El carácter jipilongo de Emara se transformaba en pura ira cada vez que sufría un brote a causa de su esquizofrenia. De hecho, hace cuatro años tuvo una discusión tan fuerte con sus padres que fue necesaria la intervención de la Policía Local de Librilla y en un bar montó un lío que obligó a movilizar una patrulla. También se fugó de su casa, incluso se escapó del Hospital Psiquiátrico Román Alberca de El Palmar donde estaba ingresada, en agosto de 2023, y no fue localizada hasta pasados unos días.
Emara protagonizó la madrugada de este jueves el último episodio de su convulso historial: mató a su padre, Emilio, con un cuchillo de cocina de grandes dimensiones, y luego apuñaló en el cuello a su madre, María Nicolasa. El parricidio protagonizado por esta treintañera, con estudios universitarios, tiene como hilo conductor los problemas de salud mental.
"No seguía el tratamiento", lamenta Rosalía, amiga "desde la infancia" de Emilio Pagán García, conocido por los vecinos por su etapa al frente del Bar La Plaza en los años noventa, y por su trabajo en la sucursal que tenía la extinta Caja de Ahorros del Mediterráneo. Esta labor en la CAM le valió el cariñoso apodo de 'Emilio el de la Caja' entre los 6.000 lugareños de este apacible pueblecito murciano, marcado por la Rambla de Orón que divide el núcleo urbano de Librilla. "El padre era quien la llevaba más recta".
El domicilio de Rosalía se levanta en la calle Raimundo Manuel Guzmán Iniesta, a escasos metros tanto de la casa de Emilio y María Nicolasa como de la vivienda de Emara: "La madre, 'Nico', me tenía dicho a mí y a otros vecinos que la avisáramos si escuchábamos dar gritos a su hija por algún brote. Emara se negaba a estar en un centro psiquiátrico y los padres habían luchado mucho para ingresarla".
Emara supuestamente no aceptaba su cuadro clínico, a la vista de la fuga que protagonizó el verano pasado en el Hospital Psiquiátrico Román Alberca, a pesar de que en su Instagram colgaba imágenes de terapia, posando con otros pacientes y se autodefinía así: "Paciente psiquiátrica, hija adoptiva del pabellón de agudos. Esquizofrénica y TLP, entre otras cosas".
Los padres de Emara lo intentaron todo con su hija, incluso le compraron la conocida 'Casa de la Tía Dominga', a unos metros del chalé de tres plantas con jardín que tenía el matrimonio, para dejarla tener su espacio, pero sin perderla de vista. "Su madre me contaba que al final su hija dormía con ellos porque cuando Emara estaba en su casa su vida era tomar café y Coca-Cola y no debía hacerlo", recuerda Rosalía. Incluso llegaron a poner a la venta la vivienda hace unos meses porque la treintañera pasaba más tiempo en el domicilio familiar que en el suyo propio.
"Iba a la casa de Emilio y Nico para chillarles: le decía de todo al padre porque era el que más la quería sujetar". Prueba de ello es que María -otra amiga de la familia- ejemplifica que Emilio "se ocupaba de llevar a su hija a las consultas en el área de psiquiatría del Centro de Salud de Alcantarilla". Pero Emara supuestamente "no aceptaba" su situación: "Yo le decía que tenía que tomarse la medicación".
Este jueves, a las ocho de la tarde, Emara entró al Bar La Plaza que antaño regentó su padre, junto al Ayuntamiento, y fue atendida por Luisa: una camarera que no olvida el estado en el que se encontraba esta clienta de 36 años. "Me pidió un café sólo, se sentó en la barra, se lo bebió de trago, a pesar de que estaba hirviendo y luego me dijo: 'Hoy va a pasar algo'", tal y como relata Luisa. "Después se marchó. Llevaba una mirada rara, con los ojos fijos y como muy negros. Eso me llamó la atención".
Emara regresó al mismo local hostelero, pasadas las once de la noche, a echarse más 'combustible' que no debe consumir por su patología mental: se bebió una Coca-Cola. Estuvo hablando con su amigo Javier, otro treintañero de su quinta, y que remarca que se percató de que su amiga "estaba con la mirada más perdida de lo normal". Tan solo unas horas después, Emara cogió un cuchillo de cocina con una buena hoja, se metió en el dormitorio de sus padres en plena madrugada, y les apuñaló sin piedad.
"Lo que ocurrió fue como una película de terror", según resume Manuel, nombre falso para un menor de 16 años que es el testigo principal de la investigación abierta por la Guardia Civil, debido a que llamó al 112 "a las dos y cinco de la madrugada", para alertar de lo que estaba ocurriendo en la casa del banquero jubilado y de la docente retirada. "Empezamos a escuchar golpes y quejidos".
Este adolescente se encontraba con tres amigos de su pandilla, "comiendo pipas" y haciendo planes de verano, sentado en un banco de la parroquia de San Bartolomé, cuyo santo esgrime un cuchillo en la fachada. Y la providencia divina fue maldita porque este zagal evitó que el parricidio fuese doble: "A mis colegas les asustaron los gritos, pero yo me acerqué a la esquina de la iglesia y escuché más golpes. Eran muy fuertes".
- ¿Qué hizo cuando confirmó que algo malo ocurría dentro del chalé de la calle Raimundo Manuel Guzmán Iniesta?
- Llamé a Emergencias porque un hombre gritaba: '¡Socorro!' '¡Auxilio!'... Luego escuché a una mujer gritando: '¡Me están matando!' Así que les dije que viniesen rápido porque le podría estar pasando cualquier cosa a alguien: una paliza o un asesinato. Pasados quince minutos como mucho, llegó un coche de la Guardia Civil. No tardaron en llegar.
- ¿Y qué ocurrió?
- Primero salió una mujer envuelta en sangre, por la puerta del garaje, y detrás de ella iba persiguiéndola una chica que quería apuñalarla. La patrulla aceleró y se interpuso entre las dos mujeres. La que llevaba el cuchillo se tiró al suelo porque la iban a embestir con el coche y la mujer más mayor también cayó al suelo. Entonces, empezó a gritar: '¡Mi marido está acostado en la segunda planta!' Luego llegó una ambulancia y la Guardia Civil nos dijo que habíamos salvado una vida, pero que nos debíamos marchar de allí porque era muy fuerte lo que estaba pasando para verlo nosotros con nuestra edad.
Los agentes de Seguridad Ciudadana que se desplazaron a toda velocidad hasta Librilla, en plena madrugada de este jueves, no solo evitaron que Emara Pagán Díaz supuestamente rematase a su madre, María Nicolasa Díaz, sino que además taponaron con sus manos las graves puñaladas que presentaba la mujer en el pecho, la espalda y el cuello. La docente jubilada, de 64 años, fue estabilizada por el personal sanitario, gracias a que estos guardias civiles frenaron la hemorragia y la mujer ingresó en la UCI del Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia.
Cuando la ambulancia llegó, Emara, de 36 años, estaba sentada en la calle, con los grilletes puestos, con lesiones en las manos y vestida con su pijama, al igual que su madre, lo que invita a pensar a los investigadores que podría encontrarse durmiendo en casa de los padres. De modo que pudo atacar a Emilio y a María Nicolasa cuando estaban durmiendo. La otra hipótesis que se baraja es que saliera de madrugada de su domicilio particular, a unos metros del chalé del matrimonio, y utilizara las llaves que tenía para entrar y apuñalarles por sorpresa.
"La casa era un reguero de sangre", tal y como resumen de manera gráfica fuentes próximas a la investigación que asume la Guardia Civil. "Emilio yacía muerto en el suelo del dormitorio, también parece que llevaba el pijama, y era imposible determinar si había recibido muchas o pocas puñaladas porque tenía todo el cuerpo ensangrentado". Su esposa, 'Nico', también presentaba varias heridas graves por arma blanca. "Tampoco se podía cuantificar el número de puñaladas a primera vista".
Este jueves, en el Bar La Plaza, el local que tiempo atrás regentó el difunto Emilio como un pub, sus clientes estaban desolados. "Era una persona muy culta, educada, implicada con los colectivos vecinales y con el activismo: cuando venía a desayunar solía hablar del conflicto entre Israel y Palestina", recordaba Manuel, apurando un café. Tal implicación social le venía en parte de su esposa, María Nicolasa, hija de la mítica Ana Jiménez: conocida en Murcia como la 'abuela de las vías', por su lucha por el soterramiento del AVE a su paso por el Barrio de Santiago El Mayor.
"A Emilio le llegaron a proponer varios partidos que fuese el alcalde de Librilla, encabezando alguna de las listas en las elecciones municipales, pero no quiso presentarse porque él solo aceptaba si había unanimidad", resalta Manuel. El Ayuntamiento ha reconocido la grave pérdida de este vecino y antiguo empleado de banca, de 66 años, decretando dos días de luto oficial. Todos en el pueblo esperan que la medida no se amplíe porque eso significará que su esposa, Nico, profesora retirada, de 64 años, ha logrado salir con vida de la UCI de La Arrixaca.
La investigación abierta por la Guardia Civil deberá esclarecer si Emara apuñaló a sus padres mientras sufría algún episodio de esquizofrenia o si el ataque se produjo a raíz de otra circunstancia. Este jueves, al borde de las siete de la tarde, Jam, el hermano de la supuesta parricida, llegaba a la casa de sus progenitores, con una empresa de limpieza especializada para eliminar la sangre de su padre y de su madre que mancillaba una planta del chalé. A unos metros, Rosalía, amiga del matrimonio, observaba la escena y lanzaba esta reflexión: "Emara no es una asesina, tiene una enfermedad mental, cuando se le pase el brote, y sepa lo sucedido, lo pasará fatal".