En la habitación 05 del hospital Gregorio Marañón se oye llorar a un bebé. Carmen Truyols se seca el pelo con una toalla mientras su marido intenta calmar al crío. Ella tiene los vaqueros desabrochados y se ajusta una faja al estómago antes de ponerse el jersey. Hace apenas un día que ha dado a luz a Mateo. También hace un día que se examinó para conseguir una plaza fija como anestesista. Lo hizo en el propio hospital en el que parió, con cuatro puntos en la vagina, sangrando, las piernas inmovilizadas y las vías de suero colgándole de los brazos.
Tres horas de examen recostada en una camilla y apoyada en una mesita de desayuno. Competía contra 649 compañeros para optar a una de las 45 plazas. Ninguno de ellos acababa de dar a luz. "Me puse de parto el viernes a las dos de la madrugada y Mateo nació a las 8:30 de la mañana del sábado. El examen era a las 10, la única solución que me daba el tribunal era presentarse aquí y que lo hiciese en el hospital. Tuve que dejar al bebé, estaba recién parida. Me parece inhumano", explica la médica a EL ESPAÑOL en la habitación en la que reposa junto al bebé.
Este periódico ha hablado con una médico que conformaba el tribunal que examinó a Carmen Truyols. Ha confirmado la información, especificando que su nombre no debía salir, y no ha querido hacer declaraciones respecto a si se cambiará el reglamento en situaciones como esta.
Carmen tiene 32 años y es médica especialista en Anestesiología y Reanimación. Se licenció en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid en 2009, hizo el MIR en el Gregorio Marañón y después encadenó contratos temporales. Lleva años esperando la oportunidad de poder examinarse para conseguir una plaza fija en un hospital de la Comunidad de Madrid.
"El primer año trabajaba de 3 de la tarde a 8:30, con mi sueldo al 75% y ganaba 1.200 euros netos al mes. Yo además tenía a mi primera hija recién nacida, a la que no podía llevar a la guardería porque era por la tarde: tuve que contratar a una chica que cobraba 600 y pagaba 180 euros por una plaza de aparcamiento en el hospital. Más de la mitad de mi sueldo lo invertía en venir a trabajar. De ahí la importancia de que yo quiera sacarme una plaza fija por la mañana. Eso no significa que yo no quiera a mi bebé, como dice muchas gente en las redes sociales, o que lo he abandonado al nacer. Yo quiero a mi familia más que a nada en el mundo, pero es que no hay nada que haya hecho más daño a las familias que este tipo de contratación", apunta.
Con lo ocurrido, la anestesista pretende denunciar la precariedad laboral que existe un ámbito básico como el de la sanidad y también la discriminación por ser mujer: "Me contaron que una auxiliar de clínica del Marañón tuvo que hacer el examen cuando estaba en dilatación. Es que esto no me ha pasado solo a mí, esto lleva mucho tiempo ocurriendo. Esto no es igualdad, mi marido no habría tenido este problema, solo lo puedo tener yo. Es un reglamento que no tiene en cuenta la situación de la mujer, y por tanto hay que revisarlo", explica.
"Llegué a trabajar de autónoma"
Carmen Truyols se compara con un albañil a la hora de describir su situación laboral. Cuenta que con la crisis surgieron los hospitales público-privados: los pagaba la Comunidad de Madrid pero los gestionaban empresas privadas. "Yo empecé a trabajar en el hospital de Valdemoro. Los anestesistas éramos los únicos autónomos, aquello se convirtió en un negocio. Facturaba cada jornada laboral que hacía y la cobraba. Si yo me partía una mano, no podía trabajar. No tenía derecho a baja ni a vacaciones. Sé que hay precariedad laboral en muchos ámbitos y es injusto, pero es que además los médicos podemos matar a alguien".
Desde que comenzó a ejercer, Carmen se costea una póliza de seguro de 1.300.000 euros. Le cuesta 1.500 euros al año. ¿El motivo? La indemnización que tendría que dar en caso de que la llevasen a juicio y los demandantes ganasen. "Piensa que cuando cobraba 1.200 euros hacía 20 días de quirófano, y cada día anestesiaba a tres personas. Había gente a la que anestesiaba por 15 euros. Puedo matar a alguien por 15 euros. Es muy arriesgado. La póliza la tengo porque puedo matar a alguien, forma parte de mi trabajo. Los ginecólogos también tienen pólizas altísimas, por ejemplo, por si sacas mal a un niño".
Carmen reconoce trabajar en la sanidad privada eventualmente para alcanzar el salario mensual que ella considera digno. "Creo firmemente en la sanidad pública. No se hace nada para sacar dinero, sino para beneficiar al paciente. Eso es imposible en la privada. Pero sería absurdo que yo arremetiese contra la privada porque en un día de trabajo ahí gano lo mismo que en una semana de trabajo en la pública. Gano más sedando a alguien que se va a poner botox en las cejas que haciendo un trasplante". Lanza su mensaje un día después de que miles de personas se manifestaran en Granada, Málaga y Huelva contra las deficiencias que hay en la sanidad pública: "Tienes la mejor sanidad del mundo, o una de las mejores, y te estás cargando a tus sanitarios", exclama.
"Si no me examinaba, tenía que esperar 6 años"
Hasta el pasado octubre Carmen no sabía qué día tendría que examinarse. "De hecho, la convocatoria fue anunciada en mayo de 2015. Para entonces ni siquiera estaba embarazada". Decidió que quería presentarse: si no lo hacía tendría que esperar 6 años para conseguir unas de las 45 plazas fijas. "Sería muy difícil que yo tuviese una plaza fija con 32 años. Pero todas las veces que lo intentes valen la pena. Además, me había preparado un examen europeo y el temario era el mismo, así que sentía que tenía más posibilidades que el resto".
Para cuando la fecha del examen fue anunciada, quedaba apenas un mes. Carmen ya estaba embarazada de 8 meses y vio que el día de la convocatoria y la fecha probable de parto se diferenciaban en 4 días. "Escribí al tribunal explicándoles mi situación. Me llamó una mujer y me dijo: 'Lo siento en el alma pero la única solución que da el reglamento es que te examinemos en el hospital'. Yo pensaba que ya sería demasiada casualidad que el mismo día del examen me pusiese de parto". Así fue.
El viernes noche recibió una llamada del tribunal y Carmen estaba a punto de romper aguas. "Me dijeron que me mandarían alguien al hospital para hacer el examen. Yo ni siquiera sabía cuánto tardaría en parir". "Mateo nació a las 8:30, 15 minutos después me estaban cosiendo, poniéndome la intravenosa... Salí del paritorio a las 9:30 con el bebé en brazos, subí a planta y estaba el tribunal esperándome. Dejé al bebé con mi marido y me llevaron a un aula aislada en camilla y con el suero. No había dormido en toda la noche, no había comido nada, estuve dilatando y empujando más de 6 horas. Si llega a ser un parto por cesárea, no salgo del quirófano tan pronto. No habría hecho el examen".
Carmen asegura que Medicina, exceptuando unas cuantas especialidad como cirugía, es "una carrera de mujeres". "Lo denuncio porque creo que puedo conseguir que se revise el reglamento y se adapte a las mujeres". Lo que no cree capaz de conseguir con su denuncia individual es la precariedad laboral en su ámbito. "Solucionar eso sería lo más importante. Lo que no es lógico es que a los 32 años aún no tenga un trabajo fijo".