La televisión nos había vendido una idea de la paternidad y de la maternidad errónea. Para las series ser padre era ver al doctor Nacho Martín educando de maravilla a sus hijos con una sonrisa de oreja a oreja. Todo iba bien. Las madres tenían como ejemplo a Belén Rueda en Los Serrano, criando una 'tribu de los Brady happy flower' en la que todos eran risas y conflictos de pitiminí. Luego hablabas con padres de verdad y todos tenían miedo a decir la verdad, que sí, que es maravilloso pero que también es un sacrificio terrible para el que nadie te prepara.
Parecía que decirlo en voz alta significaría que te pusieran la etiqueta de ‘malos padres’. En esas llegó Berto Romero para demostrar que desde la comedia se podía mostrar una cara más realista sobre cómo ser padre en la actualidad y encima ser más divertido. Nos habíamos acostumbrado a la brillantez del cómico en sus apariciones junto a Buenafuente, pero no sabíamos que detrás también había un creador de series capaz de ponerse en el disparadero y de reírse de sí mismo. Para hablar de esto que mejor que hablar de sí mismo, de su propia experiencia.
Así comenzaba Mira lo que has hecho, la ficción de Movistar+ que ahora se despide con una tercera temporada -que se estrena este jueves- en la que sigue explorando todas las sombras de ser padre y cómico, y de la que habla con EL ESPAÑOL en esta entrevista. Encima se mete en jardines. Habla de los límites del humor, de las redes sociales, del clima de ruido y furia actual, y todo sacando carcajadas al espectador, una adicción a la que nunca va a renunciar.
Hay un pasaje en las memorias de Woody Allen que dice “Arrancar risas al público es un gran colocón”. Él lo descubrió de niño, y viendo esta temporada hay un episodio en el que describes esa misma sensación, ese colocón.
Es que tiene algo de eso, sí, como de droga, por eso todo el mundo que se sube a un escenario y hace reír repite, porque tienes esa sensación de haberte metido algo. Además es imposible que alguien te escuche tanto tiempo sin que te interrumpen, es algo inusual e idílico. Fíjate que yo también las estoy leyendo, y acabo de pasar por ese momento y he pensado, joder eso es lo que cuento en la serie. Ese momento es el que quería retratar, esa iluminación.
¿Cuántas veces te han preguntado en los últimos años por los límites del humor?
Muchísimas veces me han hecho esa pregunta y otras tantas he rehuido a responder, durante este tiempo he hecho un ejercicio continuo de ratón y gato para no contestar, porque toda esta inflamación que hemos vivido estos últimos años con los límites del humor y el debate público no pretendía ser un debate, sino una pesca de titular bastante trapera para usar esa polémica en función de una agenda u otra. Pero durante este tiempo he reflexionado, como cualquier persona y más un cómico, sobre lo que le pasaba a otros compañeros.
La serie al final es una reflexión sobre eso precisamente.
Sí, al final lo hemos metido en la serie, pero realmente no hay reflexión, no hay una tesis, pero creo que el retrato que hacemos es, sino acertado, por lo menos sí que suena a que las cosas son así en cuanto a histeria y ruido.
Es el momento del yo, y es normal que las narraciones sean en primera persona. Vivimos en la época de los perfiles de instagram, de esconderse detrás de avatar. Es la era del ego
¿Qué ha pasado estos años para que el humor haya pasado a ester en la picota?
No sabría qué decirte, no lo tengo muy claro, pero es muy interesante la pregunta e invita a la reflexión. Puede ser porque el humor siempre es como un termómetro social, y es un género que busca ciertos límites. Yo no soy cómico de esos que llaman de ‘edgy material’, de los que buscan los límites, pero hay cómicos que buscan la frontera, y si la sociedad es hipersensible respecto a ciertos remas y está cambiando mucho, que creo que son dos cosas que pasan en cuanto a la percepción de ciertos temas, en agendas de colectivos que no tenían voz hasta ahora, pues es normal que esos cómicos se encuentren con esto por tratar temas sensibles como lo que percibe la sociedad como correcto o incorrecto... es normal que se pillen los deditos por ahí.
Es una serie que juega a la metaficción, a qué es real y qué es ficción. ¿Cuántas veces has explicado lo de no soy yo, es mi personaje?
Muchas, y lo vuelvo a poner en la serie, lo digo yo mismo varias veces en la temporada. Es algo que subraya el mensaje de la tercera temporada, que es que vivimos un tiempo en el que cuanto más quieras explicar algo, más lo vas a confundir. Vivimos en la época del tuit y del titular, y no hay espacio para la reflexión. Todo lo que implique reflexión se confunde con ruido. La serie ha sido muy metaficcional desde el principio. Es la serie de Berto, y el personaje soy yo, no es José Ramón el astrofísico, es Berto el cómico, y sale Buenafuente y jugamos deliberadamente a confundir realidad y ficción. Era irresistible esa espiral. Pero la respuesta siempre es la misma, el de ficción y el de verdad son parte de la misma persona. Lo que vemos en la serie son invenciones, pero construidas con retazos de realidad, anécdotas que no son así, y miedos metidos en forma de trama.
Es un juego, el de confundir realidad y ficción, que también estaba en Algo muy gordo, la película que protagonizaste. ¿Por qué te interesa tanto?
A mí es que me gusta mucho y creo que está en sintonía con lo que soy yo, que soy monologuista antes que nada y precisamente hacemos eso, hablamos de cara a cara, rompiendo la cuarta pared y diciendo que lo que contamos es nuestra vida y es mentira. Eso está en mi base, en mi ADN, y me gusta la metaficción, las historias que te explican la propia historia, las que se retuercen sobre sí misma. Y hay otra cosa importante, y es que vivimos en la época del yo. Es el momento del yo, y es normal que las narraciones sean en primera persona. Vivimos en la época de las redes sociales, de los perfiles de instagram, de esconderse detrás de avatar. Es la era del ego.
En esta temporada te acusan de nazi por un chiste, y entras en una bola de nieve de la que parece que la única forma de salir es pidiendo perdón, algo que ocurre en las polémicas que surgen. No se si crees que esto del perdón, de solucionar las cosas pidiéndolo tiene que ver con la herencia católica de España.
Sí, eso es muy judeocristiano y yo tengo esa parte de nuestra cultura muy interiorizada, la sensación de merecer un castigo y pensar que en algún momento me va a llegar. Esta tercera temporada creo que hasta puede entenderse de alguna forma hasta religiosa, como la necesidad que tengo de que me castiguen, en plan judeo cristiano de línea dura -dice bromeando-, pero la serie también hace algo, que es la mostrar que tampoco es verdad. Porque en cuanto pides perdón te dicen: ‘y qué’. No sirve de nada. En el momento culminante de la serie se ve que le dicen, ‘te obligamos’, pero es que lo pides y no pasa nada, sigue el debate.
Las censuras, a veces, vienen por otros lados, y siempre son por cuestiones comerciales como anunciantes o alguien que pone la pasta, por dinero…
Hay una broma valiente, en la que Movistar, cadena que emite la serie, pide perdón por tu chiste cuando tu dices que no vas a hacerlo. ¿La libertad del cómico siempre está restringida por quién le paga?
Claro, siempre hay un pez mas grande, siempre hay un amo… no sé , yo con Movistar siempre he tenido muy buena relación, nunca ha habido ninguna injerencia y esta broma les pareció muy divertida. Las censuras, a veces, vienen por otros lados, y siempre son por cuestiones comerciales como anunciantes o alguien que pone la pasta, por dinero…
Tiene el final más dulce, ¿ es la temporada más amable de las tres respecto al retrato de la paternidad o el más realista?
Esa percepción te queda por el final, porque creo que la temporada no es que sea oscura pero sí es seria. Es raro decir esto, porque es una comedia y creo que hace risa y es divertida, pero hay un poso detrás. En esta temporada se tocan temas serios, y creo que nos enfrentamos al problema de que nos quedara demasiado con el ceño fruncido, y creo que lo hemos compensando atacando muy bien la comedia, que es algo que Javi (Ruiz Caldera, el director) hace de forma magistral, y también con el capítulo cuatro que creo que es el más luminoso, divertido y romántico, y por ese final que resignifica toda la serie y que había que decirlo, porque llevo tres años escuchando que vaya método anticonceptivo es mi serie, que antes me la pillo con la tapa que un piano que tener un hijo… y yo esperaba callado, maquiavélico… y pensaba: “sí, sí, ya verás, espérate tres años”. Me ha dado gustito hacer esto, cerrar así todo, porque es muy importante cuál es el último mensaje, y quería que lo que quedara fuera eso, algo bonito y con luz.
Antes te has referido a ti mismo como monologuista. Has hecho series, sales en la televisión… pero sigues hablando de ti como monologuista, ¿es una reivindicación del término?.
Creo que sí, es que es lo que he sido siempre y está en mi base, en las historias que cuento y desde dónde las cuento, y eso es así porque lo primero que he hecho en un escenario son monólogos cómicos, y es algo muy difícil y muy jodido, y le he dedicado toda la vida, así que me gusta pensar que Mira lo que has hecho tiene algo que es heredero de todo esto y algo de reivindicar el oficio. Yo he hecho una serie, y creo que nos ha quedado guay, y me flipa, y me gustaría seguir haciéndolo, porque he aprendido mucho, pero al final esta tercera temporada es una declaración de amor a la comedia y a que podremos hacer series y otras cosas, pero los que somos cómicos lo somos de corazón.