La noche del pasado 28 de mayo nadie terminaba de entender nada en el pueblo. De los 58 habitantes con derecho a voto en Matarrubia, un pequeño municipio rodeado de campos verdes en la provincia de Guadalajara, 48 habían acudido a las urnas. Las papeletas daban más votos para el PP que para el PSOE, como siempre en los últimos 20 años. Pero en localidades de este tipo no se vota a una lista sino a la persona, y alguien se percató de que las cuentas daban un resultado distinto al que venía siendo habitual.
Hubo que ponerse de nuevo a contar para comprobar que las sospechas eran ciertas. El candidato socialista y el popular eran los más votados, pero la tercera persona que recibió más apoyos figuraba en las listas del PSOE, lo que hacía inútiles el resto de sufragios a los otros dos aspirantes del PP. El PSOE se quedó con dos concejales y el PP con uno. Todo por una papeleta. Esa tercera persona en discordia era Lidia Antón, hoy teniente de alcalde del municipio. Aquel día, el 28 de mayo de 2023, “se abrió la caja de los truenos, nunca aceptaron el resultado”, afirma la susodicha al teléfono.
Desde entonces Matarrubia, un pueblo corriente, con 70 habitantes censados, unas pocas casas, ni un bar siquiera donde echar la partida, se convirtió en una especie de Fuenteovejuna moderno. Un episodio que añadir al relato de esa España atávica de las rencillas personales, monetarias y políticas tan arraigadas en el terruño. Lo último es la denuncia del alcalde socialista, Jacinto Lobo, que dice haber recibido una paliza por parte de varios vecinos amigos del anterior regidor el pasado sábado. Las versiones en el pueblo difieren.
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Aunque eso no significa que nadie esté dispuesto a dar la cara. Los bandos están claros: o estás con uno o con el otro. Y quien quiera que vea al rival hablando con un periodista -amigo o enemigo también, según el interlocutor elegido- camina al frente y mira a otro lado. “Pero si antes saludabas, mujer”, le espeta una vecina a otra. “Ya, pero eso era antes”, responde ésta.
“Lo que pasó el sábado por la noche es que el alcalde llegó a la plaza y se encontró con un hombre con el que tenía un problema personal. Asuntos de dinero, cosas de ellos relacionadas con familiares que vienen arrastrando desde hace tiempo. Cogió al hijo de la familia por la pechera, le pegó un puñetazo a su padre que lo mandó volando y le dio un bofetón a la madre que la tiró al suelo. El matrimonio tiene 65 años y no miden ni 1,60; y él es un tipo de casi dos metros que hace artes marciales”, señala una fuente que prefiere mantenerse en el anonimato.
“Lo están llevando todo los abogados”, es la frase más repetida en el pueblo. Y efectivamente, esta pareja denunció los hechos ante la Guardia Civil y presentó un parte de lesiones. Lo mismo que hizo Jacinto Lobo, pero a la inversa. La noche de la disputa acudió a las Urgencias de Atención Primaria de Guadalajara y más tarde, casi a las 4 de la madrugada, al Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (Madrid), donde observaron que tenía varios golpes y “policontusiones”.
Al día siguiente se personó en la comandancia de la Guardia Civil, donde denunció al matrimonio formado por M.C.A. y R.C.S. y a su hijo R.C.A. En el escrito alega que desde el principio de su mandato “esta familia, junto con otras se han dedicado a insultaros y humillarnos en los plenos municipales, y también fuera de ellos”. Este lunes en una rueda de prensa organizada por su partido Jacinto añadió que dos personas se abalanzaron sobre él, por lo que cayó desplomado y se quedó “inconsciente”. “Mido 1,90 y peso 130 kilos. Pero me derribaron al suelo y me dejaron grogui”, reconoció.
De la amistad al odio
Todo, según él, viene propiciado por ese clima de tensión extrema que se vive en el pueblo desde que Juan Pablo Carpintero, el anterior regidor del PP, perdió la Alcaldía. Ellos dos que habían sido amigos, salían juntos, organizaban barbacoas, dejaron de hablarse. Y los plenos, abiertos a los vecinos, se convirtieron en la platea donde los asistentes empezaron a decirse a la cara todo lo que tenían dentro. Ríanse del Congreso.
Vecina uno.- “A mí un día me llamaron puta”.
Vecino dos.- “Yo fui a decirle al alcalde que era un sinvergüenza. Sí, ¿y qué?”
Vecino tres.- “A Juan Pablo hace poco lo expulsaron del pleno. ¿Tú te crees que hay derecho?”
Vecina cuatro. “Otro de aquí de toda la vida insultó al alcalde y éste pidió una orden de alejamiento. ¡Si vivimos todos en cuatro calles!”
Vecina cinco.- “A mí Juan Pablo un día me dio un golpe por la calle, que yo ya me veía descalabrada. Y en el Ayuntamiento dijeron que mi marido era un borracho. Mi marido… que el pobre no bebe ni gota”.
“El lunes pasado Juan Pablo Carpintero me empujó en el Ayuntamiento. Y los insultos han sido constantes en todo este tiempo. Me costó ir a poner la denuncia, pero también lo he hecho”, afirma la teniente de alcalde Lidia Antón al teléfono.
Ni el actual alcalde ni el anterior quieren ofrecer más explicaciones. Lo están llevando sus respectivos partidos y sus abogados, alegan sus allegados. En el caso del representante socialista, intervino hasta el presidente autonómico Emiliano García-Page, que pidió "poner fin a los mensajes que fomentan el odio y la violencia". Además, ninguno de ellos vive en el pueblo: Jacinto reside en San Sebastián de los Reyes (Madrid) y Juan Pablo en Guadalajara.
“Mañana [por este miércoles] tendréis noticias de Juan Pablo. ¿En los juzgados? Puede… Sólo le digo que Matarrubia nunca volverá a ser el que era antes del pasado sábado”, lamenta una familiar del anterior edil popular.
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El dinero del Ayuntamiento
Las lindes, las tierras, un fuego donde no se debe, esta obra encargada a ligera, una barbacoa prohibida, una roulot sin licencia… Todo eso que quedaba detrás del visillo ahora aflora en el triángulo que forman la calle del Pilar, la calle Mayor y la calle de Enmedio, todo lo que es el pueblo. Cada cual tiene su afrenta personal, su bando y sus motivos para estar en él. Matarrubia son 70 habitantes y un sinfín de denuncias cruzadas.
El otro gran asunto es el sueldo de la corporación local, que pese a tener otra ocupación profesional decidió ponerse un salario. El alcalde cobra 6.000 euros anuales por una dedicación del 25% de su tiempo a los asuntos municipales, mientras que la teniente de alcalde recibe 12.000 por el 75% de su ocupación. “Eso es una canallada, aquí nunca nadie ha cobrado un duro”, señala otra mujer. Enésima vecina anónima.
El Ayuntamiento del PSOE ha pedido una auditoría al Tribunal de Cuentas para revisar algunas partidas del anterior equipo sobre las que tiene dudas. Mientras que el PP solicitó hace unos meses amparo al Defensor del Pueblo ante los "reiterados impedimentos para acceder a la información municipal" por parte del actual alcalde.
“En el puente de mayo son las fiestas. Y allí la gente bebe y se calienta, así que lo mejor sería que este año las cancelaran”, opina otro señor que vive “más aquí que en Madrid”, donde tiene otra residencia. “Mira, esos son los que están sembrando discordia en el pueblo”, advierte, y señala a un matrimonio con un hijo. Estos pasan de largo y refunfuñan. “Yo con ellos no tengo ningún problema, con la otra sí, esa no es buena”, dice entre dientes la señora.