor valorada que todo lo que hace una madre, casi les dan medalla solo por estar dispuestos a pasar un fin de semana con sus hijos o por llevarlos una mañana al colegio.
Es duro ver cómo el sistema que se supone que debe ayudar a las madres que escapan de situaciones de maltrato las culpa y avergüenza porque están renunciando a una situación de supuesta estabilidad económica, ¿Qué hay que cambiar en ese sentido?
En mi experiencia, el hecho de que el abuso emocional no fuera reconocido como violencia doméstica fue un factor enorme. Tengo una amiga que está pasando por eso ahora y la situación no ha cambiado, a ojos de la corte si alegas que has sido abusada necesitas demostrarlo, y con el abuso emocional no hay pruebas físicas. Es muy difícil conseguir que alguien te crea, creo que debería haber más formación y sensibilidad para tratar estos casos. También hace falta un cambio en la forma en que el sistema judicial maneja los casos de custodia, porque suelen ser cuadriculados y los horarios de visitas poco razonables. Tenía que conducir dos horas de ida y dos de vuelta para dejar a mi hija con su padre, esas eran horas en las que no podía trabajar y estaba gastando en gasolina. Tuve que seguir haciéndolo durante mucho tiempo por obligación a pesar de que no era necesariamente algo positivo para mi hija. Cualquier cosa que haga un padre es mejor valorada que todo lo que hace una madre, casi les dan medalla solo por estar dispuestos a pasar un fin de semana con sus hijos o por llevarlos una mañana al colegio.
En la serie de televisión se habla abiertamente del abuso emocional que sufrió en aquella época, ¿fue una decisión consciente editar esa parte de su vida en el libro?
Sí. Elegí mostrar cómo me afectaba el abuso en lugar de entrar en detalles. A Molly Smith Metzler y John Wells (creadora y director) sí les conté todo, pero en el libro quería contar mi historia, sobre todo porque yo estaba hablando de mis hijas y no quería escribir nada que pudiera ser embarazoso para ellas. Tampoco quería escribir nada que pudiera entorpecer su relación con su padre. Cuando se publicó el libro sabía que iban a leerlo en algún momento. No es que estuviera tratando de protegerlo a él, sino a ellas. Además, no quería darle espacio en las páginas de mi historia, porque no lo merecía. No quería que la gente lo conociera a través de mí. Ni siquiera quería que fuera un personaje, porque él tuvo mucho control sobre mí en aquella época. Tiempo después mucha gente me ha preguntado si realmente creo que sufrí abuso emocional, cuestionan que realmente fuera una situación de abuso. Esas preguntas me ponían de muy mal humor.
Aún arrastro muchas secuelas, tengo síndrome de estrés postraumático y problemas de ansiedad. Son cosas con las que he vivido mucho tiempo, pero en aquel momento ni siquiera podía ponerles nombre ni tenía tiempo para pensar en ello.
Me imagino que debe ser difícil para usted hablar de esta parte de su vida con desconocidos como yo, así que gracias por su generosidad. La serie no se centra en las repercusiones físicas de su trabajo como sí lo hace en algunas partes del libro, ¿sigue acarreando secuelas físicas o emocionales de aquella época?
Creo que muchas de las cosas con las que estaba lidiando todavía las tengo, pero estoy mejor equipada para lidiar con ellas. Todavía tengo escoliosis y tengo dañados los nervios de mi mano derecha y a veces cosas como firmar libros son difíciles. Pero ahora puedo elegir si hago cosas que me causen dolor o no, puedo ir a un fisioterapeuta, puedo comprar medicinas, podría pagar una cirugía si llega a ser necesario. Tengo opciones, en aquella época no tenía ninguna en absoluto y llegué a pensar que de alguna manera lo merecía, porque me marcó mucho que en el juicio hubieran dicho que había dejado un hogar estable. Combinaba hasta siete tipos diferentes de ayuda del gobierno y sentía que tenía que estar trabajando siempre que fuera posible, aunque sintiera dolor, porque son suerte al terminar podía comprar un poco de ibuprofeno para trabajar con menos dolor al día siguiente. No podía permitirme ir al médico y ni se me ocurría pensar en salud mental. Ahora recibo ayuda de una terapeuta con quien he podido procesar mucho de mi trauma. Muchos de ellos surgen simplemente por vivir en la pobreza y estar constantemente en un estado de inseguridad y miedo, especialmente cuando tienes hijos y no sabes si vas a tener un lugar donde vivir o dinero para comprar leche la próxima semana. Aún arrastro muchas secuelas, tengo síndrome de estrés postraumático y problemas de ansiedad. Son cosas con las que he vivido mucho tiempo, pero en aquel momento ni siquiera podía ponerles nombre ni tenía tiempo para pensar en ello. No crees que tienes derecho a tener problemas o a quejarte, tenías que ir a trabajar aunque sintieras dolor, estuvieras triste o estresado, porque si no trabajas no cobras.
Cuando la serie era un proyecto, ¿cuál pensó que sería la parte más difícil de conseguir capturar en la adaptación?
Esa sensación de miedo a que pase algo que no esperas cuando tienes el dinero justo para lo básico fue una constante en mi vida, no sabía si iban a poder transmitir lo estresante que era vivir con solo dos dólares en el bolsillo. Y lo hicieron muy bien.
Parece que la gente pobre no tiene derecho a celebrar un cumpleaños ni merece tener nada bonito, que todo tiene que ser siempre miseria y caridad.
Sí, era realmente estresante ver lo fácil que podía cambiar su situación con un imprevisto.
Eso es justo lo que quería que se transmitiera porque era lo que vivía yo cada día. Era muy fácil quedar a cero por más cuidadosa que fuera y es muy difícil sobrevivir así, porque por mucho que trabajes no puedes hacer más, porque ir al trabajo también es un gasto: necesitas gasolina, necesitas guardería. También plasmaron muy bien la depresión cuando sientes que te hundes en el sofá totalmente paralizada. Creo que hicieron un muy buen trabajo al romper con algunos estigmas de la pobreza. Sin embargo, es imposible cambiar totalmente las mentalidades. Me marcó mucho un comentario sobre la serie en el que alguien criticaba que Alex hubiera hecho una fiesta de cumpleaños para su hija cuando ese dinero lo podía haber usado en comida. Esos pensamientos extremos hacen daño, parece que la gente pobre no tiene derecho a celebrar un cumpleaños ni merece tener nada bonito, que todo tiene que ser siempre miseria y caridad.
Es difícil que no le afecten comentarios como ese porque no es ficción, están hablando de su vida, pero la reacción general fue muy positiva.
Sí, creo que mucha gente se identificó con la historia de violencia doméstica, mucha gente se ha acercado a mí para hablar de eso y no me lo esperaba. La serie también transmite muy bien lo mucho que Alex amaba a Maddy y para mí fue muy emocionante verlo en pantalla. Mientras fui madre soltera sentí muchas veces que la gente me veía como negligente cuando seguía llevando a mi hija a la guardería cuando estaba enferma. Sentía que era mala madre, que no estaba haciendo lo suficiente por ella. El talento de Margaret Qualley es increíble y trabajó mucho su relación con Riley, la niña que interpreta a mi hija, antes de empezar a rodar, para que todo fuera natural entre ellas y para que se viera el cariño en pantalla.
¿Cuál es su escena favorita de la serie?
Creo que la escena con el montón de peluches de Mi pequeño pony. Me encanta que lo hayan introducido en la serie, porque al verla fui a buscarlo en el libro y solo los menciono de forma casual en un momento en la bañera, pero cuando hablé con Molly Smith Metzler y John Wells les di acceso a cientos y cientos de fotos. En algunas de ellas estaba esa loca manada de mis pequeños ponis que nos seguían de casa en casa y me pareció bonito que lo hubieran recreado. Mi episodio favorito es el quinto, el de la casa apartada en la que vivía un ladrón.
¿En el que Alex recuerda lo que pasó en su infancia?
Sí, ese.
¿Sus hijas han visto la serie? ¿Qué es lo que más les ha gustado?
La serie se rodó en Canadá, pero se parece mucho al pueblo en el que vivíamos y mi hija mayor aún tiene mucha nostalgia de aquel lugar. Siempre me preguntan si podemos volver y espero que vayamos a finales de abril, quiero llevarlas a un concierto. Les encantó ver a Riley, la niña que interpreta a Maddy y espero que puedan conocerse algún día. Para ellas fue difícil ver algunas escenas sobre su padre y me preguntaron si algunas cosas habían pasado así y tuve que decirles que sí, eso nos tocó muy de cerca, pero pudimos hablar de muchas cosas gracias a la serie. También han sentido un poco la culpa del superviviente, porque nosotras pudimos salir de allí, pero saben que hay mucha gente que está pasando por esa situación. Me han preguntado cómo podemos ayudarles. Ha sido una experiencia difícil pero muy bonita y hemos hablado de cosas que no habíamos hablando hasta ahora, hemos crecido juntas.
¿Hay algo que Alex haga en la serie que le gustaría haber hecho en la vida real?
Oh, sí. En el final del segundo episodio ella dice que tenía miedo de Sean. Yo no lo había admitido y le tuve miedo durante muchos años, incluso después de llevar tiempo viviendo en Missoula. Tenía miedo de lo que pudiera hacer, de que me volviera a llevar a juicio, que era algo con lo que me amenazaba constantemente. Pero Alex identificó ese miedo desde muy pronto, también el abuso emocional, el financiero y todos los mecanismos de control que ejercía sobre ella. También me habría gustado tener a alguien como Danielle en el refugio para víctimas de violencia doméstica, que cuando la vio tirada en el suelo derrotada le dijo que tenía derecho a enojarse. Yo nunca sentí que tuviera ese derecho, porque a las mujeres se nos exige ser agradables, una mujer furiosa produce rechazo. O cuando le dice a su madre en el restaurante que le está pidiendo que pague su cuenta después de recogerla en un refugio para víctimas. Pero mi momento favorito es cuando tiene la última conversación con Sean y le dice que nunca podrá controlarla de nuevo. He deseado durante mucho tiempo haber dicho esas cosas, fue muy satisfactorio ver a Alex decirlas.
Hay quien me mira como una inspiración, pero aún en mis peores momentos, siempre fui una persona blanca y por tanto privilegiada.
En su libro dice que no cree que su historia sea inspiradora. ¿Siente lo mismo ahora después de ver el impacto que ha tenido en los lectores y espectadores de la serie?
Me resulta muy complicado sentirme como una inspiración porque gran parte de mi historia está envuelta en el privilegio y la suerte. Soy blanca y tuve suerte, así que no me gustaría que alguien me mirara y pensara que soy una prueba del sueño americano. Ya sabes que dicen que si trabajas duro, que si te esfuerzas lo suficiente conseguirás lo que te propones. Yo trabajé muy duro durante muchos años, pero luego escribí un ensayo que se volvió viral y tuve la suerte de conseguir un contrato para un libro. Puedo contar con los dedos de una mano las personas que han conseguido algo así. Hay quien me mira como una inspiración, pero aún en mis peores momentos, siempre fui una persona blanca y por tanto privilegiada. No venía de la pobreza sistémica, así que me miraban como si fuera su prima o su vecina, como si fuera una de ellos que había tenido mala suerte, de otros piensan que seguramente ellos o sus familias tienen la culpa de acabar donde están. Tal vez soy demasiado humilde, pero lo que digo es cierto. Me cuesta verme como una inspiración.
¿Ha estado Missoula a la altura de lo que había soñado?
Missoula ha cambiado mucho en 10 años. Con la gentrificación muchos de mis amigos ya no pueden permitirse vivir aquí. Los precios de la vivienda son extremadamente altos, y los salarios no han subido en absoluto, por lo que es un lugar realmente difícil de vivir si no tienes ningún apoyo externo. Yo compré una casa al principio de la pandemia, luego refinancié y ya había aumentado en casi 100.000 dólares ya en poco más de un año. Lo de la vivienda es simplemente una locura y algunos están dispuestos a pagar por más de lo que cuestan. Creo que eso solo va a empeorar y me entristece. Hace unos años era un lugar muy bohemio y ahora hay centros de Botox, es muy raro. En las últimas elecciones hubo muchos desfiles por la ciudad con banderas de Trump. Todavía hay gente protestando con banderas de Trump y ni siquiera sé por qué están protestando.
A veces pienso que necesito a alguien que me ayude a limpiar la casa, pero no me atrevo a hacerlo. No puedo. Estoy segura de que mi casa sería La casa del perro apestoso.
Si la Stephanie de Classic Clean tuviera que limpiar su casa ahora, ¿cómo la llamaría en su diario?
Creo que seríamos la casa del perro apestoso. Es sólo un cachorro, pero es enorme. Tiene poco más de un año. Encadené cuatro pérdidas de embarazo en un año y no podía dejar de comprar ropa de bebé, así que pensé que si compraba este perro enorme dejaría de pensar en tener un bebé. Y funcionó. Me lo mandaron desde Florida. Cada vez que salgo de casa, cuando entro siento que huele como una tienda de mascotas. Hay mucho pelo de perro por todas partes. A veces pienso que necesito a alguien que me ayude a limpiar la casa, pero no me atrevo a hacerlo. No puedo. Estoy segura de que mi casa sería La casa del perro apestoso.
¿Qué libros está leyendo estos días?
Ahora mismo estoy leyendo Invisible Child. Acaba de salir. Creo que estaba en la lista de lectura de Obama, sobre una familia negra sin hogar en la ciudad de Nueva York. He estado leyendo poesía, porque es a lo que acudo siempre que necesito pensar creativamente. También he estado releyendo muchos de mis ensayos favoritos de los últimos cinco o seis años porque hemos hablado de ensayos que nos han inspirado en el chat de mi grupo de escritura. También estoy leyendo cosas sobre el tema de mi próximo libro, por ahora no estoy en la fase de investigación, sino de ver lo que hay, lo que la gente está diciendo sobre el tema para poder escribir algo completamente diferente.
Una de cuatro personas con deudas de préstamos estudiantiles no tiene el título universitario, porque tiene que abandonar por razones familiares que le obligan a conseguir un trabajo a tiempo completo o a cuidar de alguien.
¿Qué nos puede contar de ese próximo libro?
Creo que lo titularé Clase, por ahora estoy bastante apegada a ese título. En mi último año de la universidad, mi hija mayor entró en preescolar y me quedé embarazada de mi segunda hija y decidí seguir con el embarazo aunque sabía que tendría que criarlas sola. Perdí la ayuda de los cupones de alimentos porque como estudiante no trabajar 20 horas a la semana. Pasé hambre, trabajé todo lo que podía y no me aceptaron en el master. Aún no lo sé seguro, pero lo más probable es que sea una memoria y me centraré en las barreras que existen para los estudiantes con bajos ingresos, lo inaccesible que es la educación superior para la gente que vive en pobreza, que hace que muchos jóvenes ni siquiera crezcan pensando en la posibilidad de poder ir a la universidad. Aspirar a una educación superior es debilitante y casi imposible si no tienes recursos. Yo aún tengo una deuda de 50000 dólares. Una de cuatro personas con deudas de préstamos estudiantiles no tiene el título universitario, porque tiene que abandonar por razones familiares que le obligan a conseguir un trabajo a tiempo completo o a cuidar de alguien. Eso es tristítisimo. La educación superior se ha convertido en algo que es sólo para una élite, esas son las personas que pueden beneficiarse del sistema, porque la educación les sirve para mejorar sus vidas. Las personas que consiguen graduarse y empiezan su vida profesional con una gran deuda por pagar por delante, no saben si alguna vez podrán comprarse una casa o acceder a un trabajo relacionado con sus estudios o que les permita mejorar su calidad de vida, porque la prioridad es conseguir cualquier trabajo, muchas veces varios, para poder pagar los préstamos estudiantiles. Ya empiezas la que debería ser una nueva etapa de tu vida arrastrando deudas, empiezas con desventaja.
'La asistenta' está disponible en Netflix.
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